Hoy en día consumimos series y películas de mil maneras. Además de su emisión en cines y en canales de televisión, en abierto o de pago, contamos con servicios de suscripción tipo Netflix, HBO o Prime Video, videoclubs online como Filmin, iTunes o Google Play y un sinfín de fuentes más o menos legales donde compartir contenido. Incluso hay catálogos de contenido que ya no está atado por los derechos de autor como el popular Internet Archive.
Otra manera de ver películas o series es mediante discos DVD o Blu-Ray, que a pesar de la competencia de internet siguen ahí con su cuota de mercado. Y es aquí donde enlazamos con el tema de este artículo, las campañas antipiratería.
Desde siempre, las asociaciones de creadores, productores y distribuidores de contenido audiovisual han dedicado tiempo y esfuerzo a proteger ese contenido de su distribución no autorizada por ellos mismos. Un ejemplo, Disney puede venderte la misma película en VHS, DVD, Blu-Ray y a través de sus canales de televisión una y cien veces pero tú no puedes dejarle tu disco Blu-Ray a un amigo.
Desde que el VHS se popularizara, el lobby de los derechos de autor ha tenido que batallar vía judicial o presionando a los políticos y gobiernos de turno para que el usuario medio no hiciera copias de sus películas. Y en esa lucha, convencer al público de que lo que hace está mal, fue una línea de acción que ha dado como resultado campañas publicitarias más cómicas que convincentes.
No entraré en el debate de si la piratería, como la llaman las asociaciones de derechos de autor, es mala, ilegal o inmoral, teniendo en cuenta que a día de hoy hay miles de películas descatalogadas que solo puedes encontrar por esa vía gracias a la laberíntica burocracia de los derechos de autor y distribución.
Así que nos centraremos en algunas de las campañas de publicidad más impactantes por lo divertidas que resultaron en su momento y que vistas hoy, lo son todavía más. He optado por incluir los vídeos originales en inglés de estas campañas, si bien la práctica totalidad llegaron a casi todos los países del mundo incluso a España y Latinoamérica en su correspondiente adaptación al castellano.
Beware of illegal video cassettes
Año 1990. El VHS vive su momento dorado y las grandes productoras y distribuidoras de contenido audiovisual han logrado un nuevo mercado. Además del cine y la TV, ahora pueden vender su contenido al usuario a través del VHS. Sin embargo, esta tecnología tiene un problema para la industria: un VHS puede copiarse, lo que significa que si compras una película en VHS es posible copiarla a un VHS virgen.
Para solucionarlo y evitar que el público compre cintas VHS “piratas”, la industria se saca de la manga las pegatinas holográficas para diferenciar sus VHS oficiales. Y para dejar constancia de ello, lanzan la advertencia en un vídeo de entre 30 segundos y un minuto explicando qué es esa pegatina y por qué es mejor su VHS que el VHS pirata.
Aunque la advertencia en sí no es graciosa, sí lo es el hecho de que solamente veías esa advertencia si habías comprado un VHS legal o si tu VHS pirata había sido copiado tal cual de la cinta original. Lo bueno es que la advertencia duraba poco y podías rebobinarla.
Don’t Copy That Floppy
Año 1992. El VHS no es el único formato que permite copiar “indiscriminadamente” contenido sujeto a copyright. En los ordenadores de millones de hogares hay otro elemento que sirve para almacenar información y que puede copiarse una y otra vez: el disquete.
De ahí surge la campaña Don’t Copy That Floppy, un icono noventero que tuvo un remake debido a su éxito original, no porque acabase con la copia de disquetes o floppy disks sino porque su canción era pegadiza y el vídeo era gracioso incluso en el momento de su emisión.
A pesar de sus más de 9 minutos de duración, el vídeo, que incluye una canción cantada por el rapero M. E. Hart, tuvo mucha repercusión en especial porque se distribuyó por VHS en escuelas de todo Estados Unidos. Y con la llegada de YouTube, tuvo una segunda vida en forma de vídeo viral con casi 2 millones de reproducciones.
En 2009 se hizo una secuela, Don’t Copy That 2 con la misma estética en una especie de autoparodia tragicómica. En esta ocasión el disquete había dado paso al CD como medio de copia. El propio M. E. Hart fue el encargado de encarnar de nuevo su personaje original y cantar un nuevo rap advirtiendo de los peligros de copiar contenido protegido por copyright.
You Wouldn't Steal a Car
Cuando hablamos de campañas antipiratería, posiblemente la que se hizo más popular fue la que se llamó You Wouldn't Steal a Car y que venía incluida desde 2004 en cualquier DVD que comprases. Irónicamente, si hacías el bien y compras un DVD legal, te tenías que comer ese anuncio que, además, no podías saltarte. En cambio, si comprabas un DVD pirata, obviamente ese anuncio no estaba incluido.
Además de ser conocido por su difusión, también lo es por la comicidad de su argumentación, comparando copiar una película con robar un coche o robar un bolso.
Dejando a un lado su estética de videoclip y su música, en ese sentido nada que reprochar, el mensaje del vídeo lejos de calar provocó un gran rechazo al comparar delitos de gran calado con algo, a priori, menos dañino para el común de los mortales.
Su popularidad creció más si cabe con la broma que le dedicaron en la popular serie The IT Crowd en la que se podía ver una versión un poco más exagerada del vídeo original. Navegando por la red seguramente encuentres más parodias. En resumen, se ha convertido en parte de la cultura popular.
The Last Cinema
De un tiempo a esta parte, la industria del audiovisual ha decidido centrarse en las acciones legales, denunciando a usuarios y, especialmente, a aplicaciones, herramientas y servicios que permitían la difusión de contenido por internet. El caso Napster fue el primero de muchos, pero esto da para otro artículo.
El caso es que las campañas de concienciación ya no se emplean para este fin, salvo alguna excepción como la campaña The Last Cinema de 2011, que se emitió principalmente en Reino Unido y cuyo lema era “Love Cinema? Hate Piracy”.
Como cortometraje está muy logrado, la idea es buena y la factura es impecable, con la voz del actor John Hurt de narrador. Sin embargo, la campaña llegaba un poco tarde. Curiosamente, en 2012 llegaba Netflix a Reino Unido e Irlanda.