Dicen que la nueva normalidad es para los ariscos. Ciertamente, las personas que disfrutan del contacto físico y los abrazos lo están pasando mal al no poder saludar como lo habrían hecho hace solo unos meses. Para otras, en cambio, no tener que dar los dos besos o el apretón de manos de rigor es casi una bendición. En el punto intermedio están quienes no son especialmente cariñosos, pero sí echan de menos el contacto físico con unas pocas personas. ¿Pero qué pueden hacer al respecto? ¿Existe el abrazo perfecto durante la nueva normalidad?

En los últimos días se ha hecho muy popular en redes sociales una infografía de The New York Times, en la que se muestran qué gestos se deben hacer o no a la hora de abrazar a una persona. No es algo casual, sino el resultado de una entrevista a la científica experta en aerosoles Linsey Marr. En ella, desgrana sus conclusiones después de analizar un estudio de la Universidad de Hong Kong sobre la transmisión de virus respiratorios durante un contacto cercano y lo extrapola a una serie de medidas muy concretas para dar abrazos, minimizando los riesgos.

Para empezar, no te olvides la mascarilla

El gobierno de España, así como los de otros muchos países del mundo, ha dejado clara la obligatoriedad de las mascarillas en ciertos contextos durante la “nueva normalidad”.

Tendrán que utilizarse en la vía pública, en espacios al aire libre y en cualquier espacio cerrado de uso público. Será así siempre que no se pueda garantizar el mantenimiento de una distancia de seguridad de entre 1,5 y 2 metros.

Todo esto cobra una mayor fuerza a raíz de la publicación de un modelo matemático que concluye que el uso de mascarillas, junto a algunas restricciones puntuales, ayudaría a prevenir nuevas oleadas del coronavirus.

Son tan importantes que algunos expertos han llegado incluso a recomendarlas a las parejas durante las relaciones sexuales. Por eso, el abrazo perfecto durante la nueva normalidad debe contener mascarillas.

Elige bien a la persona

Las personas con tendencia a saludar a través de abrazos deberán abandonar esta costumbre, al menos hasta que tengamos un tratamiento o una vacuna.

Sin embargo, podemos sentir la enérgica necesidad de mostrar así nuestro afecto a una sola persona o, como mucho, a unas pocas. Si vivimos con esa persona y hemos mantenido contacto estrecho con ella durante todo este tiempo no sería necesario tomar medidas. En cambio, para esos encuentros tan emotivos que se han comenzado a dar durante las últimas semanas, sí que es una prioridad.

Es importante que no sean individuos de riesgo. Ya habrá tiempo de abrazarles cuando su salud no peligre. Si no lo son, también debemos tener el máximo cuidado, por supuesto, pero la situación es diferente.

¿Qué podemos hacer y qué no?

En la infografía de The New York Times se recogen una serie de posiciones muy concretas que se deben o no se deben hacer durante el abrazo perfecto.

Para empezar, es importante evitar dar abrazos cara a cara. Quizás sean lo más emotivos, pero no es el mejor momento para darlos, ni siquiera con mascarilla. El problema es que, al mirar hacia arriba la persona más baja, su aire exhalado viaja hasta la zona de respiración de la más alta. Esto, si la primera estaba infectada, puede suponer un contagio, incluso si es asintomática.

Tampoco se deben unir mejillas en la misma dirección, pues la respiración exhalada de cada miembro pasa a la zona de respiración del otro. Por el contrario, sí que se pueden dar abrazos si las dos personas miran en direcciones opuestas.

En cuanto a los niños, supone un riesgo menor que abracen la cintura o las rodillas de un adulto. Eso sí, este último debe mirar para otro lado para evitar contagiar al niño. Pasado el encuentro, se puede optar por un cambio de ropa, por si el pequeño ha dejado alguna secreción en ella. Finalmente, siguiendo con los niños, también es admisible darles besos en la parte trasera de la cabeza.

La presión del abrazo perfecto

Esta pandemia pasará y seguiremos interesados en saber más sobre el abrazo perfecto.

Ya no serán necesarias las mascarillas, ni cuidar la dirección de la mirada de los miembros del abrazo. No obstante, sí que hay parámetros interesantes a tener en cuenta.

De hecho, eso es lo que ha estudiado recientemente un equipo de científicos de la Universidad de Toho, en Japón. En su estudio, analizaron cómo reaccionaba un grupo de bebés al abrazo producido por distintas personas. Lo hicieron a través de la monitorización del latido cardíaco de los niños. Además, utilizaron sensores de tacto, para medir la presión ejercida por los adultos.
Se generaron tres escenarios. Uno en el que solo se abrazaba, sin apenas presión, otro en el que se apretaba al bebé con una presión intermedia y otro en el que se hacía más fuertemente. Comprobaron que los niños se tranquilizaron mucho más con el abrazo intermedio que con el suave y, sobre todo, mucho más que con el fuerte, que parecía ser el más incómodo.

También se observó que la sensación de tranquilidad era mucho mayor cuando el adulto era uno de los padres del pequeño. Y no era solo este último el que se relajaba, ya que también se describió una clara relajación en los progenitores.

Todo esto no solo sirve para mostrar a los padres la mejor forma de abrazar a sus hijos Según ha explicado el autor principal del estudio, Hiromasa Funato, en un comunicado, puede incluso servir para detectar etapas tempranas de trastornos del espectro autista (TEA). “Los niños con TEA tienen dificultades en la integración sensorial y el reconocimiento social", explica.

"Por lo tanto, nuestro simple experimento podría utilizarse en la detección temprana de la función autónoma, la integración sensorial y el desarrollo del reconocimiento social en los bebés con alto riesgo familiar de TEA".
Podemos aprender mucho de un abrazo. Sobre todo, nos hará sentir muchas cosas. Demos los que podamos y los que no, guardémoslos para más adelante. La ciencia no tiene nada en contra de darlos todos de golpe.

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