Charlie es una hembra de dragón de Komodo que vive desde hace años en el zoológico de Chattanooga, en Tennessee. En un esfuerzo por conservar su especie, sus cuidadores decidieron llevarle algo de compañía masculina. Se trataba de Kadal, un macho fuerte, que no cejó en su intento de aparearse con ella. Sin embargo, a Charlie no parecía interesarle su compañero.

Las esperanzas estaban ya casi perdidas cuando, el pasado mes de septiembre, la dragona puso varios huevos, de los que nacieron tres pequeñas crías. No obstante, en ningún momento se la había visto congeniar con Kadal. ¿Qué pudo haber ocurrido? Para dar respuesta a esta pregunta, los responsables del centro decidieron analizar el material genético de los tres dragoncitos, hasta obtener un resultado muy interesante: no había rastro del ADN del macho.

¿Condiciones desfavorables?

Lo sucedido con Charlie se debe a un proceso conocido como partenogénesis, que se da habitualmente en invertebrados, pero también en algunas especies de reptiles y aves cuando las condiciones son desfavorables y no es posible el acceso de las hembras a los machos.

Por ejemplo, el año pasado una anaconda trajo al mundo en el acuario de Boston a dos bebés, sin haber estado en contacto con ningún macho en muchísimo tiempo. Charlie sí podría haberlo estado, pero “decidió” no hacerlo. De cualquier modo, el proceso es el mismo.

Básicamente, consiste en llevar a cabo una reproducción asexual, en vez de sexual. En esta última, que es la más habitual en estas especies, es necesario que intervenga una célula sexual masculina (el espermatozoide) y otra femenina (el óvulo). Aunque el número de cromosomas depende de la especie, por lo general es una cifra par en las células no sexuales, conocidas como somáticas, mientras que las sexuales tienen la mitad. Por ejemplo, los seres humanos tenemos 46 cromosomas en la mayoría de nuestras células, pero en los óvulos y los espermatozoides solo hay 23, para que cuando estos se unan den lugar a un zigoto con 46, que se irá dividiendo para dar lugar a las células que componen el organismo completo. De todos esos cromosomas, el género está determinado por los cromosomas X e Y, cada uno aportado por un progenitor, de modo que los embriones femeninos tendrán XX y los masculinos XY.

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En los dragones de Komodo cambia el nombre, pero ocurre algo similar. Las hembras son WZ, mientras que los machos son ZZ. Cuando se da la partenogénesis, en vez de aportar un cromosoma, que se unirá con el que aporte el macho, la hembra aportará uno, que se duplicará para dar lugar el zigoto completo. Así, solo se pueden obtener embriones WW o ZZ. Los WW no son viables, pues no se corresponden con ninguno de los dos sexos, por lo que solo es posible que de este modo nazcan machos, como los tres que eclosionaron de los huevos de Charlie: Onyx, Jasper y Flint.

También eran tres los machos que salieron de los huevos de Daenerys de la Tormenta, una mujer que demostró sobradamente que no necesitaba a un hombre para llegar allá donde ella quería llegar. El parecido es más que razonable, aunque en este caso es mucho más apasionante. Básicamente, porque es real.

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