Si en la primera ola de coronavirus los protagonistas fueron los sanitarios, ahora los profesionales cuyo nombre más resuena son los famosos rastreadores. Eso no significa que los sanitarios hayan dejado de ser importantes. De hecho, lo fueron siempre, también antes de la pandemia; aunque, como con la ciencia, solo nos acordemos de ellos cuando nos hacen falta. No obstante, ahora que sabemos mucho mejor cómo funciona el virus, el papel de estos detectives de lo invisible se ha hecho crucial para evitar la vuelta de la transmisión comunitaria.

El ministro de Sanidad, Salvador Illa, anunciaba ayer en rueda de prensa que en ese momento había activos en España 201 brotes, 15 más que en el anterior informe, emitido el viernes. Comunicaba también que en algunas zonas de Aragón y Cataluña ya ha comenzado a darse transmisión comunitaria o, lo que es lo mismo, una cantidad elevada de contagios de origen desconocido. Es precisamente por esta razón por la que los sanitarios de estas regiones, y también de otras todavía menos afectadas, han reclamado la necesidad de más rastreadores. ¿Pero por qué son tan importantes?

Detectives para dar con el origen de todo

“Cuando epidemiología nos confirma un positivo, lo llamamos e indagamos dónde se pudo haber contagiado”.

Con estas palabras comienza a relatar su trabajo Francisco Carmona, agente de salud pública y rastreador en el Distrito de Poniente, en Almería.

Una vez que se ponen en contacto con esa persona comienza el cuestionario destinado a detectar el origen del contagio. En primer lugar se les pregunta si estuvieron en contacto con algún positivo en los últimos 14 días. Si no es así, se les pide información sobre sus contactos estrechos. “Les preguntamos sobre las personas con las que han hablado durante más de quince minutos y a menos de dos metros de distancia en los 3 o 4 días anteriores al inicio de los síntomas”, narra Carmona. “Además, les pedimos que nos hablen sobre sus actividades: visitas, desplazamientos en transporte público, asistencia a supermercados o centros sanitarios…”.

De este modo no solo se busca conocer cómo empezó todo, sino también localizar a aquellas personas que hayan podido contagiarse por el contacto con este individuo. Precisamente con este fin, se piden los números de teléfono de todos los convivientes, sean o no familiares del positivo.

Durante los días posteriores se hace un seguimiento a todas estas personas, para ver si desarrollan síntomas. Además, en caso de contactos muy estrechos, se les hace la PCR para descartar si están contagiados. Así se pueden agrupar los positivos en brotes, con el fin de controlarlos antes de que se expandan demasiado.

Madera para ser rastreador

También en la rueda de prensa de ayer, tanto Salvador Illa como la doctora María José Sierra, del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias, mostraron su preocupación por los brotes surgidos en lugares de ocio nocturno, por ser mucho más difícil detectar a todos sus contactos. Ante estas situaciones, además de un llamamiento a la responsabilidad individual, es importante contar con un mayor número de rastreadores. ¿Pero qué se necesita para ejercer esta profesión?

Francisco Carmona tiene la titulación de farmacia, pero no es la única carrera detrás de los múltiples rastreadores que trabajan actualmente en España. “Otros Agentes de Salud Pública como yo son veterinarios”, recuerda. “Además, hay enfermeros, epidemiólogos y otros médicos”.

Son muchos, pero no suficientes. “Necesitamos más gente, porque esto va a más”, advierte.

Para ello, según explica este profesional, podría reclutarse a personas con otras titulaciones, siempre que reunieran dos cualidades muy importantes. “Es importante tener una buena capacidad indagatoria y de convicción”, señala. “Las encuestas son siempre las mismas, pero a veces hay que salirse de ellas para dar con el origen del problema”.

Remarca la importancia de la convicción por la necesidad de saber explicar a los positivos asintomáticos que, aun encontrándose bien, deben aislarse como el resto de enfermos. “Algunos son muy poco colaboradores e insisten en que, si ellos se encuentran bien, no tienen por qué quedarse en casa”.

Ante este problema, está claro que se necesita más personal. En Alemania hay un rastreador por cada 4.000 habitantes. En España se calcula que de media se necesitaría uno por cada 5.500. Eso supondría un total de 8.500 rastreadores trabajando dentro de nuestras fronteras. Sin embargo, apenas superamos los 3.500. Damos pasos, pero sigue habiendo asignaturas pendientes. Contratar a más de estos “detectives” es una de ellas.