Esta semana, científicos de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia y la Universidad de California han publicado en Ecology un estudio en el que analizan los estragos que están causando sobre algunos ecosistemas colombianos los hipopótamos. A bote pronto esto puede parecer un error, pues basta con hacer una pequeña búsqueda en Google o con ver un documental de la 2 para saber que el hábitat de estos grandes mamíferos en realidad se encuentra en África. ¿Qué hacen entonces arrasando al otro lado del charco?

Si seguimos leyendo sobre ellos veremos que son conocidos también por ser una especie muy invasiva, que una vez colocada en un nuevo lugar se hace con él rápidamente, creando en poco tiempo una población, que incluso puede desplazar a algunas de las que ya se encontraban previamente ahí. Esto es lo que ha pasado en Colombia con unos pocos hipopótamos que fueron llevados hasta allí de la mano de Pablo Escobar, el famoso narcotraficante.

Los hipopótamos de Escobar

Cuando Pablo Escobar se encontraba en la cresta de la ola de cocaína, invirtió parte de sus ingentes ahorros en traer un trocito de África a sus dominios, creando un zoológico privado, compuesto por rinocerontes, jirafas, cebras e hipopótamos.

Tras su muerte, en 1993, la mayoría de esos animales fueron reubicados. Sin embargo, los hipopótamos hicieron gala de su famosa agresividad y tozudez, por lo que finalmente, tras algunos intentos fallidos de transportarlos, se decidió dejarlos allí. Al fin y al cabo, solo eran cuatro ejemplares. ¿Qué daño podrían hacer?

Pero lo que no sabían quienes tomaron aquella decisión es que la población seguiría creciendo en torno a los lagos cercanos, hasta alcanzar una cifra de al menos 80 animales.

Esto supone un peligro para otras especies y para los visitantes humanos, de ahí que haya carteles que prevengan de la presencia de hipopótamos en libertad.

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No obstante, el ecosistema también se ha visto alterado de otras formas. Puede verse en el estudio publicado en Ecology, para cuya realización sus autores pasaron dos años analizando periódicamente algunos parámetros indicadores de la calidad del agua, como los niveles de oxígeno y la proporción de ciertas sustancias, para luego compararlos con otros lagos en los que no habitan hipopótamos.

Así fue como descubrieron que las heces de estos animales estimulan la proliferación de bacterias y algas nocivas, con todo lo que ello supone para el resto de especies que habitan en el agua. Además, los científicos detrás de este trabajo apuntan a que si todo sigue igual podría generarse un proceso de eutrofización o, lo que es lo mismo, un enriquecimiento excesivo de nutrientes. Esto en un principio puede parecer beneficioso, pero en realidad es un problema por varias razones. Para empezar, se potencia la acumulación de biomasa, dando lugar a un enturbiamiento del agua que impide que la luz solar penetre en ella para que los organismos fotosintéticos acuáticos puedan obtener energía de este modo. Por otro lado, aumenta la actividad de los descomponedores, que para realizar su trabajo necesitan consumir oxígeno. El resultado son aguas con niveles de oxígeno demasiado bajos para que pueda florecer vida, más allá de unas pocas especies que no precisan de este gas para sobrevivir.

Y lo peor es que esto no ha hecho más que empezar; ya que, según estos investigadores, en unas pocas décadas la población de hipopótamos podría haber superado los mil ejemplares.

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Por eso, con la publicación de este estudio hacen un llamamiento para que se proceda a buscar soluciones, llevando a los animales a un nuevo hogar en el que no puedan generar tantos daños. Por desgracia, de momento nadie ha hecho amago de hacerse cargo de la situación, por lo que los frutos de Escobar seguirán creciendo, aunque estos no tengan absolutamente nada que ver con la droga.

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