Basta una rápida búsqueda en YouTube para encontrar multitud de vídeos de varias horas de duración y millones de visualizaciones con un tipo especial de sonido: el ruido blanco. Padres de todo el mundo recurren a estos vídeos con la intención de calmar a sus llorones retoños y conseguir que se duerman. Incluso en países como Estados Unidos son relativamente populares ciertos dispositivos que se colocan en torno a las cunas y emiten ruido blanco. Pero ¿de verdad funciona esta técnica y, de ser así, cuál es su mecanismo?
Los bebés pueden convertirse, por momentos, en criaturas verdaderamente exasperantes. Aunque para ellos el llanto es su principal forma de comunicación y suelen utilizarlo para avisar a sus padres de sus necesidades, no siempre es posible saber ni solucionar la causa del lloro. La mayoría de las veces, cambiar el pañal, dar pecho, hacer carantoñas o poner el chupete suele poner fin al lloro de un bebé sano. Sin embargo, cuando el berreo intenso del bebé no tiene causa aparente y parece que no tiene fin, los padres tienen que tirar de mucha paciencia, imaginación y trucos.
Es muy frecuente que los bebés con una edad que va desde la semana del nacimiento hasta los 3 y 4 meses de vida lloren durante horas y con mucha intensidad sin ninguna razón médica que lo explique. Entre el 8 y el 40 % de los querubines de esta edad pasa por este trance en algún momento de esta etapa.
La medicina se refiere a este problema como "cólico del lactante" aunque en realidad sería más adecuado llamarlo "llanto problemático o excesivo" ya que no hay pruebas de que exista algún tipo de dolor abdominal (que es a lo que significa "cólico"). Se trata, en realidad, de un cajón de sastre "diagnóstico" que solo nos dice que el bebé llora mucho y muy fuerte, pero parece que está sano, bien alimentado y no sabemos por qué lo hace.
Además, el bebé con cólico del lactante se define por unas características especiales: su llanto es más intenso y con un tono más alto que el llanto convencional y aparece y desaparece repentinamente sin lógica ni razón aparente. Al mismo tiempo, el bebé está tenso (hipertonía muscular) y es imposible consolarlo aún recurriendo a las más variadas estrategias. Esto provoca que los padres lleguen a estar verdaderamente desesperados y frustrados por los lloros de su criatura.
Tanto es así que un estudio publicado en el año 2000 en la revista Clinical Pediatrics observó que un 70 % de las madres reconocieron tener pensamientos y fantasías explícitamente agresivas e incluso un 26 % admitió tener pensamientos infanticidas durante los episodios de cólico del lactante. Sabiendo estos datos, cualquier solución que se presente para calmar a los bebés, puede ser algo a los que los padres se agarren como un clavo ardiendo.
¿En qué consiste el ruido blanco?
El ruido blanco se trata de un sonido monótono, con una señal aleatoria que abarca todas las frecuencias audibles por el ser humano (que tiene un rango de audición típico que va de los 20 a los 20.000 hercios). A menudo, se suele comparar este ruido con la luz blanca. Si esta luz consiste, en realidad, en la unión de todos los colores de la luz (en realidad, de todas las longitudes de onda de la luz visible), el ruido blanco consiste en la suma de todas las frecuencias sonoras audibles por el ser humano.
Existen multitud de aparatos que en la vida cotidiana emiten un ruido cercano al ruido blanco, pero no igual, ya que no llegan a emitir todas las frecuencias de sonido audibles. Como elementos típicos que emiten este peculiar ruido encontramos un canal de televisión que no está sintonizado, un secador de pelo, el agua cayendo de la ducha, una aspiradora... La peculiaridad del ruido blanco es que es capaz de "esconder"o enmascarar los sonidos de alrededor. De hecho, el ruido blanco puede emplearse como una técnica de aislamiento sensorial.
En el siguiente vídeo podemos ver en qué consiste un ruido similar al ruido blanco y qué efecto tiene sobre un bebé:
¿Funciona para calmar a los bebés?
El número de estudios que ha investigado el efecto relajante y "somnífero" del ruido blanco sobre los bebés es bastante reducido y con pocos participantes por lo que los resultados que nos ofrecen deben interpretarse con cautela.
