En plena crisis del coronavirus, Rusia acaba de declarar el estado de emergencia, pero esta vez no es por nada relacionado con la COVID-19. En realidad, el motivo ha sido el enorme vertido de combustible que se ha producido en el río Ambarnaya, en Siberia.
Lógicamente, las consecuencias de este accidente serán terribles si no se resuelve a tiempo, de ahí la necesidad de recurrir a medidas tan extremas como el estado de emergencia. Las maniobras de limpieza ya han comenzado, pero la meteorología no está poniendo de su parte para hacerlo más sencillo. Mientras, el diésel sigue su camino, extendiéndose hacia otros cuerpos de agua cercanos, en los que sus efectos pueden ser aún más desastrosos.
Un vertido de combustible peligroso
Todo empezó el viernes pasado, cuando una estación de energía ubicada en la ciudad de Norilsk, al norte de Siberia, se derrumbó, liberando 15.000 toneladas de diésel en el río y 6.000 en el suelo.
Según las primeras investigaciones llevadas a cabo, el derrumbe tuvo lugar a causa de la fusión del permafrost circundante, por motivo del cambio climático. No obstante, estas también apuntan a que las medidas de precaución de la empresa responsable de la estación deberían haber previsto que algo así podía suceder.
Los responsables de la compañía sostienen que notificaron lo ocurrido rápidamente y que actuaron de forma diligente. Mientras, el gobierno ruso y numerosas organizaciones ecologistas critican el retraso con el que se empezaron las maniobras de limpieza.
Con premura o sin ella, el caso es que una semana después estas siguen activas. De hecho, debieron reforzarse ayer mismo, con el fin de ganar algo de tiempo al rápido avance que el combustible está teniendo por el río.
Dificultades en la contención
Desde que se produjo el vertido de combustible, una de las prioridades de los equipos de limpieza es que no avance hacia el lago Pyasino.
Esta es una gran masa de agua, en la que nace el río Pyasina, de vital importancia para la península de Taimyr.
Por eso, se han instalado seis barreras de contención en el río Ambarnaya, para evitar su avance mientras que se trata de limpiar el agua con maquinaria específica para ello.
Desgraciadamente, los trabajadores involucrados han advertido que gran cantidad del diésel ya se ha posado en el fondo y ha fluido hacia el lago. Además, el viento ha empujado varios bloques de hielo sobre las barreras, dejándole vía libre.
Por si esto no fuera suficiente, la zona afectada es un área pantanosa, sin carreteras, a la que solo se puede acceder en coches todo terreno. Por eso, el crudo recolectado deberá mantenerse guardado en tanques hasta el invierno, ya que ahora su transporte se hace muy complicado.
No se había visto un vertido de combustible así desde 1989
En 1989, el petrolero Exxon Valdez encalló cerca de las costas de Alaska, liberando al mar 37.000 toneladas de petróleo.
Este vertido de combustible puso en peligro la industria pesquera de la zona y provocó un inmenso daño en la fauna acuática.
Se considera el mayor desastre ecológico de la historia de Alaska y uno de los más graves del Ártico. Ahora, Greenpeace Rusia compara aquello con lo sucedido en el río Ambarnaya, mientras que el portavoz del Servicio de Rescate Marino de Rusia, Andrei Malov, alerta que se está subestimando la catástrofe.
Esta es también la opinión del portavoz de la agencia de pesca rusa, Dmitry Klokov, quien declaró a la agencia de noticias TASS que restaurar el sistema de aguas contaminadas podría llevar décadas.
Otra catástrofe más para recordar de este fatídico 2020. Esta pone de manifiesto los peligros del cambio climático, pero también la importancia de que seamos conscientes de ellos. Ya es tarde para volver atrás con algunas de sus consecuencias. Por eso, al menos, debemos estar preparados para controlarlas.