Cuando hablamos de mujeres poderosas de la Historia, Catalina II de Rusia debería de ser una de las primeras en venirnos a la mente. Por desgracia, no siempre lo es, y su falta de representación en medios audiovisuales puede tener parte de la culpa de haber quedado a la sombra de otras figuras emblemáticas. Philip Martin (*The Crown se ha propuesto cambiar esta situación con una miniserie de cuatro episodios sobre su reinado, Catalina la Grande, que ha llegado a nuestro país a través de Sky España.
Helen Mirren es mucho mayor que lo que debería ser su personaje en el momento histórico que representa —de hecho, supera por diez años la edad a la que la monarca murió—, pero es imposible ponerle mala cara al porte majestuoso de la actriz. Catalina la Grande la ha vuelto a reunir con guionista Nigel Williams, quien la convirtiera en la mítica Isabel I de Inglaterra en 2005 con otra miniserie histórica. Mirren es el alma de la serie, el único punto al que no podemos ponerle ninguna pega.
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Más allá de su aspecto regio, Mirren nos ofrece una interpretación que refleja todas las caras de Catalina II, que son muchas. Es una mujer que consiguió el poder absoluto en el país helado a pesar de ser mujer, original de Alemania y tener una serie de ideales progresistas para la época que le brindaron la enemistad de gran parte de la nobleza. Además, su ascenso hacia el trono, y buena parte de su reinado, estuvieron rodeados de misterio y polémica.
Su marido, Pedro III, murió en extrañas circunstancias, justo después del golpe de Estado en su contra que le granjeó a Catalina el trono imperial. Más tarde, ese torbellino de violencia a hurtadillas acabó con la vida de la princesa Tarakánova e Iván VI. Todo ello envuelto en el misterio de los secretos que se esconden a voces. Los dedos que señalaron a la emperatriz como artífice de los crímenes no tuvieron mucho éxito y, gracias a ello, Catalina se aseguró la permanencia en la Corona rusa. Le siguieron 34 años de Gobierno próspero que transformaron el país.
La serie es un retrato divertido e irónico de su vida, en el que es imposible aburrise porque pasan cosas constantemente. Arranca nada más tomar posesión del cargo, con uno de esos inicios montados al máximo detalle para que, aun desconociendo el contexto histórico, sepamos situarnos en el relato con facilidad. En apenas unos minutos, nos dejan claro el talante de la protagonista y sus motivaciones principales, así como un panorama general de las hostilidades en su contra.
Gracias a la actuación de Helen Mirren, las transiciones entre su faceta más fría y calculadora a la más sensual y juguetona, transcurren con naturalidad. Las intrigas palaciegas y los líos de faldas —y peluquines— ponen la guinda al pastel y hacen de Catalina la Grande una miniserie que se ve sola. El general Grigory Potemkin, interpretado por un Jason Clarke eficaz, pero no destacable, es solo el primero de una larga lista de amantes. A los dramas románticos se suman la tortuosa relación de la zarina con su hijo Pablo (Thomas Doherty); y la amistad con la condesa Praskovia Bruce (Gina McKee), con al que compartía confidencias y hombres por igual.
Por desgracia, lo que es un gran acierto se convierte en un punto débil, ya que la historia se centra tanto en el personaje principal que todo lo demás queda un poco desdibujado. De hecho, no tendríamos tantas palabras de halago hacia la serie de no ser por Helen Mirren. El problema se encuentra en que condensar más de treinta años de mandato en apenas cuatro horas es una tarea difícil; mucho más cuando se invierte tanto tiempo en dar un perfil detallado de Catalina. Esto se agradece, pero todos los complots, peligros y amenazas que sufre su reinado quedan en la sombra. Pasan de puntillas sobre ellos como si tal cosa y, en algunas ocasiones, ni siquiera hay una resolución clara. Aunque los dramas amorosos de la zarina son más que interesantes, también hubiera sido enriquecedor conocer más detalles sobre la turbulencia política que la rodeaba.
A las puertas de la excelencia
Martin nos ofrece un relato sólido en todo lo demás: accesible y entretenida, busca colocarse entre las series importantes de la temporada, para lo que no han escatimado en gastos de ambientación y vestuario. Una de las escenas más inesperadas y divertidas de la serie incluye un complejo sistema de palancas que lleva los platos a la mesa de forma automática durante un banquete. La fotografía es también elegante y placentera, centrada en la luz y los detalles. Sin embargo, no consigue ese toque final que la convertiría en una imprescindible del género.
Una verdadera pena, porque, de haber aprovechado al máximo los recursos y el potencial de la figura de Catalina II, la serie hubiera sido inolvidable. Se quedan justo a las puertas de la excelencia. La llamativa vida de la emperatriz, guiada por los valores liberales, antiesclavistas y protofeministas fueron una revolución en pleno siglo XIX y resultan fascinantes de observar desde nuestra perspectiva actual. Aunque solo sea para conocerla un poco mejor a ella, merece la pena darle una oportunidad a Catalina la Grande, disponible en Sky España desde el 3 de octubre.