Ahora que el uso de mascarillas es obligatorio en casi la totalidad de España, así como en otros países, son muchas las personas que se quejan por ello. Unos protestan por el calor, otros porque les agobia y otros porque es un atentado contra su libertad. No obstante, ninguna de estas premisas es una razón suficiente para dejar de utilizar un elemento que puede salvar muchas vidas. Y no es algo que digan solo los científicos, pues numerosas situaciones cotidianas lo demuestran. Buen ejemplo de ello es el de dos peluqueros con coronavirus, cuyo caso ha sido descrito recientemente por el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC).

No vayas a trabajar con síntomas

Tanto en España como en Estados Unidos y otros países se recomienda a los trabajadores que no acudan a sus puestos en caso de tener fiebre u otros síntomas relacionados con la COVID-19.

Sin embargo, una cosa es lo que se recomienda y otra lo que se hace. Muchos empleados aseguran no estar en disposición de hacerlo, por miedo a perder sus trabajos. Otros, simplemente, no lo ven necesario, por manifestar síntomas muy leves.

No sabemos cuál era la situación de los peluqueros con coronavirus protagonistas de este estudio. Lo que sí se conoce es que la primera estuvo trabajando con normalidad durante ocho días en los que experimentó síntomas respiratorios. Solo dejó de acudir a su puesto cuando recibió un diagnóstico positivo de PCR. Uno de sus compañeros (el género no se especifica en el estudio) también lo hizo, aunque solo durante cinco días. Este último empezó a sentir los síntomas más tarde, por lo que se asume que se contagió de su colega, ¿pero qué pasó con los clientes?

Unsplash | Macau Photo Agency

Dos peluqueros con coronavirus y 141 mascarillas

Tras conocerse el diagnóstico positivo de los dos estilistas, se procedió a hacer un rastreo de sus contactos, empezando por los clientes que habían acudido al salón de belleza durante el periodo en el que fueron sintomáticos. En total se localizaron 139 personas en esta situación.

Todos se sometieron a un seguimiento durante catorce días desde el momento en el que fueron atendidos por los peluqueros con coronavirus. En ese periodo, ninguno manifestó síntomas, pero la cosa no quedó ahí. También se realizó la PCR a los 5 días a 67 de ellos, todos con un resultado negativo.

En cuanto a los contactos personales de los dos peluqueros, se detectaron seis, cuatro relacionados con la primera y dos con el segundo. Estos dos últimos no llegaron a manifestar síntomas. Sin embargo, el marido, la hija y el yerno de la primera estilista, así como el compañero de piso de la pareja más joven, sí que desarrollaron sintomatología y dieron positivo en la prueba de COVID-19. Había algo que diferenciaba a estos contactos directos de los clientes. Lógicamente, los familiares habían mantenido con la peluquera contagiada una relación más estrecha. Pero los clientes habían permanecido con ella durante tiempo suficiente para poder contagiarse, además a una distancia muy corta. También podrían haberse contagiado, si no fuera porque todos llevaban mascarilla.

La importancia de usar mascarilla

Cuando se entrevistó sobre el uso de mascarilla a una selección de 104 clientes, todos aseguraron haberla llevado mientras fueron atendidos por los peluqueros con coronavirus. De hecho, no podrían haber accedido al servicio si no hubiese sido así.

Las había de todo tipo. 49 de ellos aseguraron que llevaban puesta una mascarilla de tela casera, 48 explicaron que la suya era quirúrgica, 5 habían optado por una KN95 y, finalmente, hubo 2 que no recordaban qué tipo de mascarilla llevaban en ese momento.

En cuanto a los peluqueros, los clientes explicaron que ambos usaron en todo momento una mascarilla para atenderles, ya fuera quirúrgica o casera.

A día de hoy sabemos que las mascarillas quirúrgicas e higiénicas evitan que quien la lleva puesta contagie a las personas que le rodean. Por eso se recomienda su uso general a la población y era suficiente para proteger a los clientes de los trabajadores enfermos.

Algunas limitaciones, pero mucho de lo que aprender

En este caso, los propios autores del estudio reconocen que existen algunas limitaciones en los resultados. Por ejemplo, solo se reclutó a las personas que fueron atendidas durante el periodo sintomático de los peluqueros con coronavirus, a pesar de que dos o tres días antes el inicio de síntomas la carga viral se encuentra en su punto más elevado. Además, la mayor parte de tareas realizadas por esos estilistas fueron cortes de pelo y tintes, por lo que los clientes se encontraban de espaldas a ellos y el contagio sería más difícil que si hubiesen estado de frente. Sea como sea, que ninguna de las más de 100 personas que pasaron por sus manos durante una semana de síntomas haya contraído la COVID-19 es digno de reseñar.

Sobran las pruebas sobre la eficacia de las mascarillas, como también lo hacen las que muestran que no causan hipoxia ni ninguna de las atrocidades expuestas por quienes se oponen a su uso. Usar mascarilla es uno de los mayores actos de bondad y altruismo que podemos realizar en los tiempos que corren.

Esos dos peluqueros fueron irresponsables al acudir a trabajar con síntomas, pero no sabemos qué les llevó a hacerlo. Lo que sí sabemos es que gracias a un acto tan simple como colocarse mascarilla protegieron a sus clientes. Pero también a la abuela de esa chica a la que retocaron las mechas o a la vecina a la que ese hombre al que cortaron el pelo suele llevar la compra a casa. Cuando nos ponemos esta nueva “prenda” nos convertimos en verdaderos superhéroes. Eso sí, solo si nos la ponemos correctamente. En la frente, en el codo o con la nariz por fuera no nos convierte en héroes. Visto lo visto, que cada cual juzgue en lo que nos convierte.

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