A la serie *Creedme* se le considera el programa más feminista estrenado durante los últimos años, pero no por las razones obvias que pudieran merecerle semejante denominación. Toca desde un punto de vista sensible el tema del abuso sexual y reflexiona sobre el feminismo de una forma muy distinta a como suele hacerlo Hollywood.

‘Creedme’, la serie: el desgarrador relato de violación en Netflix que todos deberíamos ver

Tiene un rasgo reivindicativo que no se considera agresivo, malvado o violento, sino que en realidad se relaciona mucho más con la capacidad de los personajes para comprender la equidad desde un punto de vista equilibrado y ajeno a los estereotipos. Se trata de toda una evolución en lenguaje televisivo que hace de Creedme una nueva dimensión sobre cómo se comprende lo femenino (y lo que se relaciona con el ámbito de la mujer) en la televisión.

Creada por Susannah Grant y basada en el artículo ganador del Pulitzer escrito por T. Christian Miller de ProPublica y Ken Armstrong del Proyecto Marshall, la historia sigue los intentos de dos policías por atrapar a un violador en serie, después de que su primera víctima fuera considerada poco confiable. Pero en medio de ese amplio arco argumental, la serie analiza la forma en cómo la violencia sexual se percibe en el contexto moderno.

Además, Grant hace un recorrido por el papel femenino contemporáneo que mira desde una óptica subversiva. Las mujeres de la serie son protagonistas activas sobre situaciones complejas contra las que luchan con inteligencia y una refinada sensibilidad. No obstante, Creedme no intenta enviar mensajes políticos: su reflexión se basa sobre las relaciones de poder que presionan y juzgan a las mujeres y pone en relevancia la necesidad de visibilizar sus voces, su importancia y trascendencia.

Creedme rompe con los estereotipos más frecuentes en programas que analizan como las mujeres se mueven por el mundo, ya sean víctimas, detectives o en cargos de poder: no hay escenas sexuales gratuitas, la romantización de la violencia sexual con tintes eróticos o usar los estereotipos habituales para describir a mujeres poderosas.

Los personajes tienen una enorme fuerza e independencia, lo que confiere al show una identidad muy definida. Sobre todo, el guion evita masculinizarles y crea una concepción sobre la identidad más bien neutra, centrada en el talento y capacidad intelectual. Con su aire personal y empático, Creedme elabora un discurso respetuoso de la mujer como individuo.

Además, Grant y su equipo de guionistas tuvieron especial cuidado en la forma de mostrar a la víctima de abuso sexual, un tema controvertido que en más de una ocasión ha provocado un incómodo debate en el mundo del entretenimiento. Creedme no hace hincapié en el aspecto físico de las mujeres agredidas, una salvedad que brinda peso al argumento de la serie sobre el hecho de la violencia sexual es ajena a cualquier justificación.

De la misma manera que en el artículo que inspiró la serie (que ocultó la identidad de las víctimas), la serie asume que la violencia debe analizarse como un hecho externo independiente, lo que sugiere que la violación no depende de cómo luce, lo que hace o el comportamiento general de la víctima. Se trata de un paso adelante en la manera de plasmar la agresión sexual en pantalla, que suele ser un solapado juicio moral.

Tanto el artículo como serie están más interesados en profundizar en las consecuencias que deja a su paso una agresión semejante y brinda a quien la sufre, un papel preponderante al momento de analizar un crimen que con frecuencia tiende a relacionarse con todo tipo de prejuicios sociales y culturales acerca de la violación.

El reflejo de la violencia

No obstante, la serie no ignora que el centro del argumento es la violencia sexual, pero la presenta a través de destellos y escenas sugeridas, que coinciden con la forma en que suelen recordar víctimas de estrés postraumático. El guion de Creedme profundiza mucho más el dolor, la conmoción y el miedo de la víctima que en el hecho sexual de la agresión que sufrió, lo cual permite al argumento moverse a través de lugares desconocidos al momento de narrar y reflexionar sobre un tema controvertido.

Pero, sobre todo, Creedme es un alegato sobre el ataque a la credibilidad a la víctima: el argumento recorre la durísima travesía que supone los interrogatorios, exámenes médicos y el método de comprobación legal que envuelve a la violación, en la que se le cuestiona con enorme crudeza y la mayoría de las veces, crueldad. Desde sus primeras escenas, en la que una víctima interpretada por Kaitlyn Dever debe contar lo que le ocurrió a un policía en medio del shock de lo que acaba de vivir, la serie pone el acento en la insensibilidad y la exigencia del recorrido que una víctima atravesar para obtener justicia.

El personaje de Dever debe lidiar no solo con el trauma de la violencia sino con un método que le obliga a revivir lo peor de lo que le ha ocurrido: los policías a cargo de su investigación, nunca consultan su opinión ni mucho menos, reflexionan sobre la profundidad del trauma que acaba de sufrir.

El interrogatorio, el agresivo examen ginecológico, las reiteradas preguntas sobre cómo y de qué manera padeció la agresión no hacen otra cosa que re victimizar y acentuar el miedo, cuando no poner en relieve que la mujer agredida perdió por completo el control de su cuerpo. Una noción que la serie muestra con ojo crítico y audaz.

Al final, Creedme es una reflexión sobre la compasión y el respeto hacia quienes han sufrido agresiones sexuales y que deben lidiar, además, con un sistema que acentúa los peores rasgos de la experiencia que debieron soportar. Desde una perspectiva original, un argumento brillante, pero, sobre todo, una conexión profunda con la posibilidad de humanizar los procesos que tienen por objetivo la búsqueda de justicia para las víctimas de agresión sexual, la serie cambia la percepción sobre un tema controvertido en un momento necesario para su comprensión más profunda. Quizás, su mayor logro.

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