Somos nuestro cerebro, con todo lo que ello implica. Cualquier alteración en zonas críticas de este vital órgano puede transformar a una persona en otra completamente diferente. En ese sentido, la corteza prefrontal es una de las áreas cerebrales que más determina nuestro carácter, nuestra personalidad, el procesamiento de las emociones y la toma de decisiones. La historia nos ha mostrado en varias ocasiones hasta qué punto una lesión en esta preciada corteza puede suponer un antes y un después en la vida de los individuos afectados por ella.
Entre los casos más célebres de cambios drásticos de personalidad por lesiones cerebrales destaca el de Phineas Gage, por ser el primero descrito en la literatura médica. Este obrero norteamericano sufrió un fatal accidente mientras trabajaba en la construcción de un ferrocarril en 1848. Una barra de hierro de más de un metro de largo y tres centímetros de grosor le atravesó el cráneo. Pese a la enorme gravedad de la lesión y a una infección posterior, Gage logró sobrevivir y recuperarse casi completamente, pero la persona que todos conocían como Phineas Gage dejó de existir.
El capataz responsable, amable y conciliador se había convertido en una persona impaciente, infantil, malhablada y agresiva. Allá por donde pasaba tenía constantes riñas con sus colegas de profesión. El Dr. Harlow, el médico que le trató y siguió su caso, afirmaba que "el equilibrio entre su facultad intelectual y sus propensiones animales se había destruido".
Investigaciones posteriores sobre las lesiones de Gage encontraron que la barra de hierro había lesionado gravemente la corteza prefrontal. Como consecuencia, se había alterado la toma de decisiones racionales e informadas y el procesamiento de las emociones. Por esta razón, Gage no era capaz de mantener sus trabajos y se metía en peleas constantemente, pues tenía grandes dificultades para "controlarse" así mismo y para manejar sus emociones.
El famoso caso de Phineas Gage fue todo un hallazgo espectacular para la neurociencia en su momento y una de las pruebas más sólidas sobre el papel de la corteza prefrontal en el comportamiento y temperamento de las personas. La enorme gravedad de las lesiones en dicha región cerebral, su aparición repentina por el accidente y que Gage consiguiera seguir con vida y volver a la rutina fueron tres factores clave para que el descubrimiento fuera posible. Sin embargo, ¿es necesario que ocurran accidentes tan fatales en el cerebro para que se produzcan cambios en la personalidad? Desafortunadamente, no. Múltiples enfermedades neurológicas pueden transformar a las personas en mayor o menor medida, según las zonas cerebrales afectadas y la gravedad de las lesiones.
Entre las demencias, la enfermedad de Alzheimer destaca por ser una de las que más frecuentemente provoca cambios de carácter y comportamiento entre las personas afectadas por ella. Estos cambios no se producen exclusivamente por una pérdida de la memoria, sino también porque, conforme avanza esta enfermedad neurodegenerativa y se produce la muerte de neuronas, se afectan regiones que influyen sobre la personalidad. Este fenómeno también puede ocurrir, por ejemplo, ante la aparición de tumores cerebrales o de ictus (infarto cerebral) en regiones críticas.
La lista de síntomas que pueden aparecer ante tales cambios en la personalidad y en el procesamiento de las emociones es tan extensa como variada: agresividad, irritabilidad, apatía, ansiedad, problemas para organizar y planear, dificultad para reconocer las emociones propias y las de los demás, comportamientos extraños y no aceptables socialmente, cambios constantes de humor, confusión, olvidos frecuentes, psicopatía...
Desde hace un tiempo, también sabemos que no son necesarias grandes lesiones en el cerebro para afectar a la personalidad de un individuo. Los miniictus, por ejemplo, también pueden causar cambios en la personalidad. Se tratan de diminutas lesiones (de 0,05 a 3 milímetros de diámetro) que aparecen en el cerebro por problemas vasculares y que, en muchos casos, pasan desapercibidas porque no se muestran síntomas o estos son muy leves. No obstante, cuando estos miniictus se van acumulando con el tiempo, aparecen secuelas neurológicas y, entre ellas, pueden surgir cambios de personalidad y alteraciones emocionales de forma sutil y progresiva.
En la absoluta mayoría de los casos, cuando las lesiones cerebrales desencadenan cambios en la personalidad, éstos suelen ser negativos. Es decir, los pacientes afectados muestran patrones de comportamiento y rasgos emocionales más descontrolados, antisociales y menos empáticos. Curiosamente, no siempre es así. En una minoría de pacientes, los daños en el cerebro producen, paradójicamente, cambios beneficiosos para la personalidad. De ser gruñones y antipáticos pasan a ser más amistosos y sociables. Entre los múltiples casos descritos en las investigaciones médicas, podemos encontrar al paciente 2410. Se trataba de un hombre de 30 años que había sufrido una aneurisma (debilitamiento de la pared de un vaso sanguíneo) cerebral y que se sometió a cirugía para tratarse. Tanto él como su esposa afirmaban que antes de esa lesión, él tenía mal genio, con tendencia a la ira y normalmente estaba melancólico. Tras la lesión, sin embargo, se reía y bromeaba más y era más sociable y amigable.
Sobre este asunto, un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Iowa encontró que, de 97 pacientes que sufrieron daños en zonas específicas del cerebro, 54 tuvieron cambios negativos de personalidad, mientras que 22 tuvieron cambios positivos. Para confirmar estos cambios se realizaron entrevistas a familiares o amigos cercanos de los pacientes y se les preguntó sobre cómo eran antes y después de que ocurrieran las lesiones. Estos efectos positivos solían ocurrir cuando aparecían lesiones en ciertas regiones de los lóbulos frontales. Otras investigaciones han detectado que, en raras ocasiones, daños concretos en el cerebro pueden hacer a las personas más resistentes a sufrir depresión.
Todos estos hallazgos, en su conjunto, nos muestran hasta qué punto nuestra propia personalidad y carácter es algo que escapa a nuestro control y que puede transformarse súbitamente ante cambios fortuitos en nuestro cerebro.