El pasado jueves 26 de mayo, era un día normal en Twitter. Entre hilos, comentarios y memes, Donald Trump lanzaba uno de sus ya clásicos exabruptos por su red social favorita. Esa que ha usado para trasladar buena parte de su discurso, y a la que a la vez ha criticado en numerosas ocasiones al acusarla de tener un sesgo anti-Republicano a la hora de evaluar su contenido, lo que ha acabado ocasionando un debate sobre la denominada Sección 230, también conocida como "las 26 palabras que crearon internet" como lo conocemos.

Así se sucedió todo. Trump lanzaba un tuit que desdeñaba el voto por correo después de que Gavin Newsom, Gobernador demócrata de California, comentara que este tipo de sufragio podría ser el más adecuado en las futuras elecciones dada la situación de la COVID-19.

"El voto por correo no es nada menos que un fraude sustancial. Los buzones serán asaltados, las papeletas falsificadas e incluso ilegalmente impresas y fraudulentamente firmadas", tuiteaba Trump.

El problema -para Trump- llegó cuando Twitter ejecutó en sus tuits sus mecanismos de fact-checking y marcó el mensaje del Presidente de los Estados Unidos como potencialmente engañoso, enlazando a información relativa a las leyes de voto por correo.

Trump reaccionó de forma inmediata con la publicación de una orden ejecutiva encaminada directamente a las redes sociales, en las que se citaba a Twitter, Facebook o Google y se les acusaba de estar ejecutando mecanismos de censura. "Las plataformas 'online' están participando en una censura selectiva que está perjudicando nuestro discurso nacional", dice expresamente la orden.

La pugna siguió tan solo al día siguiente cuando Twitter de nuevo ocultó por “glorificar la violencia” otro mensaje de Trump en contra de las manifestaciones que estos días han tenido lugar en Minnesota a causa del fallecimiento de George Floyd.

"Estos matones están deshonrando la memoria de George Floyd, y no dejaré que pase. Acabo de hablar con el Gobernador Tim Walz [el Gobernador de Minnesota] y le he dicho que el Ejército está con él en cualquier caso. Cualquier dificultad y asumiremos el control pero, cuando empiecen los saqueos [en los disturbios], empezarán los disparos. ¡Gracias!"

Tuit de Donald Trump.

En la orden, se pedía modificar directamente la ‘Sección 230’ de la Ley de Decencia de las Comunicaciones de Estados Unidos, la cual ha regido hasta ahora el papel de las plataformas a la hora de actuar sobre su contenido y ha marcado en gran medida el funcionamiento de la red. En las siguientes líneas, explicaremos por qué es tan importante.

Qué es la Sección 230, o “las 26 palabras que crearon internet”

La orden como tal, además de acusar de censura a las redes sociales, también se compone de un amplio argumentario por parte de la Casa Blanca en la que llega a decir que empresas como Google han colaborado con el Gobierno Chino a pesar de sus políticas de censura.

Donald Trump

En la práctica, el presidente solicita a la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos (FCC) que revise los mecanismos de los que disponen las redes sociales a raíz de la citada sección 230. ¿Pero qué es esta sección y qué la hace tan importante?

Aprobada en 1996 durante la administración Clinton, la Communications Decency Act pretendía regular de alguna forma el contenido de internet en un tiempo de ebullición de los primeros grandes foros y agregadores de contenido. Un mecanismo, en definitiva, para evitar un salvaje oeste que pusiera puertas a la red como posible mecanismo de comunicaciones que pudieran ser susceptibles de delito: pornografía infantil, acusaciones ilícitas o declaraciones que fueran en contra de la soberanía norteamericana.

Sin embargo, en ese texto, la presión de los entonces activistas primigenios de la red consiguió que se colara la citada sección 230, tal y como recuerdan desde la Electronic Frontier Foundation.

Textualmente, la Sección 230 dice que "Ningún proveedor o usuario de un servicio informático interactivo será tratado como el editor o el orador de cualquier información proporcionada por otro proveedor de contenido de información".

En su versión original, este texto que solo cuenta con 26 palabras -en inglés- fueron definido como las “creadoras del internet actual”.

En la práctica, la sección 230 da legitimidad y a la vez deja impune a las plataformas sociales y sitios webs del contenido que en ella publican sus usuarios. Por ejemplo, Twitter no es responsable de una publicación que incita al odio de uno de sus usuarios, pero también le dota de potestad para elegir los mecanismos que considere para editarlos o vetarlos según sus propios criterios -importante esto último-, como ha pasado con los mensajes de Trump.

