Si pensamos en la apariencia de un leopardo, lógicamente nos viene a la mente un animal grande, de cuerpo grácil, pero fuerte, y pelo marrón, salpicado por manchas irregulares de color negro. Efectivamente, es la forma más frecuente en la que se presenta este mamífero, pero no la única. No hay más que ver las interesantes imágenes que han sido captadas recientemente en las cámaras instaladas en la región silvestre de Thabo Tholo, en Sudáfrica.

En ellas se puede ver una hembra de leopardo degustando el cadáver de una jirafa, fallecida recientemente durante una tormenta eléctrica. Hasta aquí todo podría haber sido sacado del más común de los documentales, si no fuera porque el pelo del felino es más claro de lo normal y sus manchas no son negras, sino de un color entre rosado y anaranjado. Lógicamente, su apariencia ha llamado la atención de expertos de todo el mundo, que ya teorizan con el posible origen de esta condición; que, a pesar de ser muy rara, se ha observado en bastantes ejemplares de la zona.

Manchas de color de fresa

En realidad, no es la primera vez que las cámaras captan a esta hembra, según han explicado desde Black Leopard Mountain Lodge en una publicación de su cuenta de Facebook.

En otoño de 2015, cuando era poco más que una cachorra, su imagen llamó la atención de los científicos, que decidieron esperar a ver si lograba llegar a la edad adulta. Y así ha sido, pues cuatro años después el animal ha vuelto a hacer acto de presencia, mostrando de nuevo sus inusuales manchas, ¿pero a qué se deben exactamente?

Aunque es difícil asegurarlo con certeza, la mayoría de expertos que han estudiado las imágenes coinciden en que se trata de un caso de eritrismo o, lo que es lo mismo, una mutación en el gen receptor de melanocortina 1 (MC1R), encargado de la pigmentación de la piel y el pelo. Si un individuo tiene alguna de las variantes que conducen al eritrismo, sintetizará menos eumelanina, que es el pigmento responsable del color negro y marrón. En cambio, se generará mucha más feomelanina, encargada de la coloración rojiza. Esta es precisamente la mutación genética que está detrás de las pecas y el color del cabello de los pelirrojos, pero no solo se da en humanos. También se han observado casos en otros animales, como saltamontes, salamandras o, por supuesto, leopardos.

Black Leopard Mountain Lodge

Leopardos dorados por el mundo

Estos felinos, conocidos como leopardos dorados, han sido el centro de atención de muchos investigadores de todo el mundo durante los últimos años, especialmente por las variaciones que sufre su color en relación a la zona en la que viven. En 2012 se captaron imágenes de otro, también en Sudáfrica, concretamente en la Reserva Madikwe Game. En este caso las manchas anaranjadas no ocupaban todo su cuerpo, sino la parte más cercana a su cabeza. En cambio, en el resto del cuerpo se podían ver las típicas marcas negras de la mayoría de estos mamíferos.

Sin embargo, no es el único país en el que se han visto. De hecho, según un estudio publicado en 2016, los cinco primeros casos registrados se habían dado en la India. A pesar de referirse a estos, el objetivo de dicho trabajo era precisamente analizar su distribución en Sudáfrica. Finalmente se concluía que eran mucho más comunes en el noreste del país y que su presencia denotaba una posible fragmentación de la población. En cuanto a las causas de esta heterogeneidad en la distribución de los animales, se apuntaba a una posible adaptación al ambiente. Esta teoría se sostiene en el hecho de que los ejemplares que habitaban zonas áridas eran más claros, con manchas dispersas, mientras que los que vivían en bosques eran más oscuros, con las marcas concentradas en el centro.

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Por otro lado, se apunta a que la razón de la aparición de un mayor número de estos leopardos podría deberse a la presencia de animales liberados o huidos de programas de cría en cautividad. En el momento en el que se llevó a cabo el estudio, nueve ranchos de caza en Sudáfrica criaban leopardos para la caza de trofeos, por lo que se trataba de una opción plausible.

En la antigüedad, los pelirrojos eran tan poco comunes que se pensaba que las mujeres con esta apariencia eran brujas. Ahora sabemos que no es cosa de magia, sino de genes, y que tampoco es algo únicamente humano. Esto implica que los leopardos dorados no tienen poderes mágicos, ni ninguna otra cualidad mística, pero no por ello dejan de ser animales realmente interesantes, cuya observación es todo un privilegio para quienes han podido verlos. Eso, en cierto modo, también es magia.