Como cada miércoles, a las 12 del mediodía se reivindica en Twitter que #SinCienciaNoHayFuturo. Esto no es algo nuevo. La forma de manifestarse sí, pues la pandemia nos ha obligado a ello. Pero el motivo por el que tantas personas piden que se dé a la ciencia la importancia que merece viene de lejos.

Paradójicamente, España es uno de los países que mejor forma a sus científicos, para luego regalarles, en la mayoría de casos, un futuro incierto. Contratos precarios y de muy corta duración, endogamia, dificultad para la conciliación…. Estas son solo algunas de las muchas lacras de la investigación en nuestro país. Quizás el coronavirus nos ha hecho ser más conscientes como sociedad de la importancia que tiene la ciencia. Pero la ciencia no sirve de nada sin los científicos. Por eso necesitamos darles una situación laboral que no les asfixie. Por eso es tan importante este movimiento.

Científicos que buscan su futuro

Carlos terminó la carrera de biología en 2012. Después hizo un máster en Genética Molecular y Biotecnología y realizó su TFM en un grupo del área de biotecnología vegetal del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS-CSIC). Tras presentar el TFM, se ofreció a trabajar gratuitamente en ese mismo laboratorio para seguir haciendo experimentos y sacar datos que no pudo incluir en su TFM por falta de tiempo. Esto es algo demasiado común entre los científicos españoles que acaban de terminar sus estudios: ofrecimientos para trabajar gratuitamente. Así consiguen experiencia; pero, desgraciadamente, con la experiencia no se come.

Por suerte, su tutor le ofreció ser contratado externamente por dos empresas del sector agrícola para desempeñar aquellos trabajos de I+D que requiriesen. Durante algo más de tres años pudo alternar contratos entre una empresa y otra hasta que una de ellas decidió contratar el mismo servicio que ofrecía su Unidad de Biotecnología con otra compañía de otro lugar de España. Así se rompió su dinámica de contratación continua, aunque obtuvo una experiencia que debería haberle servido para encontrar un trabajo más estable.

Desde entonces alternó dos contratos cortos en la otra empresa, con varios meses de paro en medio. A día de hoy lleva más de siete meses parado, sin rendirse en su búsqueda de empleo, pero la situación no se lo pone fácil. “La forma de contratación que se me ha ofrecido siempre ha sido a través del sector privado, puesto que la financiación pública ha sido escasa en nuestro grupo de investigación”, cuenta a Hipertextual. “El problema es que la financiación privada a veces tiene estos inconvenientes de estar ligada a sus propios intereses y a los del mercado, lo cual me dejaba a mí en una posición de clara desventaja”.

Obligados a cambiar de profesión

Si Carlos lo tuvo difícil, la carrera científica de Francesc Gascó tampoco fue un camino de rosas. Es doctor en paleontología, pero la precariedad de la carrera investigadora le llevó a tomar una difícil decisión en 2016.

“No había trabajo en ciencia y no me daban otro trabajo por haber trabajado solo en ciencia”, explicaba en un tuit el pasado 17 de junio, durante una de las manifestaciones del movimiento #SinCienciaNoHayFuturo.

Ahora es autónomo y se dedica a la divulgación científica, porque se niega a abandonar la ciencia. Pero tampoco es un camino sencillo.

Este es precisamente el futuro de muchos científicos que no quieren abandonar su pasión, pero tampoco están dispuestos a vivir en el extranjero. Y es que ese es el futuro de muchos jóvenes investigadores: emigrar. España los forma y luego los catapulta hacia otros países, con la esperanza de poder volver algún día que en muchos de esos casos no llega nunca.

El origen del movimiento #SinCienciaNoHayFuturo

Una de las principales responsables de este movimiento es la plataforma Ciencia Con Futuro, con cuyo presidente, Santi Rello, nos hemos puesto en contacto en Hipertextual.

A través de un llamada telefónica, este científico, Gestor de Proyectos Internacionales en IdiPAZ y Profesor Asociado de Biología Celular en la Universidad Complutense de Madrid, cuenta que surgieron como asociación en 2017, aunque el colectivo se remonta al 15M.

“Nuestro objetivo es convertirnos en un centro de reflexión para conseguir un mejor sistema de ciencia e innovación en España”, aclara. “Hay una falta clara de financiación, por supuesto, pero también otros problemas”.

Principalmente, hace referencia a dos. Para empezar, se debe regular la forma de contratar, con medidas como que no sean los propios centros los que se encarguen de la selección. Así se evitan “endogamias” lógicas, generadas cuando por falta de financiación un centro que solo puede hacer un contrato elige a esa persona que lleva tiempo esperándolo y trabajando para ellos. El problema es que de este modo ser pierde diversidad investigadora, ya que en muchas ocasiones se acaba teniendo a varios científicos de una misma especialidad y se prescinde de otras. “Esto no quiere decir que se esté contratando a investigadores malos, ni mucho menos”, recuerda Rello. “Pero sí que se pierden investigaciones en ese centro”.

