Desde ahora, el 24 de febrero se convertirá en un día triste de la historia de la ciencia, pues hoy ha fallecido Katherine Johnson, una de las mujeres cuyos cálculos fueron cruciales para que el primer vuelo espacial tripulado de los Estados Unidos pudiera finalizar con éxito.
Ha muerto a los 101 años, después de una vida larga, pero no fácil, pues en su juventud tuvo que lidiar con las trabas impuestas por el simple hecho de ser mujer y afroamericana. Pero logró superarlos con creces y vivir una vida digna de una película. Esa película existió, pero ni siquiera el mejor largometraje de Hollywood lograría hacer justicia a todo lo que ella y el resto de “calculadoras” de la NASA hicieron por la ciencia.
Rompedora de barreras
Katherine nació en 1918 en Virginia occidental, en el seno de una familia formada por un leñador, una maestra y otros tres hermanos.
Desde muy pequeña destacó por su inteligencia y su habilidad para las matemáticas, de ahí que con solo 10 años pudiera ingresar en la escuela secundaria, en la que se graduó a los 14. De ahí pasó a la Universidad del Estado de West Virginia, un centro cuyo alumnado era mayoritariamente afroamericano, pero en el que las estudiantes femeninas eran una aplastante minoría. Finalizó en 1937, con solo 18 años y calificación summa cum laude en las titulaciones de matemáticas y francés.
Como la mayoría de científicas de la época, nada más finalizar sus estudios empezó a trabajar como profesora. Esa parecía ser la única ocupación bien vista para una mujer de ciencias. Sin embargo, ella quería llegar más lejos, por lo que decidió inscribirse en unos cursos de postgrado, convirtiéndose en la primera afroamericana de su universidad en finalizar dichos estudios.
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A pesar del avance en su formación, siguió dedicándose a la educación hasta que, en 1952, supo que la NASA, entonces conocida como NACA, estaba contratando matemáticos para su departamento de Orientación y Navegación.
Se presentó para uno de los puestos y fue contratada como “calculadora”. Estas eran un grupo de mujeres, en su mayoría afroamericanas, dedicadas a realizar los cálculos que hoy en día se llevarían a cabo con computadoras.
Allí coincidió con Dorothy Vaughan y Mary Jackson, cuyas historias, junto a la suya, se convertirían en protagonistas de la película Figuras ocultas en 2016. Ninguna de ellas tardó en destacar en sus respectivas especialidades, aunque su condición de mujeres y afroamericanas no les hizo fácil el camino dentro de la agencia espacial. Pero finalmente pasaron a formar parte de varios proyectos de suma importancia.
En el caso de Katherine, calculó la trayectoria del primer vuelo espacial tripulado de la NASA, así como el que el Apollo 11 hizo a la Luna, entre otros proyectos. Se puede decir que sus cálculos pusieron al primer estadounidense en el espacio y, más tarde, al primer ser humano sobre nuestro satélite.
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Su carrera en la NASA continuó hasta 1988, cuando contaba ya con 70 años de edad.
Hoy se ha ido, dejando en nuestra memoria la imagen de esa ancianita sonriente en silla de ruedas que subió al escenario durante la gala de los Oscar. Pero también nos deja la convicción de que fue mucho más que eso, una gran mujer que demostró que las científicas tienen exactamente el mismo valor que sus compañeros masculinos si se les da la oportunidad. Tanto valor como para que el sueño de pisar la Luna del ser humano se convirtiera en realidad. Ella ya no está, pero ese recuerdo no nos abandonará nunca. Gracias por todo Katherine, gracias por llevarnos tan lejos.