El arte se nutre de la vida, de las experiencias propias y la mirada personal sus creadores, que buscan exponerlas e interpretarlas; o simplemente, en la narrativa de la literatura o el cine, darse el gusto de contarnos una historia. Hasta películas que uno no esperaría pueden entrañar aspectos de las vivencias de sus directores, y ese es *el caso de Onward (Dan Scanlon, 2020)*, la nueva aventura estrenada de Pixar. Y que su argumento mágico sea tan original como de costumbre para los estudios de animación con sede en Emeryville no impide, en absoluto, que resulte más íntimo para el cineasta estadounidense de lo que podamos imaginar.
El elfo adolescente Ian Lightfoot vive con su madre, Laurel, y su hermano mayor Barley, y un hechizo les regala a los dos jóvenes la posibilidad de tener de vuelta a su difunto padre durante un día completo, por lo que se embarcan en un viaje inesperado para conseguirlo. Y **en la última D23 Expo**, el evento bianual del Club de Fanes de Disney, el realizador dijo las siguientes palabras a la concurrencia: “Cuando tenía un año [en 1977], mi padre falleció. No lo recuerdo y tampoco mi hermano, que tenía tres años en ese momento... Siempre me he preguntado quién era mi padre, y esa pregunta se convirtió en el modelo para esta película”.
Y en una entrevista reciente con Vanity Fair, contó: “Cuando intentas tener una idea para una película, miras las cosas tristes, miras tus miedos, porque de ahí viene el drama. También buscas la diversión. Y estaba hablando con mi madre por teléfono y le dije: «La verdad es que no sé sobre qué hacer una película porque nunca me ha pasado nada triste». Ella dijo: «Perdiste a tu padre», y yo dije: «Sí, pero eso no es triste porque no lo recuerdo», y ella dijo: «Por eso es triste»”. Además, uno de los detalles de Onward cuadra con otra anécdota que el director expuso en la D23 (‘D’ por Disney y ‘23’ por el año de su fundación).
Únicamente disponían de una grabación vieja de su padre, un audio en el que este pronunciaba dos palabras brevísimas: ‘Hola’ y ‘adiós’. “Para nosotros fue mágico”, sostuvo Scanlon ante los asistentes del evento, como mágica es su nueva película. “Fue asombroso escuchar su voz”, como asombrados se descubren Ian y Barley cuando su Laurel les entrega el objeto misterioso que Wilden Lightfoot les dejó antes de morir, y que propicia todas las peripecias posteriores. “De alguna manera, creo, ¿qué más necesitas?”, añadió Scanlon a Vanity Fair. “Quiero decir, si solo vas a obtener dos palabras, es bueno tener esas dos”.
Con estas elocuentes declaraciones, no hay ninguna duda de que la tragedia que golpeó con severidad a la familia del cineasta se ha transformado en una obra del séptimo arte, una película animada que podrá ser vista por el mundo entero. Pero la conversación que mantuvo con su madre no debe estorbarnos para conocer otra realidad: que la influencia de su padre ausente ya había marcado sus intereses narrativos antes de Onward. Porque **no se nos puede antojar posible que en el falso documental Tracy (2009), anterior a Monstruos University (2013), no haya señales de la búsqueda de este hombre desconocido para él.
En su ópera prima, el realizador Dan Sullivan —al que interpreta el mismo Scanlon con su nombre de pila— se propone resolver el oscuro asesinato de Tracy Knapp (Brian Fee), la excéntrica estrella de un influyente programa de televisión para niños, unas tres décadas antes. Con este objeto contacta con la familia del presentador, con sus amigos, antiguos compañeros y hasta con algunos de sus fanáticos seguidores. Y, al margen de si averigua las circunstancias de su muerte, lo que ofrece es la reconstrucción de su figura paterna; la misma clase de figura que provoca toda la trama de Onward**.