Minutos antes de entrar en clase, le dijeron a Bárbara Hernández que a partir de las 5 de la tarde se cerraban las puertas del colegio concertado en el que trabaja en Barcelona. Faltaban pocos días para que se decretara el estado de alarma y empezara la cuarentena por la crisis del coronavirus. La profesora de Educación Primaria no tuvo tiempo de preparar nada, solo pudo decirles a sus alumnos que cogieran sus libretas, sus estuches y un libro de la biblioteca para llevarse a casa. De la noche a la mañana, todo se haría online. Muchos de los alumnos de Hernández, que tienen alrededor de 10 años, forman parte de la llamada Generación Alfa, la primera totalmente digital. Podríamos pensar que para ellos no sería una tarea complicada hacer un seguimiento de las clases de manera online. Sin embargo, en algunos aspectos sí lo es.

Desde que se digitalizó el sistema educativo a prisa y corriendo, a muchos profesores les cambió la rutina de un día para el otro y muchos se quejaron de que las herramientas para facilitar las clases online no estaban disponibles para todos. En otros casos, el reto ha estado en mantener el contacto con los alumnos y conseguir que se adecúen a las nuevas rutinas digitales, a pesar de que la tecnología ha estado presente en sus vidas desde su nacimiento. "La mayoría de niños que yo tengo en la clase juegan con el ordenador, con la PlayStation, con las apps y con WhatsApp. No con teléfono propio quizá pero sí con el de sus padres y saben crear grupos, subir imágenes y memes. Incluso en alguna presentación de Power Point, eran capaces de buscarme algún GIF y ponerlo en la presentación", explicó Hernández.

"Estas herramientas les motivan y ven la manera de hacerlas suyas, van investigando solos, a tientas, como si fueran palpando poco a poco y van encontrando el camino. El problema es cuando les pides que tienen que utilizarlas en un contexto escolar y para hacer un trabajo, no para jugar. Esto no les motiva tanto, no les gusta, y como quieren que les salga todo de manera inmediata, dicen directamente que no lo saben hacer".

En muchos aspectos, la maestra reconoce que muchos niños pueden realizar tareas que algunos adultos consideran de un nivel superior en el ámbito tecnológico. Sin embargo, cosas más sencillas como crear un documento y poner un título centrado cuesta más. Por ejemplo, añade, pueden buscar por YouTube un vídeo que les explique cómo pasarme una pantalla de Fornite pero no saben buscar otro que explique cómo entender una ecuación matemática, no saben cómo hacerlo.

La generación no lo es todo

Los niños están considerados nativos digitales porque han nacido en un contexto histórico en el que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación marcan la pauta de funcionamiento del mundo social, siendo uno de los rasgos que definen a nuestra sociedad. Así lo describe Mariano Urraco, doctor en Sociología, licenciado en Antropología Social y Cultural y profesor en la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA), y añadió que hay que matizar mucho la idea de generación porque no todos los individuos han tenido el mismo contacto con la tecnología aunque hayan nacido en el mismo año.

"Generación es una de esas nociones que hay que manejar con precaución, porque tendemos a imaginar que actúan como una especie de horóscopo, de tal manera que todos los nacidos en determinados años pasan a formar parte automáticamente de una misma generación, cuando la realidad es mucho más compleja", explicó. Por ejemplo, algunas personas pueden tener diferentes manejos de la tecnología, no las utilizan con los mismos fines o son víctimas de la brecha digital.

Ser docente en tiempos de coronavirus: «Los ‘profes’ estamos buscándonos la vida como podemos»

Por lo tanto, muchos de nosotros tenemos la creencia de que los niños saben mucho de tecnología y con ello, según Urraco, se confunde el medio con el fin. El sociólogo indicó para Hipertextual que el imaginario colectivo está lleno de escenas de películas en las que "hackers imberbes y autodidactas son capaces de burlar la seguridad de grandes corporaciones y gobiernos", aunque la realidad es distinta. Es cierto muchos nativos digitales saben manejar dispositivos tecnológicos, aunque la mayoría de las veces el uso está centrado en el ocio y no es habitual que se interesen ni que comprendan el funcionamiento real de dichos dispositivos más allá de su necesidad más inmediata, tal y como apuntaba Bárbara Hernández.

