Si la Buffy Cazavampiros de Joss Whedon luchaba contra todo tipo de monstruos mitológicos, la Ava de Simon Barry, en el nuevo original de Netflix Warrion Nun, lleva la dimensión de la lucha entre el bien y el mal a la siguiente escala. Se trata de una reinvención del mito del héroe con capacidades extraordinarias, en medio de una batalla que le supera pero en la que tiene papel central. Y de la misma manera que en el show de Whedon, la reinvención apunta a un tipo de heroicidad relacionada con la capacidad del personaje para superar sus propios terrores, dolores y un duro pasado hasta encontrar la expiación, pasando claro por unas cuantas peleas, monstruos babeantes y una variopinta colección de situaciones extravagantes, todo a un ritmo frenético y con un aire blasfemo.
Pero a diferencia de la obra de Whedon, Warrior Nun no tiene la capacidad visual o argumental de sostener la historia como un todo sólido, más allá del alucinante desfile de escenarios kitsch y la sucesión de escenas disparatadas que el argumento utiliza para sostener baches argumentales, una narración desordenada y, al final, la clara intención del showrunner de brindar a su heroína una redención tardía con armas y explosiones a su alrededor.
Sin nada nuevo que decir, y mucho menos que mostrar, Warrior Nun es una combinación psicodélica de todo tipo de referencias que se amalgaman con cierto mal gusto bajo una superficie en apariencia transgresora.
El cliché de la autosalvación
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Ava (interpretada con torpeza por la debutante Alba Baptista) es una joven mujer que pasó buena parte de su infancia en condiciones degradantes. Un alma en pena que descubre que después de haber pasado años en el lecho de un orfanato, sufriendo los rigores de un trato abusivo, es en realidad poco menos que una heroína destinada a grandes cosas.
Claro está, de la misma manera que otros tantos personajes con destinos brillantes y asombrosos en su camino, el de Ava comienza por una curación milagrosa, que los guionistas usarán en lo sucesivo para apuntalar el hecho de Ava no es solo una mujer con una misión, sino que además también tiene un lado “humano” con el que aun debe lidiar.
El recurso habría resultado efectivo a no ser porque es muy notorio que el argumento no tiene interés en profundizar en la supuesta complejidad de Ava, sino en usar el suceso —a la que la serie dedica varios episodios y líneas narrativas— para justificar el comportamiento errático del personaje, su supuesto narcisismo y, al final, algunas de sus decisiones discutibles.
En realidad, Warrior Nun no sabe muy bien qué hacer con el pasado de Eva y termina por convertirlo en una de las tantas cosas inexplicables que ocurren a su alrededor. De modo que cuando realmente empieza la acción, la percepción sobre la identidad del héroe se desdibuja y se convierte en una mera excusa de fondo para contexto.
Escogida casi por accidente para batallar con armas místicas contra el mal y enfrentar a los horrores que amenazan el mundo a través de un “halo” místico —y la descripción es prácticamente literal—, Ava no parece del todo convencida de su Santa Misión y la elude durante los primeros capítulos, al huir de la Orden de la Espada Cruciforme (especie de organización clerical reclutados para hacer el bien) a la que en principio debería unirse, una vez descubiertas sus capacidades.
¿Quién podría culparla? La escena que muestra la forma en que se adquiere sus poderes es confusa, con un aire trágico impostado y del todo falso, pero que deja claro que Ava tendrá un destino que no escogió y que le resulta excesivo. El argumento predecible de inmediato indica hacia dónde se dirige la acción: nada en Warrior Nun es otra cosa que una fórmula que se mostró muchas veces y de mejor manera.
Ava, haciendo gala de una forzadísima condición de “bicho raro”, lo evita. Mientras su monólogo interior refuerza la sensación que el personaje solo desea escapar —ya sea de sí misma, los que le buscan debido a sus poderes recién descubiertos y su pasado— va de un lado a otro, sin que el argumento logre hacer otra cosa que retrasar lo inevitable.
Porque finalmente, la Orden de la Espada Cruciforme logra encontrar a Ava solo entonces la serie encuentra su ritmo y algo semejante a una identidad. El grupo entrena a Ava en artes marciales, armamentos e intenta ayudarle a que controle sus poderes sobrenaturales, para convertirse adalid de la justicia y los valores cristianos.
Es quizás justamente es esa connotación de maldad y bondad uno de los puntos más bajos de la serie, que refleja el tono simplista del cómic en el cual se basa — criticado por exaltar una ética piadosa tópica y superficial — y lo lleva a un discurso santurrón e incluso sermoneador. Al final, Nun Warrior, que parecía destinada a ser una gran herejía con toques de humor y acción, no es otra cosa que una versión descafeinada del bien tópico, encarnado en un héroe sin muchos deseos de serlo.
Warrior Nun: lejos de su referencia
Basada en el extravagante pero solvente cómic de Ben Dunn de principios de los noventa Warrior Nun Areala, la serie incluso pierde la oportunidad de tirar el hilo de la blasfemia y opta por crear la connotación que esta Orden de monjas con capacidades ninjas y aire sexy están “destinadas” a ser algo más que una gran broma cruel e irónica.
Al igual que otras historias que tienen una relación directa con la religión, la serie usa la percepción de la bendición y la maldición como hilos conductores de acciones y desventuras, sin plantearse cuestionamientos o, mucho menos, confrontar ideas más profundas. De modo que todo resulta básico, incompleto y en el mejor de los casos, un ejercicio argumental descontrolado con algunos buenos momentos para la acción.
El creador y showrunner Simon Barry (Continuum, Van Helsing, Ghost Wars) trata de emular recientes fantasías adolescente con tintes sobrenaturales y de ciencia ficción como Chilling Adventures of Sabrina y Motherland: Fort Salem sin lograrlo. Para cuando la serie llega a lo que presumiblemente es su punto más alto es notorio que el argumento es una copia barata de ideas que en manos un poco más hábiles pudieron ser divertidas e incluso atractivas. Pero aquí terminan por ser pesadas sin mucho sentido y definitivamente aburridas.