Según un informe publicado en 2019 por la Organización Mundial de la Salud, en 2018 hubo en todo el mundo 228 millones de casos de malaria, tres millones menos que durante el año anterior. La mayoría de ellos, un 93%, se concentraron en la región africana de la OMS, seguido de la región del sureste de Asia (3,4 %) y la del Mediterráneo oriental (2,1 %).

A pesar del descenso en el número de casos, los expertos alertan que en muchos de estos países ciertas situaciones, como el cambio climático, pueden acelerar la difusión de la enfermedad, al suponer unas condiciones mucho más favorables para la proliferación de los mosquitos que la transmiten. Pero este no es el único culpable. Existen otros muchos menos evidentes, como el cultivo masivo de ciertas plantaciones, como las de café, cacao, soja o aceite de palma. Son las conclusiones de un estudio publicado hoy en Nature Communications por un equipo de científicos de la Universidad de Sydney, quienes, con sus resultados, insisten en la necesidad de fortalecer las medidas de control de este tipo de cosechas.

Otro problema de la deforestación

Es más que conocido el problema de deforestación que suponen las grandes plantaciones de productos como la palma.

Aparte de la capacidad de fijación y almacenamiento de carbono de los árboles, muchos animales se quedan también sin su hábitat natural. Pero hay especies que salen claramente beneficiadas. Es el caso de mosquitos como los del género Anopheles, que son responsables de la transmisión de enfermedades como la malaria.

Al no tener donde vivir muchos de sus depredadores, ellos pueden proliferar sin problema. Además, esto suele ir acompañado de entornos más cálidos, por lo que las condiciones para su supervivencia son óptimas.

Según explica en un comunicado una de los autores del estudio, la doctora Arunima Malik, han llegado a esta conclusión tras relacionar cuantitativamente la incidencia de la malaria con la deforestación, la producción de productos básicos y la demanda mundial de los consumidores.

El reino vegetal también sufre: árboles extintos

Para ello, utilizaron una base de datos internacional muy detallada y grande con una técnica analítica establecida y ampliamente utilizada, el análisis de entrada-salida de múltiples regiones (MRIO).

Tras la publicación de sus resultados, estos investigadores han insistido en la necesidad de someter a nuevas regulaciones las cadenas de suministro mundiales afectadas por la malaria. Para ello, proponen iniciativas que ya han tenido éxito al abordar otros problemas globales relacionados con el comercio, como la deforestación, las amenazas a las especies y el trabajo infantil. Entre ellas, destacan los cambios en el etiquetado y la certificación de productos, el diálogo de la cadena de suministro y las normas de adquisiciones ecológicas.

Una vacuna podría favorecer la inmunidad natural contra la malaria

Todo esto también permite que nosotros, como consumidores, sepamos si los productos que estamos comprando están favoreciendo la expansión de la malaria. Poco a poco estamos más concienciados con temas como la explotación laboral en países subdesarrollados o la deforestación, pero estas consecuencias no han hecho más que darse a conocer y es necesaria mucha comunicación al respecto, para que podamos actuar en consecuencia. Ahora mismo nuestra mirada está fija en una epidemia muy concreta; a la que, por supuesto, hay que prestar atención. Pero no debemos olvidar que hay muchas otras enfermedades infecciosas en el mundo y que, aunque de momento no nos afecten, podemos ayudar a frenarlas para evitar que otros las sufran. Eso también es importante.