Cuando Bill Gates abandonó Microsoft en 2008 su decisión se vio como un antes y un después en el mundo de las grandes tecnológicas. Y realmente lo era. Gates contaba entonces con una fortuna superior a los 90.000 millones de dólares, lo que le había convertido en la persona más rica del mundo.

Sus más de 30 años al frente de Microsoft hicieron que la compañía se convirtiera en una de las más importantes de la historia, pero también en foco de críticas por sus políticas monopolísticas, que le llevaron a enfrentar varias causas judiciales. Se ha especulado mucho sobre si esta pérdida de popularidad y ese viaje en la visión que la opinión pública tenía de Gates de genio tecnológico a villano enriquecido pudo ser el detonante de que en el año 2000 Bill y su mujer Melinda decidieran dar inicio a la Fundación que hoy lleva su nombre. La reciente serie documental Inside Bill’s brain de Netflix ahonda en los motivos que hicieron que los Gates crearan la que hoy es la mayor organización filantrópica del mundo, con más de 50.000 millones de capital invertido, pero sobre todo hace un repaso por varios proyectos que han impulsado y sus resultados.

La nueva docuserie de Netflix abordará la vida de Bill Gates

Seguramente el mayor valor que aporta el documental de Davis Guggenheim es haber conseguido compartir con Gates y sus allegados varios meses de entrevistas, y también poner sobre la mesa algunos datos hasta ahora desconocidos sobre el nivel de éxitos y fracasos de sus ideas para mejorar el mundo. También permite entender hasta qué punto Belinda Gates es parte fundamental de la organización, así como el magnate Warren Buffet, uno de los mejores amigos de Bill desde hace décadas que desde hace un tiempo se propuso donar más de 90% de su fortuna de forma activa a iniciativas solidarias.

Su participación en la Fundación es tal que el matrimonio y Buffet son hoy los tres fideicomisos de la misma a partes prácticamente iguales. ¿Pero que está haciendo la Fundación Gates con tal cantidad de fondos?

Los tres capítulos del documental se centran en un proyecto cada uno, debido a lo inabarcable de la cantidad de actividades que han promovido desde su inicio. Según los datos de la propia entidad, cada año dedican 5.000 millones de dólares a promover el acceso a la educación de los jóvenes más empobrecidos en Estados Unidos, otros 5.500 durante los últimos años al control de enfermedades como el VIH o la tuberculosis y mejorar la vacunación ante la malaria en países en desarrollo, y donaciones directas a entidades como UNICEF, la Organización Mundial de la Salud, o centros de innovación como el MIT o la Universidad de Oxford.

Reinventar el retrete

Lo dicho, un programa inabarcable que el documental hace bien en condensar en tres proyectos más o menos representativos. El primero de ellos es seguramente el más conocido por el peso que en su momento le dieron los medios de comunicación. Se trata de la iniciativa global liderada por el matrimonio Gates para buscar un nuevo sistema de WC eficiente y autosostenible que pueda funcionar en países sin sistemas de depuración de aguas seguros.

El metraje de Netflix cuenta que la idea surgió cuando, tras combatir otras enfermedades, Bill Gates dio con la estadística de que en África un problema tan solventado en el resto de países como las enfermedades diarreicas matan a más de medio millón de niños cada año.
La falta de acceso agua potable, pero sobre todo la falta de alcantarillado y medidas de depuración hacen que en muchas poblaciones los inodoros sigan siendo agujeros y letrinas cuyos desechos van directamente a un foso que a su vez acaba vertiéndose en los ríos y acuíferos de los que bebe la población. El reto, por lo tanto, es reinventar un WC autosostenible, sin necesidad de estar conectado a la tubería, que limpiara este problema para las más de 2.500 millones de personas en el mundo que no tienen acceso a un saneamiento higiénico y efectivo.

Gates en la presentación de su proyecto durante un foro en China. Fundación Bill y Melinda Gates.

Con esta hoja de ruta, la Fundación Gates lanzó el 2011 la campaña 'Reinventa el retrete', que por medio de becas se dedicó a financiar proyectos para encontrar estos WCs independientes. De esta carrera, en 2018 Bill Gates se presentó en una conferencia en Pekín con un bote de heces humanas en la mano, anunciando algunos de los prototipos elegidos, lo cuales podrían ahorrar millones de litros de agua al año, convirtiendo las heces en fertilizante sin usar agua. El problema, que cada uno de estos artefactos sigue teniendo un coste muy elevado, superando los modelos más asequibles los 20.000 dólares.

El inodoro sin agua financiado por Bill Gates

¿La solución? Ir a lo grande. En el marco de esta iniciativa, la empresa Sedron ha desarrollado un planta integrada y autosuficiente llamada OmniProcessor que por medio de la quema de las deposiciones consigue generar energía, dejando como único residuo ceniza y que sí que ha conseguido tocar tierra con un proyecto piloto en Dakar que trata los excrementos de unas 100.000 personas, aunque por el momento, su coste sigue siendo elevado como para poblar África de instalaciones de este tipo.