En parte está relacionado con esto otro problema que ha mencionado Carlos en referencia a la solicitud de becas de Formación de Personal Investigador (FPI). “Desde hace unos años, restringieron las opciones de elección de grupos desde cuatro a solo uno, por lo que si pretendes solicitarla y ser elegido tienes que asegurarte muy bien de que ese grupo para el que quieres optar estaría interesado en ti”, explica. “Además, tendrías que competir con otras personas que optasen a ese grupo de investigación, por lo que las posibilidades de obtener esta beca se reducen”.

Apuesta por la carrera investigadora

La segunda cuestión a la que hace referencia Santi Rello es la necesidad de dotar mejor la carrera investigadora. “Por lo general, la financiación para una tesis se mantiene durante tres o cuatro años”, narra. “Sin embargo, los contratos postdoctorales son de solo dos años. En la mayoría de áreas del saber es imposible llevar a cabo una investigación de calidad en ese tiempo”.

Esto supone problemas como que muchos investigadores sigan durante más tiempo con su investigación, pero ya sin ningún tipo de financiación. No obstante, al final se ven obligados a moverse y es aquí donde se genera una gran desigualdad. “Puedes llegar a un grupo en el que alguien se acaba de ir, dejando la investigación casi terminada”, ejemplifica. “En ese caso, casi sin trabajar, en muy poco tiempo obtienes grandes logros, que en realidad debería haberse llevado la otra persona”.

Muchos científicos aguantan para que no les pase esto, pero lo hacen sumidos en la precariedad.
Todo esto es algo que reivindican otros muchos investigadores, como Conchi Lillo, doctora en neurociencias y profesora e investigadora en la Universidad de Salamanca. Durante las semanas anteriores ha sido una de las personas más activas en las manifestaciones virtuales de #SinCienciaNoHayFuturo. Según explica en conversación con este medio, lo ha hecho así porque durante toda su carrera investigadora ha tenido que ir sorteando las dificultades que se le han presentado a la hora de solicitar ayudas, contratos, proyectos de investigación, etc.

“Las personas que nos dedicamos a la investigación sentimos que no se valora suficientemente la carrera investigadora en este país, que necesita un proyecto de futuro importante e invertir de forma seria en investigación, apoyando a este colectivo tan menospreciado por cualquiera de los gobiernos que ha tenido España”.

¿Ha habido un buen momento para la ciencia española?

Los nostálgicos dicen que cualquier tiempo pasado fue mejor. ¿Pero se aplica esto también a la ciencia en España?

“Solo recuerdo que cuando inicié mi carrera investigadora y conseguí una beca para realizar la tesis doctoral fue una época en la que nuestra situación, a pesar de que no era para tirar cohetes, no era tan precaria como ahora, rememora Lillo. “Sin embargo, ya entonces se generó el movimiento Precarios en el que participé como presidenta de la asociación Innova en Salamanca, porque con las becas con las que trabajábamos no nos permitían tener ningún tipo de derecho laboral”.

“Gracias a estos movimientos conseguimos que desaparecieran las becas y se convirtieran en contratos. Hoy en día, estos colectivos siguen luchando por conseguir derechos que todavía se les siguen negando. Sin embargo, en aquel entonces, haber tenido un expediente decente te aseguraba conseguir medios para realizar una tesis doctoral. En la actualidad estoy convencida de que con el expediente académico que yo tenía (que no era malo pero tampoco era el mejor), no hubiera conseguido los contratos predoctorales actuales.”

A todo esto, Santi Rello añade que en los 90 hubo bastante inversión, pero más que en ciencia en “ladrillo científico”, pues se abrieron muchos centros.

Sin embargo, muchos de esos tenían todavía a sus investigadores sin plazas fijas. Aun así, lo peor vino después. “Desde la crisis de 2007 vivimos en la precariedad más absoluta”.

#SinCienciaNoHayFuturo y sin conciliación perdemos científicas

Las científicas españolas se han encontrado también con un gran obstáculo en sus carreras investigadoras en el momento de decidir si querían ascender en su trabajo o ser madres. Esta fue de hecho la razón por la que en 2018 se originó el movimiento #OcientíficaOmadre. Es algo de lo que también se ha percatado Conchi Lillo. “En esta profesión si no publicas y consigues proyectos de investigación para seguir trabajando, no promocionas”, aclara. “Ser madre tiene como consecuencia que haya un parón importante en todos estos factores. Hasta hace muy poco, en las solicitudes de proyectos de investigación, contratos de investigación o plazas de promoción tu CV se equiparaba al de cualquier otro competidor sin tener en cuenta este parón temporal en el que no puedes producir. Ahora ya sí se tiene en cuenta”.

