A diferencia de otras pandemias, la del COVID-19 la hemos vivido en un mundo hiperconectado. La cuarentena se ha sobrellevado con ayuda de nuevas tecnologías, como computadoras y teléfonos móviles. El home office, por su parte, se ha convertido en la nueva rutina para muchas personas. Aunque es cierto que no todos los países y comunidades tienen el mismo acceso a dichos dispositivos, mucha gente ha encontrado alivio y respaldo en ellos. Incluso utilizan estos medios para permanecer en casa el mayor tiempo posible, paliar el tiempo libre y mantenerse en contacto con sus seres queridos.
Como bien sabemos, no es la primera vez que la humanidad hace frente a una pandemia. Podemos decir que las secuelas de dichos eventos han transformado la historia para siempre. Algunos cambios fueron para bien, como el mejoramiento de los protocolos y estructuras sanitarias. Pero, lamentablemente, también tuvieron un alto coste de vidas humanas y consecuencias fatales a las que se enfrentaron las sociedades y generaciones completas.
La temible "fiebre española"
En 1918 la humanidad se enfrentaría a una de las pandemias más letales en la historia de la humanidad: la fiebre española. Llamada así no porque fuera el epicentro de la pandemia, sino porque la prensa española dio a conocer la enfermedad con mucha mayor libertad. Recordemos que para entonces gran parte de Europa se encontraba enfrascada en la Gran Guerra, conocida después como Primera Guerra Mundial. Mientras que España permaneció neutral durante dicho conflicto bélico. Las naciones en guerra mantenían un control más férreo sobre la información que llegaba a la prensa.
Se estima que la fiebre española pudo haber ocasionado hasta 100 millones de muertes, solo superada por el sarampión y la viruela. Se trató de una pandemia producida por un brote del virus de la influenza A del subtipo H1N1. Se considera la pandemia más devastadora de la historia humana, ya que en solo un año mató entre 20 y 40 millones de personas. Por otra parte, causó muchos estragos y fue muy temida, pues incluía una alta mortalidad infantil.
Tradicionalmente se identifica a un "enfermo cero": al cocinero Gilbert Michell de Fort Riley en Kansas, Estados Unidos. Este paciente ingresó al hospital el 4 de marzo de 1918. Sin embargo, pocas horas después ya se contabilizaban decenas de casos. Hubo un brote muy virulento en todos los campamentos militares estadounidenses habilitados para el envío de soldados a Europa. Se cree que dicho traslado de hombres fue el que finalmente provocaría el esparcimiento de la enfermedad al resto del mundo. Así como la segunda y tercera ola de contagios en el país norteamericano que lo golpearía meses después.
La fiebre española y el teléfono
Como decíamos líneas arriba, durante la cuarentena actual hemos echado mano más que nunca de las nuevas tecnologías. Utilizamos los móviles para estar conectados. Las aplicaciones en general para trabajar e incluso proveernos de alimentos y demás productos sin necesidad de salir de casa.
Durante la pandemia de la fiebre española el teléfono jugó un papel muy importante para sobrellevar la situación, incluso se aprovechó el asunto para vender más líneas. No obstante, también esta acción pasaría poco después la factura. Para 1918, en Estados Unidos el teléfono comenzaba a extenderse masivamente a todos los hogares posibles. En 1876, Alexander Graham Bell había hecho historia patentando el dispositivo de telecomunicación que cobró gran auge en dicho país justo en el peor momento: durante la pandemia.
Usar el teléfono solo para emergencias
Debemos recordar que el sistema telefónico de entonces requería de asistencia humana para conectar las comunicaciones. Con el paso del tiempo el sistema fue evolucionando hasta ser automático y no requerir humanos para su funcionamiento. Sin embargo, en pleno 1918 las cosas eran muy distintas y las operadoras asistían a trabajar con regularidad para enlazar las comunicaciones. Las compañías habían hecho frente la demanda creciente, pues el aislamiento social llevó a muchos a comprar líneas telefónicas para comunicarse con sus seres queridos sin salir del hogar. Incluso pueden encontrarse anuncios publicitarios al respecto. Otros incluso que hablaban de las ventajas de tener teléfono para que los niños tomaran clases a distancia. Es decir, que los alumnos hablaran con sus maestros vía telefónica.
Al paso de los meses de la pandemia las cosas cambiaron radicalmente. Las compañías comenzaron a publicitar lo contrario y advertían a sus clientes usar el teléfono solo si era estrictamente necesario. La causa: el gran contagio que presentaron sus trabajadores. Algunas compañías reportaron que la mitad de sus empleados se habían enfermado. Así que muy pronto se les conminó a los clientes a usar el teléfono solo para emergencias y no para hablar con sus familiares o amigos.
La reivindicación del inventor
Vale la pena señalar que durante muchos años creímos que Alexander Graham Bell había inventado el teléfono —incluso muchos lo aprendimos así en el instituto. Pero en 2002 se reconoció al verdadero inventor de este aparato que cambiaría el rumbo de la historia: Antonio Meucci. Este hombre, nacido en Italia en 1808, construyó en 1854 un aparato que él llamó "teletrófono", que servía para comunicarse de forma remota de una habitación a otra.
Inventos extraordinarios realizados por mujeres
Y es que debido a la precaria economía de Meucci para patentar su invento, así como a una serie de acciones tramposas y coercitivas por parte de Graham Bell, le fue arrebatado el reconocimiento, y las ganancias monetarias, al inventor italiano. Sin embargo, el 11 de junio de 2002 el Congreso de Estados Unidos reconoció a Antonio Meucci como el inventor del teléfono.