En la guerra contra el plástico, cualquier aliado es bueno para reducir los niveles de este material que tantos problemas está trayendo a nuestros ecosistemas. Es importante que nos concienciemos sobre su uso, que meditemos cuándo lo necesitamos realmente y que reutilicemos y reciclemos lo máximo posible. Pero también es necesario buscar métodos que permitan eliminar todo lo que se desecha y podría acabar en lugares poco deseables para el medio ambiente.

Aquí entran en juego un gran número de estrategias, muchas de ellas todavía en investigación. Es el caso, por ejemplo, de las orugas. Pero no unas orugas cualquiera. Se trata de las larvas de la polilla de la cera (Galleria mellonella), un simpático gusanito al que le pirra comer plástico. Y, claro, ¿cómo no nos íbamos a aprovechar de eso?

Harald Grove

Un poco de plástico, por favor

Cuando se encuentran en la naturaleza, estas polillas depositan sus huevos en grietas y hendiduras de las colmenas, de modo que, una vez que estos eclosionan, las larvas se alimentan de cera, pieles fundidas de larvas de abeja, polen y pequeñas cantidades de propóleo y miel.

Esta cera se compone de cadenas de hidrocarburos con una estructura muy similar a la del polietileno, uno de los plásticos más comunes y difíciles de descomponer.

Esto ha llevado a numerosos científicos, entre ellos los autores de un estudio recién publicado en Proceedings of the Royal Society B, a comprobar si también pueden digerirlo. Y no solo son capaces; sino que, además, puede ser su único alimento durante todo un año.

Además, según ha explicado en declaraciones a IFLScience uno de sus autores, el doctor Christophe LeMoine, este no parece ser el único tipo de plástico que pueden comer.

¿En realidad contaminan las bolsas de papel o plástico más que las de tela?

La causa, por lo visto, está en la presencia en su intestino de una población de bacterias, conocidas precisamente por ser capaces de degradar plástico. Pero hay una clara diferencia, ya que estos microorganismos; por lo general, consumen dicho material mucho más despacio. ¿Significa eso que no son los responsables?

Para comprobarlo, procedieron a tratar a las orugas con antibióticos específicos para acabar con sus bacterias intestinales. Una vez administrados, observaron que las larvas perdían su capacidad de digerir el plástico; por lo que, efectivamente, contaban con la ayuda de su microbiota, aunque aportaban una versión mejorada y mucho más rápida.

¿Es posible vivir sin plástico en nuestro día a día?

Tan rápida, que solo 60 de estos gusanos pueden degradar 30 centímetros cuadrados de plástico en menos de una semana. Eso significaría que podrían ser grandes aliados en las plantas dedicadas a la degradación del plástico. No obstante, no constituyen una solución única y definitiva. No podemos echar un montón de gusanos sobre todas esas toneladas de plástico que se desechan anualmente en el mundo y sentarnos a esperar. Puede ser una opción, pero es necesario complementarla con otras medidas.

No obstante, estos científicos consideran que, más que usarlas directamente, es importante estudiar a fondo los mecanismos que permiten a estas orugas trabajar de una forma tan eficaz en asociación con las bacterias. Así, quizás sería posible reproducir las técnicas empleadas y obtener otra vía más para acabar con ese polietileno que, de otro modo, podría acabar contaminando los ecosistemas. Será necesaria mucha investigación para llegar a ese punto. Hasta entonces, usémoslo con cabeza.