¿Cómo se cambia la rutina de cientos –o miles– de estudiantes de la noche a la mañana? Esta incógnita, que en condiciones normales habría llevado meses de coordinación y gestión entre equipos de diferentes niveles, es la que les ha tocado despejar a los docentes de todos los centros educativos de España en los pasados días, tras el cierre decretado por parte de las organismos autonómicos y nacionales en aras de contener la propagación del coronavirus (COVID-19) en nuestro país.

Un cierre que a la mayoría de ellos ha pillado a pie cambiado. Acostumbrados a seguir un modelo de clases presencial, y a pesar de los esfuerzos realizados en los últimos años por digitalizar parte de los contenidos, los acontecimientos se precipitaron de manera tan abrupta que la capacidad de reacción se vio reducida a su mínima expresión. Esto ha dado lugar a un notable desbarajuste organizativo para centros y docentes, obligados forzosamente a acompasar sus estándares de trabajo en un espacio de tiempo ciertamente reducido.

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Porque aunque del COVID-19 se lleva hablando largo y tendido durante semanas, no fue hasta los pasados días 11, 12 y 13 de marzo cuando los diferentes órganos responsables de las instituciones educativas españolas decidieron la suspensión de las clases en colegios e institutos, precediendo al Real Decreto del sábado 14 de marzo, que obligaba a hacerlo a quienes no lo hubieran efectuado ya. Con el fin de semana encima, los docentes se vieron ante el requerimiento, en muchos casos, de tener las clases listas en formato online en tiempo récord, enfrentándose de por medio a plataformas y sistemas desactualizados y llenos de errores.

"Los 'profes' estamos buscándonos la vida como podemos", explica un docente de instituto, que prefiere no revelar su nombre ni el centro en el que imparte clase. "Nos coordinamos entre nosotros a través de los departamentos didácticos y con la Junta Directiva vía e-mail y WhatsApp, pero a Consejería le ha pillado por sorpresa", relata, "de momento está intentando mejorar para dar capacidad a una plataforma propia que ya funcionaba pero que poca gente usaba. Casi todo el mundo prefiere Google Classroom. A día de hoy, su plataforma se colapsa y el alumnado aún no tiene acceso", relata a Hipertextual.

Una situación en la que resulta complicado seguir el ritmo académico, a pesar de encontrarse en educación secundaria y que los alumnos tienen más recursos y capacidades para moverse en el ámbito digital. "El sistema está montado para que sea presencial en un 80 % o más", de modo que resulta muy arduo reprogramar los contenidos, y no digamos evaluar a través de ello, para cambiar todo el marco operativo.

A esto se suman también los problemas logísticos derivados de la explotación del ámbito virtual. El más común: plataformas que no funcionan. "[La plataforma] lleva aquí cerrada toda la semana porque la están intentando poner en marcha", asegura, antes de recalcar que el pasado lunes se les pedía tener ya todo programado y adaptado al nuevo contexto. Además, "La Consejería asume que todo lo pongo yo: ordenador, conexión, etc... El día que tenga un problema, no tengo ninguna solución más que buscarme la vida".

Recursos insuficientes

Carlos Alameda, profesor de educación especial en la Comunidad de Madrid, también expresa que están teniendo que adaptarse rápido a al nuevo paradigma causado por una situación de excepción. La crisis del COVID-19, como en toda España, ha pillado por sorpresa a quienes trabajan en el centro de menores donde imparte clase.

Ante la prohibición de seguir acudiendo al centro, los profesores han decidido crear en la nube una carpeta por alumno, de modo que los educadores sociales que sí se encuentran allí puedan acceder a las mismas para bajar las actividades y hacérselas llegar. "Una vez que los alumnos han hecho esas tareas, las escasean y las suben a la nube para que las vayamos corrigiendo", explica. "Imagínate, es un lío importante".

Clase vacía
Imagen: Changbok Ko.

Asegura que buena parte de las dificultades que se están encontrando vienen dadas por las limitaciones de las herramientas tecnológicas que se encuentran a disposición desde los organismos oficiales, dado que hay ocasiones en las que "no funcionan bien" y, por tanto, impiden completar las tareas previstas.

En la misma línea se encuentran trabajando en un colegio concertado de Castilla y León, según cuenta otra profesora de la misma especialidad que Alameda, que prefiere no hacer pública su identidad. "Nos es muy difícil hacer una modalidad de trabajos en grupo o dinámicas cuando solo tienen papel y boli". Por su parte, intenta transmitir a las familias "que hagan hasta donde puedan", un mensaje de calma para no sobreexigir ni a vástagos ni a progenitores en un momento en el que convivir todos en un espacio contenido puede tornarse más y más complicado con el paso de los días.

Porque otra de las características que marcan el momento es el hecho de que muchos padres y madres se encuentran teletrabajando desde sus respectivos hogares, una medida por la que han optado muchas de las empresas en las que el componente presencial puede suplirse con un ordenador y conexión a internet. Pero ¿qué ocurre cuando se juntan teletrabajo y estudios remitidos de manera telemática?

