En un momento en el que la población mundial parece estar más concienciada sobre los peligros del cambio climático, muchas personas se afanan por buscar formas de desplazarse más limpias para el medio ambiente. Caminar, ir en bici o usar el transporte público son algunas de las opciones más comunes, pero cada vez son más los individuos que prefieren invertir en un coche eléctrico. El futuro parece estar ahí, en compañías como Tesla, cuyos vehículos no aparecerían ni en el mejor de los sueños de Marty McFly. Sin embargo, cuentan todavía con un pequeño inconveniente: el tiempo de carga.
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Existen estaciones de "sobrealimentación", en las que se facilita una carga más rápida de las baterías, pero incluso ahí el tiempo suele oscilar entre los 45 y los 50 minutos. Eso supone tener que planificar los viajes aún más, teniendo en cuenta el retardo que eso puede suponer. Por eso, las conclusiones de un estudio publicado recientemente en la revista Joule, de la mano de un equipo de científicos de la Universidad Penn State, son una gran noticia para los amantes de la automoción eléctrica. Y es que, gracias a una modificación en la temperatura a la que se exponen las baterías, han conseguido cargarlas en la friolera de solo 10 minutos.
Supercargadores
Una de las estrategias empleadas en química para acelerar la velocidad de una reacción es aumentar la temperatura a la que se encuentran los componentes que intervienen en ella.
El funcionamiento de una batería se basa precisamente en reacciones químicas, por lo que su calentamiento suele ser una de las técnicas más habituales para que se carguen más deprisa. Por desgracia, este método tiene también su parte negativa, ya que facilita que algunos de los elementos presentes en ella se descompongan antes de tiempo. Por eso, se busca un equilibrio que permita su carga, pero sin disminuir su durabilidad y para ello, hasta ahora, era imposible recurrir a temperaturas muy altas.
Sin embargo, los autores de este nuevo estudio han descubierto que aplicar ese calentamiento en ciclos cortos puede aportar las ventajas de carga, sin afectar a los componentes de la batería. Para ello, añadieron a la pila una placa de níquel que la precalienta en menos de 30 segundos, de modo que la descarga posterior pueda ya producirse en frío. Durante varios ciclos de prueba, tras los que abrían la batería y analizaban el estado de sus componentes, comprobaron que la temperatura óptima era de 60ºC, pues si se llegaba hasta ella se conseguía la carga en 10 minutos y, por otro lado, no se afectaba prácticamente la estabilidad, por lo que se obtenían al menos 1.700 ciclos más. Además, se agregaban 320 kilómetros de autonomía, respecto a las baterías de litio convencionales.
La degradación de las baterías y la carga rápida, dos compañeros inseparables
En definitiva, solo habría que parar 10 minutos a cargar el coche, que dispondría de 320 kilómetros más de lo normal antes de volver a tener que detenerse y, además, podría repetir el procedimiento al menos 1.700 veces sin necesidad de cambiar la batería. Suena genial, pero estos investigadores no se conforman con eso, por lo que han anunciado que quieren optimizar aún más el procedimiento, hasta reducir el tiempo de carga a solo 5 minutos. Eso sí que es el futuro.