El descenso de las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero y de la contaminación en general a causa del confinamiento por la COVID-19 se ha situado desde el principio como el único ‘efecto positivo’ de la pandemia mundial.

Las primeras estimaciones apuntan a que en 2020 las emisiones globales de CO2 se reducirán entre un 5 y un 6%, principalmente por el descenso del tráfico rodado y aéreo, y el consecuente menor uso de combustibles fósiles.

Sin embargo, en lo que muchos han visto una especie de alivio medioambiental, también hay una cara B. Las emisiones achacadas al consumo de internet y de todas sus tecnologías anexas se han disparado, de la misma forma que lo ha hecho nuestra presencia online.

Aún no hay informes concluyentes, pero parece evidente que el aumento de las aplicaciones de teletrabajo y de servicios de streaming ha contribuido a que la huella de la nube supere este año todos sus récords.

La compañía Website Builder Expert, especializada en el desarrollo web, ha sido una de las que se ha apresurado a dar algunos datos. En base a las estimaciones de que el uso de que el consumo de datos se ha disparado entre un 70 y un 80% a lo largo de las últimas semanas, ha estimado lo que podría ser la huella medioambiental de algunas de las actividades más comunes de estos días.

Por ejemplo, según sus datos, la transmisión en plataformas como Netflix contribuye con hasta 4.120 toneladas de emisiones de dióxido de carbono por minuto; mientras que YouTube, por otro lado, emite unas 4.2 toneladas de dióxido de carbono por minuto.

¿Cuánto contamina realmente la web?

Todas estas estimaciones sin embargo siempre han sido objeto de dudas. En las llamadas tecnologías de la información existen una gran variedad de impactos que se podrían desglosar. Desde los centros de datos que sustentan la red de internet, hasta el coste energético de la fabricación de cualquier dispositivo que nos sirve para usarla. Todo ello marcado lógicamente por el origen de la fuente primaria y si es renovable o no.

Uno de los últimos informes que ha puesto números a la huella de internet es el del proyecto Shift, un think-tank que aboga por la reducción de las emisiones. Según sus datos, la huella de carbono de nuestros dispositivos, internet y los sistemas que los respaldan representan alrededor del 3.7% de las emisiones globales de efecto invernadero. Esto supondría entre 1.600 y 1.700 millones de toneladas anuales, similar a la cantidad producida por la industria de las aerolíneas, o una suma que situaría a la web, de ser un país, como el quinto más contaminante del mundo, entre Rusia y Japón.

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Una internet cada vez más pesada

Sin embargo, lo más preocupante de este asunto es si cabe que las mismas predicciones ponen el foco en que esta cifra se duplicará solo de aquí a 2025.

Mike Berners-Lee, hermano de Tim, uno de los conocidos como padres de la web, es uno de los mayores expertos sobre huella medioambiental ligada a internet. Según varios estudios que ha desarrollado para la Universidad de Lancaster, estaríamos hablando de que un usuario medio de internet genera 135 kilos de gases de efecto invernadero solo por sus envíos de correos electrónicos. Una cifra equiparable a un viaje de 300 kilómetros en coche.

Con todo, parece que el aumento es difícilmente evitable. El auge del uso de imágenes y vídeos de gran calidad en la red ha sido exponencial en los últimos años. Para hacerse una idea, la media de una página web en su versión de escritorio ha pasado de 500 Kb a un peso de más de 2 megas de media de 2010 a 2020, unas cifras que en las versiones móviles van a más.

El problema, no obstante, ha empezado a remover conciencias en los últimos años, generando movimientos que abogan por aplicar la eficiencia también al diseño de internet, la contratación de hosting certificados por su uso de energías renovables, o la búsqueda de un diseño menos sobrecargado. Un ejemplo es el Sustainable Web Manifesto, impulsado por un grupo de desarrolladores y empresas tecnológicas desde hace unos años, que aboga por este diseño de internet con una vista puesta en la contaminación que genera.

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