"Muchas muchas familias nos están diciendo que están saturados; que en su casa hay dos ordenadores y son cuatro las personas que lo necesitan, porque sus padres tele trabajan y son dos hermanas, y no pueden estar con el ordenador". Un choque entre la intención de trasladar lo presencial a lo online y su puesta en marcha efectiva que afecta, como en muchos otros ámbitos, a quienes tiene los recursos más limitados. El primero de los profesionales citados en este artículo, por ejemplo, expone el caso de una alumna que "no tiene el móvil hasta la semana que viene y, después, no sabe si tendrá acceso a internet".

"Los 'profes' han hecho un trabajo alucinante"

Ante todo lo anterior, inventiva, previsión y trabajo, mucho trabajo. Así es como afrontan este periodo desde el colegio público vallisoletano de El Peral, tal y como cuenta a este medio el director del mismo, José Antonio Vinagrero.

Ante la expectativa de que la Junta de Castilla y León (la última en comunicar el cierre de los centros educativos) diera la orden de suspender las clases el viernes día 13 de marzo, se intentó anticipar su respuesta a dicha acción. "Como ya habíamos visto que en otras comunidades estaban cerrando los 'coles', nos pusimos en marcha". Ese jueves dieron a los estudiantes su usuario y contraseña de la plataforma virtual de la Junta, hasta el momento casi en desuso en el centro, y el viernes se impartió una "formación exprés" a todos los profesores de cara a las nociones básicas de la misma.

Pero con un cierre comunicado al filo del término de la jornada, y como se exponía anteriormente, lo que ha tocado es ponerse manos a la obra entre el sábado y el domingo para preparar y subir el contenido. "Durante el fin de semana, los 'profes' han hecho un trabajo alucinante. El lunes estaban ya montadas las aulas virtuales de todos los grupos de primaria".

Adicionalmente, desde El Peral han creado también Peraleyendo, una revista digital donde los profesores van subiendo historias, alguna receta en el futuro, "dos padres han escrito ya un cuento para publicarlo y está la gente súper volcada". Viene bien, asegura, para fomentar la unión ante un escenario como este, algo que se anima a hacer también al propio claustro todos los días a través de una videollamada por Skype a la que han bautizado como "el café". "Es una locura", comenta entre risas, "estamos haciendo reuniones de 15 o 20 personas en las que es casi imposible hablar, pero al menos te ves, alguno aparece disfrazado de alguna cosa...". Más que nunca, la cohesión se aplica en su acepción más amplia.

Vinagrero da un tirón de orejas también a la página de Educación de Castilla y León, donde ha habido sobrecargas debido a la alta demanda, especialmente el pasado lunes. Para abordar la problemática del acceso a internet, aunque asegura que en su centro no están teniendo grandes problemas por parte de las familias para ello, cuenta que aquellos que no puedan hacer las tareas en modalidad online pueden ir a buscarlas al propio centro, donde se les ofrecen impresas. Los miembros del equipo de dirección se turnan para asistir al mismo todas las mañanas, por lo que es una opción posible y viable en caso de no dispone de un equipo informático con acceso a internet.

Las academias, igualmente afectadas

Elisa Sinovas, directora de una franquicia de la popular cadena de academias de inglés Kids&Us, es otra de las personas que ha tenido más trabajo del habitual estos pasados días para adecuar su rutina en el centro. Aunque las clases no continúan como tal, desde el centro "se está distribuyendo un contenido complementario para paliar su ausencia" y que, aunque la experiencia de la clase no pueda ser sustituida por estos medios, el alumnado tenga material con el cual no perder del todo el contacto con el inglés a lo largo del confinamiento.

Una situación a la que, por fortuna, ellos se han podido adaptar más rápido que otros al tener academias también en Italia, donde los centros educativos llevaban cerrados desde principios de marzo. Así las cosas, había material ya preparado desde sus oficinas centrales, de modo que la respuesta ha sido más eficiente en el momento de aplicarla en España. Así y todo, "se trabaja contrarreloj" para ir subiendo nuevo contenido en una situación que califica como "complicada".

¿Y si después de la cuarentena nos acaba gustando más la vida casera?

Como en casos anteriores, las plataformas en la nube aquí también son, eventualmente, un escollo para la fluidez de la actividad. "No en todos los momentos el contenido está disponible, porque si accede mucha a gente a la vez se satura". Una situación comprensible si se tiene en cuenta la excepcionalidad del momento, donde hasta los operadores de telecomunicaciones han advertido que el aumento en el uso de las conexiones puede ocasionar sobrecargas en las redes.

Una experiencia algo más complicada es la que viven en la academia de español para extranjeros Estudio Sampere de Alicante, una zona eminente turística donde la crisis del coronavirus se ha traducido en descenso de los alumnos desplazados hasta la misma. "Hemos sufrido muchas cancelaciones de alumnos que no se han atrevido a viajar, y los que seguían aquí se han tenido que volver", cuenta en una entrevista con este medio Yaiza Carrasco, profesora en el centro, aunque la mayoría ha decidido seguir las clases en formato online a través de Skype.

Superadas las dificultades iniciales, la acogida de estas clases parece haber sido buena, y asegura que para aquellos que viven en España es "un entretenimiento" ahora que no se puede salir de casa. "He notado que la actitud es diferente, están su casa y se les nota más relajados, el ambiente es muy familiar", manifiesta, dejando entrever también que se encuentran trabajando en acciones para mejorar este formato y, además, atraer a nuevos alumnos ante la incertidumbre de la duración de la crisis.

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