Esto es un paso adelante, pero aún falta mucho por andar. “La conciliación laboral en ciencia es irreal. No solo necesitamos inversión, necesitamos que la carrera científica cuente con garantías de estabilidad”.

¿Deberíamos mirar más hacia fuera?

Muchos investigadores, hartos de la precariedad vivida en España, optan por irse a otros países. ¿Deberíamos intentar entonces parecernos a alguno de ellos para que nuestros científicos no se vayan?

Es una pregunta difícil de responder; ya que, como explica Santi Rello, el modelo de ciencia es muy diferente en cada país y puede que sean fuertes por un lado, pero más débiles por otro. Él personalmente conoce el francés, en el que se combina una parte pública muy bien estructurada con otra privada muy amplia. No obstante, apunta también al modelo de inversión en ciencia de algunos países pequeños, como Estonia o Islandia, en los que también se obtienen muy buenos resultados.

En cuanto a Conchi Lillo, su experiencia más reciente es en Estados Unidos, donde muchos de los españoles con brillantes perfiles científicos se han exiliado. “No sé si deberíamos parecernos a uno u otro país, pero sí aprender de nuestros errores y de cómo se están recuperando los demás”, opina. “En aquellos países donde se ha apostado por promover las carreras científicas e invertir en ciencia e investigación, están saliendo con más garantías de la crisis, porque la ciencia es progreso, porque #SinCienciaNoHayFuturo”.

Laboratorio
Louis Redd/ Unsplash

Se están recogiendo frutos, pero muy despacio

Antes de estas manifestaciones virtuales el movimiento #SinCienciaNoHayFuturo ya había salido a las calles en varias ocasiones.

Esto ha llevado a que el gobierno se comprometa a tomar ciertas medidas, pero no suficientes. “La financiación que se acaba de aprobar en España por parte del Ministerio de Ciencia para mantener 2.800 proyectos durante 3 años es de 360 millones de euros, lo mismo que cuestan 14,4 km de vías del AVE”, subraya Conchi Lillo. “Se han quedado sin financiar 1.400 proyectos que estaban bien evaluados. Esto es una vergüenza para un país que quiere estar en la vanguardia de la innovación. Con esto nos quieren dejar claro que su apuesta por el momento no es la ciencia y la investigación en este país”.

Por otro lado, por iniciativa de la plataforma Ciencia Con Futuro, algunos de sus miembros se han reunido recientemente con los Ministerios de Ciencia y Universidades. La respuesta ha sido una prórroga de los contratos que se encontraran en último año durante el estado de alarma. “Esto no es suficiente”, sentencia Santi Rello. “Se debería compensar a todo el sistema de ciencia, no solo a las personas que se encontraran en su último año y que, dentro de lo que cabe, se encuentran en una fase de redacción que podrían llevar más fácilmente en sus casas”.

Quienes empiezan sus contratos de investigación han visto el diseño y la realización de experimentos paralizados y no se beneficiarán de esta prórroga.

Además, al igual que la investigadora de la Universidad de Salamanca, el presidente de Ciencia Con Futuro ha hecho referencia a la financiación insuficiente que se ha aprobado recientemente. “Creemos que ha habido poca receptividad con respecto a nuestras propuestas”.

El coronavirus nos lo ha demostrado: #SinCienciaNoHayFuturo

Nunca habíamos confiado tanto en la ciencia y la sanidad como durante esta pandemia de coronavirus. Sin embargo, del mismo modo que los aplausos se apagaron, dando paso al trato injusto hacia los sanitarios, la concienciación sobre la importancia de la investigación científica no parece que vaya a durar mucho.

“La ciencia no responde a los problemas urgentes, sino que requiere su tiempo”, recuerda Rello. “Durante la epidemia de SARS de 2003 el grupo de Luis Enjuanes se encontraba investigando una vacuna contra este coronavirus, pero pasó la moda y con ella la financiación”.

Este científico tuvo que detener esta línea de investigación y buscarse otra más actual con la que conseguir algo de financiación para salir adelante. Como él, otros científicos de todo el mundo han hecho ver este problema. Si aquellas vacunas se hubiesen seguido investigando hoy dispondríamos de una base muy sólida para obtener una contra el SARS-CoV-2. Sin embargo, ha sido necesario empezar prácticamente desde cero, lo cual requiere unos tiempos largos, que en muchas ocasiones la población no comprende.

Por eso, esto debería haber servido para crear conciencias. Santi Rello cree que se ha abierto una ventana de oportunidad perfecta, que se cerrará si no se empieza a trabajar en serio en los próximos presupuestos del estado. Se estaría perdiendo una oportunidad de oro.

Aludiendo al refranero español, este científico recuerda que “siempre nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena”. Es lo que nos ha ocurrido con esta pandemia. Hemos llegado a ella sin armas con las que combatirla, pero quizás sirva para que abramos los ojos a la importancia de la ciencia. Si no lo hacemos, puede que ya sea demasiado tarde cuando llegue la próxima tormenta.