Imagen del documental en la que se extrae los primeros litros potables de la planta de tratamiento. Netflix

La polio, la espina clavada de la fundación

La Poliomielitis, conocida como Polio, es un virus que ataca al sistema nervioso, causando debilidad muscular y dejando inválidas a las personas que lo padecen. Desde hace 30 años la vacunación ha conseguido que la mayoría del mundo haya dejado atrás esta enfermedad, pero sigue activa en Nigeria, Afganistán y Pakistán.

El matrimonio Gates se propuso financiar el reparto de vacunas en las zonas rurales de estos países donde no llegaban otras organizaciones, y para ello se dotó de un sistema de cálculo algorítmico para encontrar los últimos focos y aldeas donde sigue presente el virus de forma salvaje.

Sus esfuerzos ayudaron a que en 2017 los casos de polio en todo el mundos se redujeran a apenas 22. Sin embargo, el objetivo de erradicarla se ha ido alejando. Según los datos de la OMS, en 2019 el número de contagios ha vuelto a aumentar hasta 78, principalmente por la incapacidad de actuar en los territorios que los grupos terroristas de Boko Haram y talibanes tienen bajo su control en Nigeria y Afganistán respectivamente, donde en cualquier caso, resulta imposible conocer el número concreto de pacientes.

En el documental de Netflix, el caso de la polio representa a la perfección cómo hasta los objetivos aparentemente asequibles (hablamos de que apenas se daban 30 casos al año en el momento del inicio del proyecto) se pueden volver irresolubles para el magnate.

Su apuesta -de momento fallida- por la energía nuclear

El cambio climático es otro de los grandes problemas en los que Gates ha puesto el foco de sus obsesiones y su fortuna. En 2015 presentó en la Cumbre de París la alianza Breakthrough Energy Coalition, que busca reunir a algunos de los mayores empresarios del mundo para fomentar la inversión en energías limpias y el reto de abastecer al mundo de la electricidad que necesita sin dañar el medio ambiente. A ella se han unido después personas como Jeff Bezos (Amazon), Mark Zuckerberg (Facebook), Jack Ma (Alibaba) o Richard Branson (Virgin).

Sin embargo, la serie de Netflix se centra en su último capítulo en una apuesta en concreto: encontrar una vía segura para explotar la energía nuclear. Para Gates, “la energía nuclear es la fuente de energía con más potencial de las que tenemos en la actualidad”. El problema, según desgrana él y sus asesores en esta materia, es que buena parte de los reactores y la tecnología que se sigue utilizando sigue siendo en gran medida la de hace varias décadas.

Para ello Gates fundó ya en 2006 TerraPower, empresa dedicada en destinar fondos a un proyecto de reactor basado el la denominada fisión nuclear de onda de propagación, el cual centra su funcionamiento en uranio empobrecido, en lugar de enriquecido. Esto haría en primer lugar que buena parte de los residuos nucleares actuales, abandonados y sellados para evitar su potencial riesgo, pudieran ser el 'combustible' de estas centrales.

Central nuclear de Trillo, España

El problema con el que debe lidiar, como no, es la mala fama que persigue a lo nuclear debido a accidentes como el de Chernóbil o Fukushima. Según las patentes de TerraPower, sus proyectos de planta pueden lidiar con muchos de los fallos estructurales y humanos que provocaron estos desastres, pero el problema entonces vuelve a ser el dinero.

Gates llegó a tener un acuerdo con China previa reunión con su presidente Xi Jinping para instalar en el país la que sería la primera central piloto de esta nueva tecnología. “Acudimos a China antes que Estados Unidos u otro país porque es el que más inversión ha estado destinando en los últimos años a la energía nuclear”, llega a aclarar el creador de Microsoft en el documental.

Más allá de Huawei: todo lo que está en juego en la guerra tecnológica EE.UU.-China

Sin embargo, sus planes se torcieron a raíz de la vigente guerra comercial entre Estados Unidos y China, que prohibió de facto las inversiones de fondos y también fundaciones norteamericanas en el gigante asiático. Con ello, el proyecto de esta nueva planta nuclear queda también en el aire, cerrando una nueva alegoría sobre cómo las buenas intenciones de la Fundación Gates, en cierto grado, no están llegando a fructificar a pesar de toda su inversión.

“Hagamos un repaso”, le propone al final del metraje Davis Guggenheim a Gates. “Las plantas de tratamiento de aguas siguen siendo demasiado caras para una instalación masiva. Los casos de polio han aumentado en el último año, y tu propuesta para avanzar en la energía nuclear ha quedado paralizada por la política...”, a lo que Gates responde, “seguiremos intentándolo”.

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