A apenas unos días del comienzo de la Navidad, la mayoría de hogares de los países en los que se celebra están ya engalanados con todo tipo de luces y ornamentos. También ha llegado el momento de enfundarnos en esos estrambóticos jerseys navideños, llenos de pompones, brillos y, ¿cómo no?, dibujos festivos. Todo esto despierta en nosotros ese famoso espíritu navideño, que nos hace más alegres, amables y eléctricos. O al menos eso dicen los anuncios de lotería.

Aunque, en realidad, solo los dos primeros adjetivos se corresponden con esa concepción ideal de la Navidad. El tercero es una cuestión bastante más científica. Y es que, si nos cubrimos con jerseys y gorros de lana mientras decoramos nuestra casa con guirnaldas y adornos de fieltro, es más que posible que nos llevemos algún pequeño chispazo. Especialmente en el hemisferio norte, donde estas fiestas coinciden con una época fría y cada vez más seca. De cualquier modo, es algo que puede ocurrir durante todo el año, sobre todo al tocar la puerta del coche, la barandilla de unas escaleras mecánicas o el pomo de una puerta. O incluso al estrechar la mano o dar un beso a otra persona. A unos individuos les pasa más que a otros, pero en general todos hemos experimentado alguna vez esos calambrazos, cuyo origen está en un concepto que seguro que resulta muy familiar: la electricidad estática.

El origen de los chispazos

Toda la materia está compuesta por átomos, desde los adornos de fieltro hasta la puerta del coche, pasando por nosotros mismos. Porque sí, los humanos también estamos hechos de materia.

A su vez, los átomos contienen unas partículas cargadas positivamente, llamadas protones, y otras negativas, denominadas electrones. Los primeros se encuentran en el núcleo, junto a los neutrones, que no tienen carga, y los segundos a su alrededor, en otra estructura conocida como corteza.

Por lo general, se busca la neutralidad, por lo que el número de protones y electrones suele ser el mismo. De este modo, las cargas positivas se anularán con las negativas y podremos decir que no hay carga. Si, por el contrario, hay más cantidad de una de las dos partículas, tendremos carga negativa, si hay más electrones, o positiva, si hay más protones. Los protones están bien “cobijados” en el núcleo, por lo que normalmente no salen del átomo. Los que sí pueden salir y entrar fácilmente son los electrones, ya que se encuentran en las capas más externas. Por esta razón, la carga será positiva si se pierden electrones y negativa si se ganan.

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¿Pero cómo se ganan o pierden estas partículas? Puede ocurrir de muchas formas, pero la que nos ocupa en este caso se da normalmente cuando hay fricción o contacto entre dos cuerpos. Por ejemplo, si nos frotamos con un tejido de lana o arrastramos los pies sobre una alfombra, los electrones de sus átomos podrán pasar a los de nuestro cuerpo. De este modo, quedaremos cargados negativamente. Pero, como veíamos al principio, los átomos buscan la neutralidad, por lo que esos electrones estarán “ansiosos” por saltar a otro átomo. Es aquí donde entran en juego los materiales conductores, como el metal de las piezas de los coches o las escaleras mecánicas. Al tocar esos objetos, se producirá una corriente de electrones hacia ellos, que nosotros percibiremos como un pequeño calambrazo.

¿Qué tiene esto que ver con el clima?

Aunque podemos sentir esas descargas durante todo el año, suelen ser más habituales en invierno, especialmente en lugares con climas secos. Esto se debe a que, si hay mucha humedad en el aire, los electrones pueden saltar hacia los átomos presentes en las partículas de agua que flotan en él. Sin embargo, si no tienen a donde ir se quedan más tiempo con nosotros, acumulándose a la espera de liberarse abruptamente cuando tengan ocasión.

Es precisamente por ese motivo por el que a veces se recomienda colocar humidificadores dentro de las casa, para evitar estos problemas.

¿Por qué unas personas son más “eléctricas” que otras?

Aunque todos podemos experimentar estos calambrazos, es cierto que hay personas que los sufren mucho más a menudo, convirtiéndose a veces en todo un incordio para ellos pasear por las escaleras de un centro comercial o incluso besar a otra persona.

Se trata de individuos que son más propensos a acumular esa electricidad, por razones que pueden ir desde un mayor volumen corporal hasta el material de la ropa con la que suelen vestir. No obstante, también se cree que les puede ocurrir a personas que acumulen más sales en su sangre, ya que esto hace más fácil la acumulación de iones (átomos cargados).

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De cualquier modo, estos pequeños calambrazos, aunque a veces pueden incluso causar un poco de dolor, no son algo de lo que nos debamos preocupar. Sin aun así queremos evitarlos, podemos evitar vestir con materiales como la lana o suelas de goma, puestos que favorecen que acumulemos las cargas en nuestro cuerpo. También podemos portar objetos metálicos, a los que pasar esas cargas antes de que la cantidad sea tan grande como para provocar el “chispazo”. Explicado esto, solo queda desear que tengáis una feliz y no demasiado eléctrica Navidad. Ojo con las barbas y disfraces de Papá Noel, que los cargan los átomos.