En 1678, el comerciante de telas holandés Antonie van Leeuwenhoek decidió probar su nuevo artilugio para mirar de cerca una muestra de semen. Había diseñado el que se convertiría en el primer microscopio de la historia para hacer una revisión más cercana de los tejidos con los que comerciaba, pero pronto descubrió que tenía otras muchas aplicaciones. En este caso concreto, logró ver una especie de “pececillos”, a los que calificó como animáculos, nadando de lado a lado, a gran velocidad. Era la primera vez que alguien veía de cerca el movimiento de los espermatozoides. De hecho, era incluso la primera vez que alguien observaba las células sexuales masculinas.

Desde entonces, la observación al miscroscopio de las muestras de semen es algo muy habitual, especialmente antes de comenzar cualquier tratamiento de reproducción asistida. Los aparatos empleados para ellos son mucho más avanzados que el rudimentario microscopio de van Leeuwenhoek; pero, incluso así, la imagen sigue siendo la misma: espermatozoides moviendo su cola a lado y lado, simétricamente. Esto invita a pensar que es lo que realmente ocurre. Sin embargo, estas células llevan más de 300 años engañándonos a través de un efecto óptico.

Detrás del movimiento de los espermatozoides

Todo empezó cuando un equipo de investigadores, procedentes de la Universidad de Bristol y la Universidad Nacional Autónoma de México, decidió observar el movimiento de los espermatozoides de una forma mucho más exhaustiva.

Para ello, utilizaron un microscopio en 3D y una serie de algoritmos matemáticos que permitían reconstruir las imágenes tomadas por este. De ese modo, observaron que, en contra de lo que hemos pensado durante siglos, las células sexuales masculinas mueven sus colas solamente hacia un lado.

El resultado debería ser que se muevan en círculos, pero si hay algo que sí está claro es que, de un modo u otro, logran avanzar hacia delante. De hecho, si no fuera así, jamás lograrían llegar hasta el óvulo.

Gracias a las técnicas de última tecnología empleadas por estos investigadores, cuyo hallazgo se publica hoy en Science Advances, ahora sabemos por qué.

Convertir asimetría en simetría

El movimiento de los espermatozoides, inicialmente errático, se resuelve gracias a un giro simultáneo de la cabeza, que les permite compensar el viraje hacia un lado.

En realidad, lo que ocurre es algo conocido en física como precesión. Se define como “el movimiento asociado con el cambio de dirección en el espacio, que experimenta el eje instantáneo de rotación de un cuerpo”. Puede verse comúnmente en una peonza, pero también es un concepto característico de la astronomía; que sirve, por ejemplo, para explicar el desarrollo de los equinoccios.

El problema es que esto no puede verse en un microscopio en 2D. Si nos quedamos solo con las “capas” que estos captan, se verá un movimiento rectilíneo, con la cola moviéndose a lado y lado. Sin embargo, no es más que un efecto óptico.

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¿Por qué es tan importante comprender el movimiento de los espermatozoides?

Más de la mitad de los casos de infertilidad se deben a causas masculinas. A su vez, muchas de estas están relacionadas con problemas en el movimiento de los espermatozoides. Si estos nadan de forma lenta o errática podrían no alcanzar su objetivo, dando lugar a una fecundación fallida.

Por eso es tan importante comprender cómo se mueven. El hallazgo de estos investigadores rompe con todos los esquemas establecidos hasta el momento, pero eso no es malo. Tener datos nuevos al respecto puede aportar una mejor comprensión de la motilidad espermática y, con ello, nuevas soluciones para los problemas asociados a ella. Nos han timado durante todos estos años, pero al menos ahora los científicos han dado con su truco.