Esta semana conocimos una triste noticia sobre el primer glaciar extinto de Islandia y la placa-homenaje que se colocó en su lugar, como recordatorio de lo lejos que puede llegar la desmesura humana.

Por desgracia, es más que probable que este haya sido solo el primero de una larga lista, si se tienen en cuenta los modelos predictivos de fusión del hielo submarino. Estos ya son bastante alarmantes de por sí, pero la situación se vuelve más crítica a raíz de las conclusiones expuestas por un estudio publicado hoy en Science, de la mano de científicos de la Universidad de Oregon. En él, se comparan los modelos existentes con el ritmo real de desaparición de un glaciar de Alaska y se comprueba que las predicciones actuales de derretimiento podrían estar subestimadas, hasta en dos órdenes de magnitud.

Un adiós acelerado

Tras decir adiós al glaciar Ok, en Islandia, queda saber a qué velocidad tendremos que despedirnos de otras masas de hielo similares en el resto del mundo.

Para ello, la Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos ha financiado este reciente proyecto, dirigido por el oceanógrafo de la Universidad de Oregon, Dave Sutherland, y protagonizado por el glaciar LeConte, en Alaska. Este es uno de los conocidos como glaciares de marea, que se caracterizan por estar en constante movimiento, perdiendo trozos de hielo, por lo que no es fácil acercar una embarcación hasta ellos para realizar mediciones sobre su fusión. Por eso, la mayoría de investigaciones previas sobre el derretimiento submarino de estos glaciares se basan en modelos teóricos, establecidos a partir de datos extraídos de zonas cercanas a ellos.

El objetivo de Sutherland y su equipo no era otro que intentar comprobar si las conclusiones de estos modelos se podían obtener también empíricamente. Para ello, desplegaron a bordo de un barco pesquero un sónar multihaz que escaneaba la interfaz océano-hielo del glaciar. Tomaron estas medidas en repetidas ocasiones, seis veces en agosto de 2016 y cinco veces en mayo de 2017. Así pudieron obtener un perfil sobre grandes franjas de hielo en la zona de drenaje del glaciar, además de recopilar datos acerca de la temperatura, la salinidad y la velocidad del agua corriente, consiguiendo así una estimación del flujo de deshielo.

El hielo de Groenlandia se derrite mucho más rápido de lo que pensábamos

Una vez que obtuvieron esta información, ya podían compararla con los modelos previos, que resultaron ser mucho más optimistas, estableciendo unas tasas de fusión muy por debajo. Pero, entonces, ¿a qué se debía tal diferencia? La clave está en las categorías de derretimiento analizadas. Existen dos tipos: la fusión por descarga y la ambiental. La primera se produce cuando se liberan grandes volúmenes de agua de deshielo debajo del glaciar. La mayoría de estudios se han centrado en esta categoría, pero no han tenido en cuenta que esta afecta principalmente a un área estrecha de la cara del glaciar, mientras que la ambiental se da en toda ella por igual. Por eso, los resultados obtenidos por los modelos estaban por debajo de la realidad, al no considerarse en ellos todo el conjunto.

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Ahora, con esta nueva información, los científicos cuentan con estimaciones más precisas, tanto del deshielo como del consecuente aumento del nivel del mar. Además, con ellos en la mano se pueden tomar medidas más concretas para tratar de detener este vertiginoso proceso, antes de que no haya suficientes placas con las que homenajear a los glaciares que desaparecen en todo el mundo.

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