Con frecuencia, las novelas sobre la naturaleza femenina suelen ser esquemáticas o en el peor de los casos, repetir estereotipos más o menos superficiales. En el caso de novelas de Elena Ferrante —o quien sea que escriba bajo el seudónimo— ocurre todo lo contrario.

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A menudo se catalogan como herederas directas del barroco italiano por su capacidad para captar emociones, y también el contexto histórico que les rodea con enorme vivacidad. En la tetralogía literaria que la hizo famosa, los personajes de un barrio pobre de Nápoles se transforman en símbolos alegóricos de su tiempo y su época.

Si durante la primera temporada, My Brilliant Friend —producida por HBO y RAI de Italia— profundizó en que la identidad femenina es como una incesante búsqueda de respuestas, la segunda parece combinar el aire de hosco y violento de la Italia de los primeros años de la década de los cincuenta. De la misma forma que Ferrante en su texto, la serie intenta ponderar sobre la naturaleza elusiva y salvaje de sus personajes a partir un punto de vista íntimo de enorme sutileza.

Para su versión en televisión, Elena/Lenú es la encargada de contar la historia de una amistad entre dos mujeres opuestas que nace en medio de una atmósfera violenta, machista y dolorosa.

Pero en la serie, las palabras de Ferrante para describir el barrio, la cultura napolitana y la infancia salpicada de prejuicios tradicionales se convierten en brillantes imágenes de paleta oscura con un dejo romántico que asombra por su aparente sencillez. Con la misma capacidad vital de las novelas para contar una historia enrevesada y por momentos, insoportable en su densidad, la segunda temporada de My Brilliant Friend está cargada de simbolismo.

Una versión de la realidad ligeramente aumentada para narrar los misterios sutiles de la amistad entre Lila — hermosa, poderosa, inquebrantable — y la en apariencia, frágil Lenú. La amistad entre ambas mujeres (que sostiene el argumento con una facilidad prodigiosa) combina el sufrimiento invisible de una cultura agresiva, de la niñez desprovista de su habitual aire de ternura y algo más complejo, a mitad de camino entre una melancolía agria y una desesperanza que se adivina apenas, entre las escenas del barrio de paredes grises, los personajes de rostros cansados y envejecidos, el silencio total que llena el argumento como una presencia real.

Los nuevos capítulos de My Brilliant Friend encuentra a Lila (Gaia Girace en su versión adulta) como un miembro en pleno derecho del poderoso clan Caracci, después de contraer matrimonio con Stefano en una boda en la que intentó cerrar las puertas a su pasado pobre y violento en los barrios de Napolés. Pero si bien el lucrativo enlace le permitió abandonar la casa familiar y acceder a un nuevo tipo de lujos desconocidos, también es una forma de nueva sumisión. En una de las secuencias iniciales, Stefano golpea y viola a Lina: en el libro, la escena es sórdida e inquietante.

En su adaptación, es la ruptura definitiva entre la noción de Lina sobre el mundo y la búsqueda de una reivindicación tardía. Pero incluso con el rostro cubierto de moretones, convertida en la esposa de un hombre que detesta y de nuevo a la merced de clan Solara, es evidente que Lina luchará como puede y de la manera que puede contra la oscuridad interior y exterior que parece perseguirla.

Por otro lado, Lenú (Margherita Mazzucco), también batalla con su propia oscuridad. Aterrorizada, escucha lo ocurrido en la espantosa noche de bodas de Lila en Amalfi con los ojos muy abiertos, pero también, con la extraña sensación que su vida se replica en un reverso oscuro y tibio en la de Lila.

Pero es injusta con su naturaleza en apariencia pasiva y Ambas son mujeres jóvenes en busca de la identidad, pero mientras Lila es una versión diluida de si misma (acartonada, con la imagen trágica de una heroína del cine italiano de Michelangelo Antonioni a diminuta escala), Lenú comienza a descubrir los primeros sabores de la libertad. La condición de esposa infeliz de su amiga espejo es una gran interrogante, ahora que comienza a sentir verdadero interés romántico por Antonio (Christian Giroso) y por supuesto, su eterna necesidad de atención de Nino Sarratore (Francesco Serpico).

Entre ambas cosas, Lenú comprende las limitaciones entre las que hasta ahora ha vivido, se hace preguntas acerca de su sexualidad, se esfuerza en entender que está ocurriendo mientras los últimos años de la adolescencia terminan y debe tomar decisiones a largo plazo. Pero Lila es una influencia enorme y mucho más, ahora que sabe cuál es el poder de su cuerpo e hipnótica belleza, que provoca trastornos no sólo en su celoso marido, sino en Nino, convertido en objeto del deseo en mitad de una disputa silenciosa.

El primer capítulo de la nueva temporada asombra por su evolución visual y es evidente que diseño de producción de Giancarlo Basili ha recibido el impulso de un presupuesto más abultado y una libertad creativa, que le permite reconstruir a un Napolés casi onírico en su hostil belleza. La música de Max Richter es el apunte perfecto para las escenas más dramáticas y de hecho, utiliza la lenta pero consistente evolución de los personajes como inspiración.

También acierta el casting de Sara Casani y Laura Muccino, quizás uno de los puntos más altos del programa: Girace y Mazzucco parecen salidas directamente de los libros de Ferrante. Lila es de una hermosura refinada, dura y fría, mientras que Elena, mucho más frágil, parece flotar en medio de un aire exquisito que completa la versión de la realidad que ambas encarnan. Con su tono melancólico, duro y pastoral, My Brilliant Friend crea un contexto lo suficientemente poderoso para analizar el poder de las relaciones entre mujeres desde un punto de vista descarnado.

Ajena a los clichés pero sobre todo, obsesionada con la misma mirada puntillosa de Ferrante sobre los detalles que crean una gran lienzo extraordinario, la serie de HBO es una promesa sobre una singular reflexión sobre la amistad entre mujeres. Un triunfo de la imaginación sobre el ideal elaborado a partir del cliché y toda una declaración de intenciones: esa de expresar la poderosa vida interior de una historia basada en pequeños y grandes silencios.