Las fake news pueden llegar a ser muy peligrosas cuando tratan temas relacionados con la salud o la nutrición, por ejemplo. Otras veces no entrañan riesgos para el público, pero no dejan de ser deshonestas con él y eso es algo que no debería permitirse, ni en comunicación ni en ningún otro ámbito.
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Por eso, algunos científicos dirigen parte de su tiempo a desenmascarar estas falsas noticias. Es el caso de Metin Eren, un arqueólogo experimental de la Universidad Estatal de Kent, que se dedicó recientemente a desmentir en el laboratorio una historia difundida por el antropólogo Wade Davis, sobre un *inuit* que utilizó sus propias heces para fabricar un cuchillo. Sin duda la leyenda cuenta con todos los ingredientes para convertirse en viral. Tanto, que es habitual escucharla en algunos círculos, como ejemplo del ingenio de esta tribu del Ártico. Eren no niega que sean personas ingeniosas, pero cree que sobran los motivos contrastados para apoyarlo y siempre ha considerado que el del cuchillo no era precisamente verídico. Por eso, decidió repetir todos los pasos y probar si realmente el resultado era capaz de cortar la carne. Spoiler: no lo fue.
¿Todo vale para promover el optimismo?
En 1998 Davis narró en su libro *Shadows in the Sun la historia que un día le contó un inuit* llamado Olayuk Narqitarvik.
El hombre le habló de un anciano que en los años 50 se negó a desplazarse a un asentamiento, alegando que prefería vivir solo, en el hielo. No conformes con su decisión, algunos de sus familiares optaron por quitarle todas sus herramientas, para que se sintiera indefenso y optara por volver con ellos. Sin embargo, el viejo inuit aprovechó una fría tormenta para tallar sus heces heladas en forma de cuchillo, con el que mató a un perro, cuya caja torácica utilizó para hacer un trineo, al que ató al único can que le quedaba.
Lo sucedido parece poco probable. Por eso, Metin Eren tomó la determinación de imitar los pasos del anciano inuit, reproduciendo incluso la que debió ser su dieta. La consistencia de sus heces podría ser muy diferente en función de los alimentos que ingiriera, así que pasó ocho días comiendo sobre todo salmón y también algo de carne de ternera y pavo. Aunque los productos no fueran exactamente los mismos, se trata de una dieta muy rica en proteínas, típica entre las personas que habitan en el Ártico.
Pasado ese tiempo, recogió una muestra de sus heces y la introdujo en un molde de cerámica con forma de cuchilla. Finalmente, solo quedaba congelarla a -20ºC.
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El resultado era una herramienta aparentemente consistente, pero quedaba saber si podría matarse un perro, como cuenta la historia. Lógicamente, no estaba entre sus planes acabar con la vida de un can, pero un trozo de carne fría le bastaría para comprobar si el objeto era suficientemente cortante. Y no fue así, pues en cuanto intentó clavarlo el cuchillo comenzó a derretirse, dejando solo líneas como las que dibujaría una cera de color marrón.
Tras los resultados, Davis explicó a través de un correo electrónico a la publicación sobre antropología Sapiensque el objetivo de la anécdota es remarcar que los inuits no solo no temen al frío, sino que se aprovechan de él.
También hay quien dice que se trata de una lección, que recuerda que con ingenio nunca tendremos por qué quedarnos sin opciones. Se podría decir que el anciano inuit era una especie de McGyver esquimal. En definitiva, se transmite un mensaje optimista, sobre aprovechar los recursos de los que disponemos para poder avanzar. Puede seguir utilizándose para ello, pero teniendo siempre en cuenta que tiene más de leyenda que de realidad.