The Handmaid's Tale sorprendió a propios y extraños cuando fue estrenada. La adaptación de la novela de Margaret Atwood de Hulu se convirtió en éxito inmediato, por un lado por su impecable confección y por el otro por la crudeza de la historia en donde nos muestra el lado más oscuro de una distopía espeluznante. He poco se emitió el último episodio de la tercera temporada y acá repasamos lo que sucedió en esta entrega.
Aunque esta reseña no contiene spoilers parte del supuesto que ya viste la segunda entrega. Si no lo has hecho te recomendamos no seguir leyendo.
Cuando conocimos a June por primera vez ella nos fue mostrando la terrible situación a la que es sometida como Handmaid, a la vez que nos reveló cómo se conforma Gilead, la sociedad que se constituyó a fuerza de ideas de ultraderecha y fundamentalismo religioso, respaldado con una situación que atribuló al mundo entero: la taza de fertilidad descendió a niveles preocupantes para el futuro de la humanidad. Ya en la segunda temporada vimos cómo June tuvo que hacer frente a su embarazo y cómo, luego de grandes pesares y confabulaciones alrededor de ella, tuvo la oportunidad de huir a Canadá pero, en un arranque de valentía (?) decidió en el último segundo permanecer en Gilead.
Cuando estamos enojados con la protagonista
No es fácil disfrutar una serie cuando estamos enojados con la protagonista. Esto puede suceder porque actúa en contra de lo que creemos es mejor para ella, porque hace algo que nosotros no haríamos, o porque nos molesta lo que los guionistas hicieron con ella. De las tres anteriores situaciones la única peligrosa es la última, pues en las dos primeras estamos enredados, atrapados en las posibles trampas que nos fue poniendo la historia. En cambio en la última nos encontramos "fuera" de la trama, ya no en el diálogo o empatía con los personajes sino en conflicto con los responsables de la serie. Aunque hay muchos aciertos en The Handmaid's Tale, en la tercera temporada llevaron a June a cometer no uno, ni dos, sino muchos errores contrarios a todo sentido común —real o de la ficción—.
Si algo consiguen las historias distópicas es representar a distintos grupos en los límites más osados. Límites morales, límites sociales, religiosos, políticos o de pensamiento. En las primeras temporadas de The Handmaid's Tale las piezas de la distopía de Gilead fueron puestas de forma magistral, sin embargo, en la tercera temporada se cae en varias situaciones inverosímiles y, por tanto, nos será difícil seguir la historia sin cierta "incomodidad". En primer lugar, el que June se quedara en Gilead no tiene ningún sentido, y con el paso de los episodios nos demuestra por qué fue un gran error, incluso otros personajes se lo llegan a decir. Aunque este absurdo se intenta justificar con el hecho de que quiere rescatar a su hija, su lucha se ve insignificante la mayor parte del tiempo.
El tufo del "instinto materno"
Si partimos del hecho de que el llamado instinto materno no existe los motivos de June y de muchos personajes mujeres de The Handmaid's Tale caen en el lugar común de otras historias alineadas con el constructo social de la maternidad abnegada. Es innegable que la adaptación de Hulu se ha arriesgado a poner temas muy fuertes y profundos en escena, y eso siempre es un acierto en un momento como el que vivimos, con los cambios sociales y políticos que se viven en todo el mundo. Es por esto que el discurso del instinto materno sobra por completo en la serie, más que nada porque los argumentos que había representado hasta la segunda temporada bastaban para exponer la vulnerabilidad de las mujeres en una sociedad regida únicamente por hombres, respaldados por una ideología religiosa que sólo es usada a su favor y beneficio, por lo que se justificaba la urgencia de actuar, de luchar, de la resistencia de parte de los grupos sometidos (como llegamos a ver en la segunda temporada).
Así pues, si ya de por sí la situación de la protagonista nos puede crear conflicto, más que nada por lo absurdo de haber permanecido en Gilead cuando tuvo la opción de escapar —y las consecuencias de su decisión—, el tufo del instinto materno que varios personajes transpiran es innecesario. Porque si bien existe el amor maternal, el instinto materno es una expectativa social impuesta a las mujeres. A June se le colocó en la posición de David y Goliat con este argumento y no solo es injusto para ella como personaje, sino con los seguidores de la serie, pues se parte desde un ángulo mucho menos agudo y verosímil para el desarrollo de la historia, contrario a lo que hemos disfrutado en las dos anteriores temporadas.
De giros inesperados y escenas bellas (sin sentido)
The Handmaid's Tale no sólo nos sorprendió cuando fue estrenada en 2017 por su historia sino también por la belleza de su confección. La dirección y la fotografía son bastante destacadas, y en la tercera entrega estos aspectos siguen siendo de gran nivel. El único pero en este sentido es que hay escenas muy bellas, con una selección musical acertadísima pero bastante gratuitas, es decir, la rebeldía de June llega a ser estrafalaria pero inocua ante el monstruo terrible que es Gilead. Muy tarde en la tercera entrega van cayendo las cosas en su sitio y se logran rescatar algunos de los esfuerzos de June, sin embargo, la mayoría del tiempo los episodios son mucho más lentos de lo necesario, aunque, eso sí, bellísimos a nivel visual.
Durante la tercera temporada a varios personajes se les lleva al extremo, otros nos mostrarán partes de su personalidad antes ocultas y otros más nos revelarán por fin su verdadero papel en esta compleja historia. También conoceremos el pasado (antes de Gilead) de algunos personajes, como el de la tía Lydia —sin duda, un hilo fascinante y terrible—.
Un aspecto muy destacado de la historia mostrado en esta entrega es sobre la vida después de Gilead, es decir, cómo y con qué consecuencias podría alguien continuar al escapar de ese lugar. ¿Cuáles son las secuelas de la mente, de la integridad física y emocional luego de vivir en Gilead? ¿Es posible superar algo así? Los acercamientos a estas preguntas las vemos a través de Emily, a quien vimos escapar al final de la segunda temporada.
Sin embargo, es imprescindible
A pesar de las debilidades que podemos encontrar en la tercera temporada de The Handmaid's Tale, de lo enojados que podamos estar con lo que hicieron los guioistas con June, de la lentitud de los episodios y algunas situaciones inverosímiles, lo cierto es que la entrega sigue siendo imprescindible, tanto porque sigue poniendo bastantes temas sobre la mesa y son tratados con gran inteligencia. Sin duda el show sigue siendo uno de los mejores de los últimos años. Cabe mencionar que The Handmaid's Tale se encuentra nominada a 11 premios Emmy 2019, ceremonia que tendrá lugar el próximo 22 de septiembre. Por otro lado, en días pasados se confirmó la cuarta temporada, la cual llegará en algún momento del 2020.