Los científicos del Museo de Historia Natural de Dalian, en China, están más que acostumbrados a recibir en su colección fósiles de todo tipo. Sin embargo, cuando llegó hasta sus manos el protagonista de esta historia quedaron sinceramente sorprendidos.
Ante ellos se encontraban los restos de lo que parecía una gran araña, muy diferente a cualquiera que hubiesen visto antes. La pieza había sido hallada en la formación china del Yixian, perteneciente al Cretácico Superior, por lo que procedieron a compararla con otros arácnidos, tanto actuales como de aquella época. No había ninguno que se correspondiera con ella, por lo que concluyeron que se trataba de una especie aún sin describir, a la que bautizaron como Mongolarachne chaoyangensis, en un estudio publicado en Acta Geologica Sinica. Como es lógico, la noticia llamó la atención de numerosos paleontólogos, entre los que se encontraba el especialista en invertebrados Paul Selden, que no tardó en descubrir que, en realidad, esa “nueva especie” no era más que un cangrejo de río, al que alguien había pintado un nuevo par de patas. Eso sí, con una destreza que ya hubiesen querido para restaurar el Ecce Homo de Borja.
Una falsificación difícil de descubrir
Selden, que ejerce como profesor e investigador en la Universidad de Kansas, buscaba en el estudio detalles muy concretos que los autores no habían referido. Por eso, contactó con sus colegas de Pekín para pedir prestado el fósil.
De un primer vistazo comprobó que el espécimen carecía de algunos rasgos que suelen estar presentes en todas las especies de arañas, por lo que no parecía tratarse de una de ellas. No obstante, para estar más seguro, se asoció con dos geólogos de la Universidad de Kansas, que le ayudaron a analizarlo mediante microscopía de fluorescencia.
De este modo, pudieron detectar cuatro regiones muy concretas, según la radiación que emitían. Una blanca, que posiblemente se correspondía a una grieta reparada, una azul, que hacía referencia a la roca concreta en la que se había formado el fósil, otra roja, correspondiente al material fosilizado real, y la que más llamó su atención: una amarilla, procedente de algún material aceitoso, probablemente pintura.
Esta sección se correspondía con dos de las patas de “la araña”, precisamente las dos que parecían fuera de lugar para un experto en invertebrados como Selden.
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Si este par de extremidades se eliminaba, el resultado era un cangrejo de río común, algo que cuadraba bastante, pues los fósiles de estos crustáceos son muy habituales en la zona en la que se encontró este.
Así fue como descubrió que se trataba de una falsificación, sorprendentemente bien conseguida. No está claro quién la hizo, ni por qué, aunque todo apunta a que era un intento por lucrarse con el hallazgo. A menudo estas piezas son desenterradas por agricultores, que intentan venderlos a turistas interesados en la paleontología. Un simple cangrejo de río apenas tendría un valor económico. Sin embargo, una “araña gigante” sería otro cantar.
Quizás no fuera la primera vez que el autor de la falsificación hacía algo así, pues estaba francamente bien lograda. Tanto, que solo podría haber sido descubierta por un experto en invertebrados. De hecho, el propio Selden ha dejado claro en declaraciones a Science Alert que los autores del estudio inicial son buenos paleontólogos e hicieron correctamente su trabajo, ya que para ver el engaño eran necesarios conocimientos muy concretos sobre arácnidos.
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De cualquier modo, la falsa araña no acabó en manos de un turista, sino primero de un museo y después de unos investigadores de la Universidad del Sur, cuyas conclusiones han sido desmentidas con un nuevo estudio, publicado por el equipo de Selden en Palaeoentomology. Mongolarachne chaoyangensis ya no existe. En su lugar queda otro invertebrado, que quiso ser araña, pero se quedó en cangrejo.