Las redes están repletas de vídeos virales de animales realizando acciones aparentemente humanas. Se trata de imágenes divertidas, aunque no siempre esconden una realidad agradable, pues en muchas ocasiones las simpáticas tareas realizadas por los animales son el fruto de un largo periodo de duro adiestramiento sin sentido. Sin embargo, este no es el caso de los vídeos de Snowball, una cacatúa que se hizo muy famosa en 2007, a raíz de la publicación de un vídeo en el que se movía al ritmo de Everybody, de Backstreet Boys.

No tardó en llamar la atención de un grupo de psicólogos de la Universidades de Harvard y Tufts, entre los que se encontraba su propietaria, Irena Shulz. Desde entonces, han realizado dos estudios basándose en ella. El primero, publicado en 2009, establecía que bailar espontáneamente al ritmo de la música no es una tarea únicamente humana, pues esta cacatúa no necesita ningún tipo de entrenamiento para hacerlo. En el segundo, publicado ayer mismo en Current Biology, van más allá y analizan la variedad de sus movimientos, a la vez que estudian cuáles pueden ser las causas que llevan a una especie a actuar de este modo.

El triste trasfondo del vídeo viral de un chimpancé navegando por Instagram

Primer paso: cambiar el repertorio

Durante este estudio se observó la reacción de Snowball a dos clásicos de los 80: Girls Just Wanna Have Fun, de Cindy Lauper, y Another One Bites the Dust, de Queen. Ambas canciones son especialmente rítmicas, por lo que resulta casi inevitable no llevar el ritmo con la cabeza o los pies mientras suenan. Los humanos no podemos evitarlo, como tampoco puede esta cacatúa de la especie eleonora (Cacatua galerita Eleonora).

No fue entrenada y apenas necesitó un poco de ánimo por parte de los científicos para que el ave empezar a contonearse al son de la música. Además, observaron que los movimientos empleados eran diferentes a los que se usaron en el estudio de 2009. En total se observan hasta 14 movimientos diferentes, entre los que destacan ciertos “pasos de baile”, como los levantamientos de pata, las sacudidas y giros de cabeza o los contoneos en semicírculo, todos ellos claramente coordinados y sincronizados con la melodía.

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Buscando una explicación

Ni siquiera los chimpancés son capaces de moverse espontáneamente al ritmo de la música. Entonces, ¿qué es lo que nos lleva a parecernos a las cacatúas en este aspecto?

Para empezar, los autores del estudio consideran que podría estar relacionado con que ambas especies son aprendices vocales, con fuertes conexiones auditivo-motoras en el cerebro. En el caso de las cacatúas, los balanceos de cabeza forman parte del cortejo y el levantamiento de las patas está relacionado con la locomoción, por lo que pueden considerarse como movimientos innatos controlados por generadores centrales de patrones, impulsados por los ritmos auditivos, sin la participación de una compleja planificación motora. Es diferente el caso de los humanos, pues en nuestros cerebros el movimiento provocado por la música se vincula a otras redes neuronales diferentes. Sin embargo, ambos casos convergen en el hecho de saber reconocer patrones y responder a ellos.

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En definitiva, estos investigadores concluyen que la capacidad de bailar de forma innata se basa en cinco rasgos: el aprendizaje vocal, la capacidad de imitación de movimientos no verbales, la tendencia a formar vínculos sociales a largo plazo, la capacidad de aprender secuencias complejas de acciones y la atención a los movimientos comunicativos. Todas ellas son cualidades que estas aves comparten con los seres humanos, de ahí que nosotros también seamos capaces de movernos al ritmo de la música de una forma relativamente coordinada. Que lo hagamos bien ya es otro cantar.