Asimismo, Urraco señaló que hay que tener en cuenta que los desarrolladores intentan hacer que sus dispositivos sean lo más sencillos posible. "No es, pues, tanto ‘mira qué listo, que con dos años sabe usar tal cosa’, sino, ‘mira qué listos los que lo han diseñado, que lo puede utilizar hasta un niño de dos años’".

Para conseguir que la brecha del conocimiento se estreche, primero que hay que combatir otra brecha: la digital. Posteriormente, es necesario que la educación se reoriente hacia una integración, continuó el sociólogo, de estos elementos que son básicos en este siglo.

"Esto implica, necesariamente, un cambio de paradigma educativo, que nos lleve hacia una redefinición del rol del docente, que ya no es el "depositario" único de un saber que se encuentra hoy en internet, sino que debe ser el guía que enseñe a los ciudadanos en formación cómo llegar al conocimiento y, sobre todo, cómo manejarlo de una manera tanto crítica como productiva".

Formarse o reciclarse

National Cancer Institute/ Unsplash

Para Silvia Prieto, directora de I+D+i de Udima y experta en E-Learning, la educación ha sufrido un cambio desde la crisis del coronavirus y no hay marcha atrás. No obstante, este cambio se ha hecho de una manera abrupta y no ha sido ni planificado ni estructurado. El E-Learning, explicó en entrevista con Hipertextual, tiene sus propias características que muchos profesores no conocen. La experta lo comparó con el teletrabajo, que ha provocado que muchas empresas y trabajadores que no estaban listos para este paso estén llevando a cabo dinámicas que no son las adecuadas.

"En E-Learning, el diseño de los cursos es específico para hacerlo online, no es que un curso presencial me lo paso directamente a videoconferencia y les mando deberes a distancia. Los materiales suelen estar adaptados", dijo.

En España, muchas escuelas están empezando a implementar una estrategia digital. Todos hemos visto las pizarras electrónicas en algunos centros educativos, así como tablets y ordenadores al alcance de los alumnos. Pero no es suficiente. Según Prieto, hay que poner el énfasis en replantear el sistema educativo y en cómo los estudiantes procesan la información, porque no todo está centrado en la herramienta TIC o en el recurso tecnológico. Sin embargo, antes de que se tomen medidas en el sistema educativo, sería necesario, tal y como destacó Mariano Urraco, que el ecosistema digital ponga todas las facilidades.

"Hay estudiantes en España que no tienen ordenador. Es sorprendente pero es así. El Índice de Economía Digital de la UE dice que en España estamos por debajo de la media europea en cuanto al uso que los ciudadanos hacemos de la tecnología y la conectividad en los hogares. Es un problema sociodemográfico".

Estos retos no son fáciles de arreglar si además tenemos en cuenta el conocimiento tecnológico de los niños y jóvenes como consecuencia. Prieto concuerda en que muchos tienen una comprensión superficial de la tecnología y la utilizan solamente para fines específicos. Redes sociales como TikTok o juegos como Fortnite. Además, el desconocimiento puede llegar a ser también un peligro para ellos porque no son conscientes de los peligros para la privacidad o seguridad de los datos. "Tampoco saben seleccionar y evaluar críticamente la información y viralizan ciertas noticias que son fake news porque no las contrastan", alertó la experta.

En las próximas empezará la desescalada y se planea que las clases se retoman en septiembre. Sin embargo, varios expertos y epidemiólogos apuntan a que es muy posible que haya un rebrote del coronavirus y que sea necesario establecer otra cuarentena, aunque sea de menos duración. Por ello, los centros deben reflexionar, según Prieto, sobre las cosas que la tecnología les ha proporcionado durante estas semanas y saber cómo abordarían la situación si volviera a pasar para subsanar los errores que hayan podido cometer.

Para Bárbara Hernández, si esto volviera a pasar, las cosas serían muy diferentes. En estas semanas de confinamiento, el reto consistía en enseñar a los alumnos cómo utilizar herramientas como Google Classroom o Meets. "Pero la única manera que tengo de hacerlo es a través de estos canales". El reto consiste en conseguirlo, sin tenerlos cara a cara ni ver lo que ellos están viendo a través de su pantalla, para evitar que se pierda el contacto con el alumno. "Pero ya llevamos tres semanas y todo fluye mucho mejor. Ya no son 20 alumnos los que preguntan, ahora son 8".

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