Utopía, dirigida por Dennis Kelly y que se transmitió en el británico Channel 4 durante el 2013, se convirtió en un improbable éxito de crítica y público que catapultó a la modesta producción al estatus de producción de culto desde sus primeros capítulos.

Fue un giro sorpresivo de los acontecimientos: el show era un experimento visual y argumental, que intentaba crear un complicado juego de metamensajes, y en especial lidiar con la percepción de la realidad hasta crear una connotación sobre la información, los terrores culturales y la paranoia colectiva por completo nuevo. Una combinación que en manos menos hábiles que las de Kelly podría haber resultado un fracaso.

Después de todo, el argumento se basaba en un cómic capaz de predecir — ¿de forma accidental? ¿con alguna intención específica? — tragedias futuras con bastante exactitud. Pero, de algún modo, la combinación de ciencia ficción, violencia y una vocación por el asombro visual convirtió al programa en un éxito inmediato a nivel mundial. De pronto, los dos primeros capítulos del programa eran analizados como una nueva forma de comprender a la televisión y los recursos visuales como un medio de analizar mensajes complejos.

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Hasta que ocurrió lo impensable: el tercer capítulo de la primera temporada, recibió 37 quejas el organismo de regulación mediática de Gran Bretaña Ofcom por violencia, lenguaje ofensivo y la aparición de actores menores de edad en escenas de contenido adulto. Las quejas provenían de los primeros minutos del capítulo, una larga y angustiosa secuencia que muestra un tiroteo en un un instituto de educación primaria. El episodio se transmitió un mes después de la Masacre de la Escuela Primaria de Sandy Hook.

La controversia estaba servida y aunque la mayoría de los espectadores defendieron el hecho de que el argumento incluyera violencia que solo reflejaba la realidad, la serie tuvo que lidiar a partir de entonces con todo tipo de situaciones incómodas con la prensa y la critica. Al final, la silenciosa batalla culminó con la serie cancelada luego de dos temporadas, con brillantes doce episodios para la posteridad.

Casi de inmediato, HBO se interesó en la posibilidad de una versión norteamericana del problema con el mismo peso argumental y, quizás, mayor libertad para tratar temas sensibles. Detrás de cámara estarían el dúo que había llevado al éxito la controversial película Gone Girl: Gillian Flynn y David Fincher estarían a cargo del guion y la dirección respectivamente, lo que aseguraba, que al menos, el venidero remake conservaría su aire anárquico, extraño e incómodo.

Utopía

No obstante, el proyecto terminó por naufragar — se habla que el costo de cada capítulo resultó prohibitivo incluso para el gigante de las cableras — , por lo que terminó en el limbo de las propuestas incompletas por varios años.

Finalmente, Amazon Prime Video adquirió el proyecto sin Fincher, pero con Flynn a la cabeza. Durante casi un año, la producción fue el secreto mejor guardado de la cadena y, finalmente, la promesa de una extraña versión de la realidad dispuesta a mostrar toda su capacidad para el desconcierto y en el escándalo en una nueva versión muy lejos de la censura británica. O esa es la gran promesa con que la serie se estrena en la plataforma.

No obstante, no la cumple del todo. La premisa sigue siendo la misma — de hecho, el primer episodio es virtualmente idéntico al original — solo que en esta ocasión el énfasis en los héroes desadaptados, marginados y torpes es casi excesivo.

El grupo de “nerds” (y que antigua se escucha esa palabra en una época como la nuestra) que deciden encontrarse por primera vez en una convención de cómics en Chicago es el resumen de todos los clichés y estereotipos del género, pero suavizados para calzar en nuestra época hipercomunicada y en especial, tan obsesionada con la cualidad de la colección, el registro y la investigación.

La serie parece olvidar por minutos que Utopía depende de su verosimilitud y en especial, de la empatía que puedan despertar este grupo de torpes y desconcertados héroes, que están a punto de encontrar un secreto que podría cambiar la historia — la suya y la del mundo — para siempre.

Como todo argumento conspirativo que se precie, la serie muestra desde sus primeras escenas que la realidad y la fantasía — al menos para su grupo de protagonistas — es un lugar extraño y que se presta a equívocos. Después de todo, son capaces de atravesar buena parte del país para acudir a una convención en la que la atracción estrella — un misterioso cómic que según los rumores, puede predecir eventos futuros — se pondrá a la venta para quien tenga la posibilidad de adquirirlo.

La serie se toma el suficiente tiempo para analizar el motivo por el cual adultos de nuestra época podrían estar interesados en algo semejante, cuando en realidad el hecho no necesita ser explicado y, mucho menos, sometido al escrutinio. Los fans lo son por necesidad y el guion de la serie olvida con demasiada frecuencia que la historia que cuenta depende de esa credulidad infantil, poderosa, pero en especial, persistente de este grupo singular que se topa casi por accidente, con un colosal y peligroso secreto.

Para Utopía es de considerable importancia que sus personajes sean entrañables, por lo que el guion explora sus secretos con una mirada curiosa y curiosamente distante. Desde John Cusack como el autoproclamado “científico extraordinariamente dedicado” Kevin Christie, el vendedor de seguros Ian (Dan Byrd), seguramente el extraño y barbudo Wilson (Desmin Borges), cuyo apellido también es Wilson y Becky (Ashleigh LaThrop), que sufre de una misteriosa enfermedad hasta el enigmático Grant (Javon Walton), que por ahora solo sabemos es “rico”, la serie intenta mostrar a estos cómplices forzados a trabajar juntos, en medio de una situación que les supera casi desde las primeras escenas.

De la misma manera que en su versión original, el misterio lo es todo y tanto como para superar incluso las pequeñas excentricidades de los personajes, que podrían apuntalar de manera mucho más solida la historia alrededor del enigmático cómic y las consecuencias que trae aparejadas su mera existencia.

Pero el guion no tiene el menor interés en resaltar individualidades: la acción empieza pronto, con diálogos calcados de películas de adolescentes y por supuesto, con todo tipo de trucos visuales que se entrecruzan para crear una pretendida atmósfera de enigma mal resuelto.

Flynn tiene toda la capacidad — y lo ha demostrado — para crear y sostener atmósferas poderosas con juegos de efecto y giros de argumentos sorpresivos, pero Utopía carece de frescura y, de hecho, la historia parece tan sometida a los pormenores de versión original, que no termina de mostrar todos sus puntos fuertes — que los tiene — y en realidad cae en los estereotipos inevitables por la mera intención de intentar narrar una historia conocida de forma reconocible, que intenta encontrar personalidad propia.

Por supuesto, quizás también se trate de que Utopía resultaba fresca y novedosa en el 2013, pero para el 2020 y después de los éxitos como Watchmen y The Boys, el tono gamberro, conspirativo y violento de la historia no es más que otro argumento basado en el juego de los extremos y en especial, de la posibilidad de la transgresión de lo que se supone, pueden ser historias que jueguen con la posibilidad de la realidad escindida.

Lo real y la conspiración se mezclan con cierta incomodidad y Flynn parece incapaz de resolver el núcleo real del asunto: ¿cómo creer en un enigma de semejantes proporciones en una época hipercomunicada, cínica y en la que los pequeños enigmas al margen de la realidad son en esencia, simples?

La serie no responde a esas preguntas y a medida que los capítulos transcurren, es más evidente que la mera idea de hacerlo se hace más difusa y abstracta, y al final frustrante. Para Utopia, la realidad carece de sentido y quizás, esa incapacidad de mostrar algún rasgo de verosimilud que sostenga el discurso central, sea su mayor error. Una fantasía que no sorprende demasiado en medio de una retorcida versión de la verdad.