En el artículo "La inflada "epidemia" mundial de miopía" se analizaban las diversas razones por las que se ha observado un aumento de miopía en diferentes lugares del planeta. Diferentes factores (intereses económicos, investigaciones de baja calidad, aumento de la escolarización y mejor acceso a los servicios médicos) han exagerado este fenómeno, provocando miedo entre padres preocupados por la vista de sus hijos. No obstante, sí es cierto que se ha incrementado la frecuencia de este problema de visión en algunas regiones (especialmente en países asiáticos) en las últimas décadas y la causa detrás sigue siendo un enigma sin resolver. Se han planteado multitud de hipótesis al respecto y se han descartado varias de ellas, mientras los científicos investigan cómo se produce la miopía, sin que exista todavía ninguna respuesta definitiva.

Aunque pueda causar sorpresa por lo frecuente que resulta la miopía en el ser humano, lo cierto es que apenas se conocen los mecanismos implicados en su desarrollo. Es decir, está claro que la miopía está provocada principalmente por un ojo que es demasiado ancho en su eje anterior-posterior y ello provoca problemas para enfocar de lejos, pero cómo se llega a esa situación es algo para lo que solo tenemos posibles explicaciones. Apenas se sabe casi nada sobre el proceso por el cual el ojo humano crece desde el nacimiento hasta la edad adulta mientras mantiene una buena visión (emetropización) y por qué en algunas personas este proceso no se da correctamente. Los estudios en modelos animales pueden arrojar algo de información, pero existen importantes diferencias entre ellos y los seres humanos.

Entre el océano de dudas que hay detrás del aumento real de miopía en algunos lugares del mundo, sí existen algunas certezas. Este incremento tan rápido de miopía entre la población, en apenas unas décadas, no puede deberse a factores genéticos (aunque los genes tienen su papel en el desarrollo de la miopía), sino a causas ambientales.

Durante siglos, la idea de que la miopía estaba provocada por realizar intensamente actividades en las que hay que enfocar la vista de cerca, como la lectura, tuvo mucha fuerza tanto en la cultura popular como entre los científicos. De hecho, este pensamiento sigue muy vigente y, aún hoy, muchas personas asocian a niños estudiosos o absortos en sus libros con gafas y una gran miopía.

En las últimas décadas, a los libros se les han unido los móviles, las tablets, los ordenadores, los videojuegos y otros dispositivos que demandan a los ojos un "esfuerzo" visual cercano. Muchas personas, incluidos profesionales de la visión, han culpado y siguen culpando a estas tecnologías del aumento de miopía, cuando lo cierto es que esto jamás se ha demostrado. Justo al contrario, múltiples estudios científicos indican que la lectura frecuente o el uso de estos dispositivos no provocan, por sí mismos, un problema de visión como la miopía. Sí que pueden provocar fatiga ocular, al requerir un constante enfoque de cerca, pero no interfieren sobre el crecimiento del ojo.

¿Cuáles son, entonces, las causas ambientales tras este fenómeno? No lo sabemos con certeza. Sin embargo, una hipótesis destaca entre las demás por su plausibilidad biológica, su coherencia y porque cada vez son más numerosas las pruebas científicas que la respaldan. Aunque no es cierto que los dispositivos electrónicos y los libros induzcan miopía si se usan con frecuencia, sí que se encontró una curiosa correlación en múltiples estudios. Aquellos niños que más tiempo pasaban delante de libros o pantallas desarrollaban más miopía que aquellos que pasaban un tiempo limitado. Sin embargo, al analizar las  causas detrás, no se observó que realmente fueran estos comportamientos los culpables de la miopía o, por lo menos, no directamente. Había otro factor detrás, que había quedado oculto durante mucho tiempo y al que se le había prestado muy poca atención.

Lo que tenían en común los niños que leían o usaban dispositivos intensamente es que solían pasar poco tiempo en el exterior a lo largo de los años. Diferentes estudios publicados en los últimos años respaldan este fenómeno: los niños que pasan más tiempo fuera desarrollan menos miopía con el paso del tiempo que aquellos que permanecen más tiempo en interiores. Además, también se detectó que este fenómeno no se debía a una cuestión de mayor actividad física o a que los niños estuvieran menos tiempo leyendo o delante de las pantallas. El factor clave parece ser la exposición de niños y adolescentes al sol. Como explica el oftalmólogo y divulgador Rubén Pascual (Ocularis): "La hipótesis de la menor exposición solar es la que tiene mayor respaldo científico. Es lo suficientemente sólida como para que sea la única recomendación válida para frenar la miopía. Cuenta con ensayos con grupos grandes, homogéneos, aleatorizados y en diferentes países de diversas etnias".

Este déficit de exposición a la luz solar podría también explicar por qué se ha incrementado tanto la miopía en los niños y adolescentes asiáticos en las últimas décadas. En algunos países, como China o Corea del Sur, los estudiantes dedican largas horas de estudio (mucho más que en los países occidentales) y pasan menos tiempo en el exterior que en el pasado. Además de estos indicios en poblaciones humanas, son también varios los estudios experimentales que refuerzan esta hipótesis. Por un lado, es bien conocido que para inducir miopía a animales uno de los métodos es la deprivación visual (en el que se evita la entrada de luz a los ojos). Por otro lado, experimentos en pollos, monos rhesus y musarañas arborícolas indican que la luz de alta energía (como la violeta) podría proteger frente a la miopía.

Aún no está claro de qué manera la luz solar podría influir en el desarrollo del ojo. Una de las hipótesis al respecto es que la radiación solar (especialmente la radiación de alta energía) estimularía la liberación de dopamina por unas células muy concretas de la retina llamadas células amacrinas. La dopamina, a su vez, inhibiría el crecimiento del ojo, evitando el ensanchamiento típico que da lugar a la miopía.

Estos hallazgos, en su conjunto, han motivado a diferentes países asiáticos a tomarse en serio la luz solar como medida para frenar la miopía entre los más jóvenes. Pascual apunta que: "Ya hay gente seria que está haciendo cambios orgánicos a nivel institucional. Aulas y colegios con muchas más ventanas para que los niños reciban luz solar, descansos obligatorios donde los niños tienen que estar al aire libre, propuestas educativas que permitan a los niños recuperar la actividad física, etc.".

Los datos anteriores contrastan con el miedo a la luz azul o la luz solar en niños que se ha implantado en sociedades como la española, de la mano de empresas como Reticare. Pascual es tajante al respecto: "Es irónico (y muy triste) que la gente le compre a sus niños gafas con filtro azul para protegerse de la “malvada luz de alta energía” para que no le suba la miopía. Y resulta que probablemente la luz de alta energía (violeta, azul) tenga un papel protector de la miopía".

Los resultados que nos arrojen futuros estudios nos aclararán de qué forma la pieza de la luz solar encaja en el complejo puzle de la miopía o si hay más piezas de las que no somos conscientes. Por el momento, las evidencias científicas apuntan a que ni los libros ni los dispositivos electrónicos han sido los culpables del incremento de miopía en el mundo, pero sí cómplices en este fenómeno al mantener apartados a los niños del sol.