En ese sentido uno de los primeros ensayos clínicos en valorar con cierto detalle el papel del ruido blanco se publicó en 1990. A partir de 40 bebés de solo entre 2 y 7 días de edad, se crearon dos grupos. Un grupo de 20 neonatos expuestos al ruido blanco y otro de 20 a los que no se les exponía a ningún estímulo. Los investigadores observaron que el 80 % de los bebés se quedaban dormidos a los 5 minutos cuando escuchaban el ruido blanco, en comparación con el 25 % de los bebés en el grupo control que se quedaba dormido espontáneamente. Los autores del estudio indicaban que "el ruido blanco podría ayudar a las madres a calmar a bebés difíciles".
Otro ensayo clínico, publicado en 2017, detectó efectos similares del ruido blanco en los bebés con cólico del lactante. En este estudio se realizaron dos grupos con 20 bebés (de un mes de edad) en cada uno de ellos.
A diferencia del estudio anterior, se compararon los efectos de mecer al bebé con respecto a escuchar ruido blanco. Los científicos observaron que cuando los bebés escuchaban el ruido blanco estaban menos tiempo llorando y más tiempo durmiendo que aquellos bebés que eran mecidos. Las conclusiones del estudio fueron que "reproducir ruido blanco fue un método no farmacológico más efectivo sobre las duraciones del lloro y el sueño en los bebés con cólico del lactante que el balanceo".
En la actualidad, desconocemos a través de qué mecanismo este ruido podría tener efecto en los bebés. Entre las hipótesis que se barajan están que como el ruido blanco es capaz de enmascarar los sonidos de alrededor, podría ocurrir que el bebé deje de llorar porque no se oiga llorar así mismo. Otra explicación que se ha dado es que este ruido recuerda al sonido que escuchaba el bebé estando en el útero materno, dándole tranquilidad.
¿Cuáles son los riesgos?
El ruido blanco para calmar y dormir a los bebés no está exento de riesgos. Precisamente por ello, solo se recomienda aplicarlo cuando el resto de opciones no han funcionado. Uno de los riesgos es que el ruido blanco podría interferir con la audición y el desarrollo del lenguaje del bebé. Un estudio realizado sobre ratas jóvenes y publicado en Science en 2003 observó que estas sufrían un retraso del desarrollo en su área cerebral implicada en la escucha cuando se exponían constantemente a sonidos como el ruido blanco. No sabemos con certeza que estos efectos ocurran también en los bebés, pero es recomendable la cautela y limitar su exposición al ruido blanco.
Otro riesgo adicional y particular de los dispositivos para bebés diseñados para emitir ruido blanco en torno a sus cunas es un exceso de volumen. Tanto es así que en 2014 la Academia Americana de Pediatría detectó que todos los aparatos que evaluó excedían el límite de ruido recomendado para los bebés, situado en 50 decibelios.
Así alertaban los autores de estos aparatos: "Los hallazgos también mostraban que la exposición habitual al ruido blanco a través de un dispositivo infantil de sueño cada noche puede afectar a la audición, al habla y al desarrollo del lenguaje. Aunque se estudiaron los niveles máximos de sonido en este estudio, los autores recomiendan a los padres alejar estos dispositivos infantiles al menos 200 centímetros de las cunas y disminuir el sonido para proteger la audición de los infantes".
En conclusión, tenemos algunas pruebas científicas de que el ruido blanco podría ser útil para calmar a los bebés llorones e irritables cuando otras soluciones convencionales no han funcionado. Sin embargo, conocemos muy poco su grado de utilidad y sus riesgos y, precisamente por eso, es una opción a la que recurrir puntualmente y nunca de forma habitual. Pues otro de los riesgos es que el bebé se acostumbre a dormir o calmarse con este ruido y, con el tiempo, no sea capaz de hacerlo de ninguna otra manera. Aunque este recurso sea relativamente popular entre padres de todo el mundo, la medicina apenas lo ha estudiado. Así que se disponen de muchos casos anecdóticos, pero poca ciencia detrás.