El negocio de las motos eléctricas compartidas va camino de sufrir el efecto contagio del problema que ya afectó en su momento a los coches, bicis y patinetes compartidos. Son ecosistemas muy aceptados por los usuarios, pero que conviven con unos elevados costes que terminan por afectar a sus cuentas.

Acciona, dedicada al sector de las motoso eléctricas compartidas en Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Sevilla, Milán, Roma y Lisboa acaba de presentar sus cuentas en el Registro Mercantil. Unas cifras que solo hablan de los números de 2019, año en el que ya perdían 4 millones de euros.

Una buena cifra comparada con los 160.000 euros en ingresos de 2018 –año en el que comenzaron operaciones–, pero que sigue la estela de los resultados de su competencia en lo que a movilidad compartida se refiere.

Ciertamente, Acciona Mobility cuenta con el respaldo de la propia Acciona para mantener sus cuentas. Como filial de la multinacional, dispone de un crédito inicial de 14 millones –más 2 millones adicionales– que vencen en abril de 2023. De ese préstamo, según el Registro Mercantil, ya se ha dispuesto la totalidad.

¿Problema a futuro? Según declaraciones de la compañía a Cinco Días, el hecho de tener el respaldo del Grupo Acciona es un garante a largo plazo y aseguran que harán frente a sus compromisos financieros a corto plazo.

En toda esta historia, hay que recordar un hecho importante. Las cuentas presentadas por Acciona solo hablan a cierre de 2019; habrá que ver cómo evolucionan esos datos en 2020. Pese a la reactivación de las flotas en la mayor parte de las ciudades, la crisis sanitaria por el coronavirus ha sacudido la actividad de las motos eléctricas compartidas.

Y no solo de ellos, la totalidad de los servicios compartidos se vieron en la obligación –algunos por orden de los Ayuntamientos y otros ante la ausencia de usuarios en las calles– de dejar de operar durante casi dos meses.

Ya lo avisaba Uber en su presentación de cuentas trimestrales: 2020 apuntaba a ser un año catastrófico para ellos. Y todo apunta a que para el resto de players del mercado la cuestión no va a ser muy diferente.

Este parón, además, se suma a uno de los mayores lastres del sector: el mantenimiento del propio servicio que ya, desde hace tiempo, apuntaba a ser poco rentable.

Las primeras en caer fueron las bicis, acompañadas por una mala estrategia de una larga lista de compañías chinas. Tras ellas llegaron los patinetes compartidos llenando las capitales con los diferentes modelos de cada compañía. Después de algo más de dos años con el servicio en las calles, el sector ha pasado por sus más y sus menos: normativas con poco recorrido y el deterioro de los vehículos ante un ecosistema hostil en las ciudades.

Un efecto similar al de los coches compartidos, que ya alegaron que el mantenimiento de sus flotas suponía gran parte de sus gastos y pérdidas.