También protege a las webs o blogs, en los que sus editores no son responsables de los comentarios que dejan sus visitantes. ¿Qué pasaría si no se hubiese aprobado esta norma? Pues que es posible que Twitter, Facebook o Youtube no existieran tal y como los conocemos.

Porque este mecanismo de impunidad cobra realmente sentido en su versión práctica sobre cómo usamos la red. De no existir, cualquier foro o red social debería comprobar las publicaciones de un usuario antes de que se hicieran públicas o, en caso de no hacerlo, podría ser acusado de los mismos delitos de una publicación que estuviera difamando o incitando al odio, por ejemplo.

El mecanismo fue vital en la época ya que consiguió que la eclosión de foros fuera mucho mayor, y desde luego posibilitó que plataformas como Facebook o Twitter crecieran como lo han hecho. Jamás habrían tenido la penetración que han tenido si sus usuarios no hubieran podido publicar de forma inmediata, aunque sus contenidos después pudieran ser revisados. Hasta ahora, la 230 ha sido la base legal sobre la que se han desestimado muchas denuncias de usuarios que se han quejado de supuesta censura en las redes sociales.

La cara B de la sección 230 y las posturas contrapuestas de Twitter y Facebook

Eso sí, la derivada que ha tomado esta norma tampoco ha estado fuera del debate. Desde hace meses iniciativas en Estados Unidos tanto por parte del partido Republicano como Demócrata han puesto en la agenda su revisión.

Hoy Twitter puede ocultar un tuit que considera problemático, pero bajo ese mismo mecanismo, hay quien acusa también de la posibilidad de censura. Es ahí donde parece que le hierve la sangre a Trump, que no vio con buenos ojos las últimas actuaciones sobre sus mensajes, y que siempre ha acusado a Twitter -y la cultura de Silicon Valley en general- de tirar hacia los posicionamientos de izquierdas.

Tampoco queda fuera del debate la opción contraria, la de apostar de forma completa por la no intervención, como ha hecho Facebook últimamente, capaz de censurar cualquier pezón femenino por la vía del algoritmo en Instagram pero que deja correr -con algunos mecanismos de fact-checking en los últimos años, eso sí- mensajes incendiarios que muchas veces no hacen honor a la verdad.

En este sentido, la pugna de Trump contra las redes sociales también ha servido para ejemplificar las diferencias de planteamiento de las dos plataformas. Mientras Jack Dorsey, CEO de Twitter, se ha mantenido fuerte en sus políticas, Mark Zuckerberg aseguraba estos días en una entrevista con FOX que en su plataforma no se habrían censurado las palabras de Trump.

"Tenemos una política distinta a la de Twitter en este aspecto. Creo decididamente que Facebook no debería erigirse en árbitro de la verdad sobre todo lo que la gente dice en línea" aseguró Zuckerberg.

Esta divergencia entre ambas redes sociales es un punto más en su disparidad de opiniones. Desde octubre, Twitter prohíbe la promoción de mensajes políticos en su plataforma, algo que Facebook sigue permitiendo.

¿Llegará a prosperar la idea de Trump?

Dicho todo esto, la mayoría de expertos han tildado la Orden Ejecutiva de Trump como algo complicado de llevarse a cabo, principalmente porque choca directamente con la Primera Enmienda de la Constitución Estadounidense, la cual defiende la libertad de expresión y, sobre todo, limita la validez de forma inicial cualquier nueva norma que haga que esta retroceda.

Esa es la postura que mantiene por ejemplo EFF tras examinar el texto legal, que además ahora debería iniciar un periodo de 60 días de tramitación con la Administración Nacional de Telecomunicaciones e Información de Estados Unidos para evaluar cómo se puede aplicar. Y, en caso de hacerlo, y chocar con la Primer Enmienda, requeriría de un consenso prácticamente imposible entre demócratas y republicanos para ejecutarla.

Pero imaginemos que sale adelante. ¿Qué pasaría? En ese caso, las primeras lecturas apuntan a que las redes sociales deberían ceñirse a su posición como meras plataformas de contenido, sin poder borrar, editar o señalar ningún contenido como inapropiado. De no querer seguir esta vía, las redes sociales podrían acogerse al papel de ‘Editores’, la figura legal que en Estados Unidos tienen los medios de comunicación, y que sí que los podría hacer partícipes legales de los mismos delitos en los que pudiera incurrir cualquier comentario o publicación hecha por un usuario.

El debate está abierto, y toca esperar para ver hacia dónde evoluciona todo esto, aunque la postura general indica que este podría ser otro paso más ante la pérdida del carácter original y supuestamente neutral -con todas las comillas según el proveedor y dueño de las plataformas- con el que nació la red.