Mientras que prácticamente todo el mundo mira hacia el coronavirus causante de la pandemia que tiene a tantos países en jaque, un nuevo agujero se ha abierto en la capa de ozono, casi sin que nos demos cuenta.
La contaminación en España baja por el coronavirus, pero puede haber un grave efecto rebote
El parón al que se están sometiendo muchas de las grandes ciudades del planeta a causa del SARS-CoV-2 ha llevado a que los niveles de contaminación caigan abruptamente hasta mínimos históricos, por lo que lo más intuitivo sería pensar que el agujero que ya se existía se ha recuperado, no que se haya abierto otro. Lo cierto es que ese viejo conocido lleva varios años con una buena evolución, disminuyendo poco a poco a medida que se ponen en marcha medidas como la prohibición de esos clorofluorocarbonos (CFC) que tanto daño le hicieron en su momento. Sin embargo, esta vez la situación es diferente, pues el orificio se ha abierto en otro lugar y por una razón un poco diferente a lo que estamos acostumbrados.
Cosas del clima
La capa de ozono tiene la función de evitar que buena parte de las radiaciones nocivas procedentes del sol lleguen hasta la superficie terrestre.
A finales de los años 70 se observó que estaba apareciendo un agujero en esta envuelta protectora, por encima de la zona de la Antártida. Con el tiempo, los químicos Mario Molina y Frank Sherwood descubrieron las reacciones químicas que estaban dando lugar a la apertura de este temible orificio. Tal hallazgo les valió ganar el Premio Nobel, pero también sirvió para que los seres humanos pudiésemos actuar para frenar su crecimiento.
Los principales culpables eran los CFC, por lo que muchos gobiernos prohibieron el uso de productos que los contuvieran. Y así, poco a poco, el agujero comenzó a cerrarse. A día de hoy sigue activo, pero ha reducido notablemente su tamaño.
Sin embargo, eso no ha impedido que haya surgido otro justo al otro lado del planeta, sobre el Ártico. Esta no era una zona preocupante, puesto que las reacciones químicas que llevan a la degradación del ozono requieren temperaturas bajas para su óptimo desarrollo. Por lo general, el Antártico es más frío que el Ártico, pues en este último las temperaturas primaverales suelen ser más cálidas y cambiantes.
El agujero de la capa de ozono sigue cerrándose, pero cualquier paso en falso puede estropearlo todo
Sin embargo, este año un vórtice polar quedó bloqueado sobre esta zona, dando lugar a un clima mucho más frío de lo habitual. El resultado, según explican en un estudio de Nature, ha sido la aparición de una zona en la que han pasado de medirse 3’5 partes por millón de ozono a solo 0’3 partes por millón.
En 2011 ocurrió algo similar, pero en ese momento el agujero que se formó era extremadamente pequeño en comparación con el de la Antártida. Por desgracia, si bien este también es más reducido, parece ser bastante mayor que aquel.
Lógicamente, no solo el frío es responsable de lo sucedido. También lo son todas esas sustancias químicas emitidas desde la Tierra, cuyos efectos ya se sabe que son dañinos para la capa de ozono. Por eso es tan importante intentar minimizar estas emisiones. Porque quizás no podamos controlar un vórtice polar, pero sí las sustancias contaminantes que liberamos a la atmósfera, tanto para evitar que el ozono se degrade como para luchar contra el efecto invernadero. La paralización de la industria y el tráfico están ayudando mucho, pero todo volverá a ser como antes una vez que se recupere la actividad anterior. Ahora tenemos una preocupación claramente importante; pero, de cara a un futuro, son reflexiones que vale la pena plantearse.