Este año no veremos Cristos con corona de espinas procesionando por nuestras calles. Sin embargo, este complemento espinoso vuelve a ser noticia, como cada primavera, aunque en un escenario muy distinto.

No lo lleva ninguna talla religiosa, sino una estrella de mar, conocida precisamente como estrella de corona de espinas (Acanthaster planci). No acaba de ser descubierta, ni muchísimo menos. De hecho, es una vieja enemiga de los arrecifes de coral. Sin embargo, su nombre vuelve a sonar tras la publicación de un estudio en el que se intenta desentrañar cómo pueden pasar de ser el apacible doctor Jekyll de los fondos marinos a convertirse en el temible Mr. Hyde.

Un peligroso cambio en la dieta

Las estrellas de corona de espinas, características de toda la región tropical indo-pacífica, pasan por dos estados muy concretos en su vida, al menos en lo que a alimentación se refiere.

En la fase juvenil se alimentan casi exclusivamente de algas, por lo que no suponen ningún riesgo para el ecosistema. No obstante, en un momento todavía por determinar, se convierten en adultas y pasan a devorar el coral, afectando peligrosamente a los arrecifes cercanos. No se sabe muy bien qué hace que pasen de una fase a la otra. No todas lo hacen en el mismo momento de su vida, por lo que no es una cuestión de tiempo.

En el pasado se pensaba que podría deberse a la disponibilidad de nutrientes en el agua. Quizás, un exceso de estas sustancias, como el derivado del vertido de fertilizantes en las aguas, podría hacer que crecieran más deprisa, transformándose en depredadoras. Sin embargo, algunos estudios recientes han comprobado que en realidad este no parece ser un factor clave.

Uno de estos trabajos es el publicado recientemente en Biology Letters por dos científicas de la Universidad de Sydney. En él, concluyen que, posiblemente, se trata más bien de la disponibilidad de los corales.

Este robot ayuda a rescatar arrecifes de coral

Para comprobarlo, separaron en acuarios diferentes de su laboratorio dos grupos de estrellas de corona de espinas juveniles. Ambas tuvieron exactamente la misma alimentación, pero sí que había una diferencia. Las primeras tuvieron acceso temprano al coral, mientras que las segundas no lo hicieron nunca. Y eso pareció influir en su cambio de estado; pues, mientras que las pertenecientes al primer grupo solo tardaron diez meses en convertirse en adultas, las otras tardaron seis años y medio y, además, crecieron mucho menos.

Este podría ser un factor determinante, aunque no es una gran noticia; pues no es una buena idea matar a la gallina para evitar que el zorro se la coma. Hasta ahora, la única solución que se ha podido llevar a cabo para conservar los arrecifes de coral es sacrificar a todas las estrellas que llegan a su fase adulta. Pero debería haber otra solución. Las autoras de este estudio creen que el auge que han tenido estos animales marinos en los últimos años podría estar relacionado con la ausencia de sus propios depredadores, quizás por efectos del cambio del clima o la actividad humana. Por eso, la mejor solución sería devolverlos a las aguas, para que controlen su población de una forma natural. Por desgracia, de momento no se sabe cuáles podrían ser estas especies; por lo que, hasta entonces, para evitar el calvario de los corales es necesario sacar la corona de espinas de los océanos.

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