La pérdida de la virginidad puede ser una situación bastante dolorosa para algunas mujeres, aunque por lo general suele acabar bien, sin incidentes.

No fue así en el caso de una mujer pakistaní de 20 años, que acudió en busca de ayuda médica al comprobar que no podía tener relaciones sexuales con su marido, con el que se había casado seis meses atrás. La penetración parecía imposible y, como resultado, el hombre había comenzado a abusar de ella, tanto física como psicológicamente, por lo que la joven había vuelto a vivir con sus padres. Llegados a este punto, decidió acudir a consulta de ginecología en el Hameed Latif Hospital, de Punjab. Allí, explicó a los doctores que ese no era su único problema, pues llevaba tres años sufriendo a menudo dolor abdominal y, además, aún no había tenido su primera regla. Esto no concordaba con un desarrollo tardío, pues sus pechos y el resto de caracteres sexuales estaban bien desarrollados. Además, los niveles hormonales se correspondían con los de una mujer que ya ha comenzado a menstruar. Descartada esa posibilidad, solo quedaba inspeccionar la vagina, donde finalmente dieron con el origen de su problema: un tabique a solo dos centímetros de la entrada, que impedía el contacto con los órganos sexuales internos.

La causa de su dolor

El tabique transversal vaginal es una pared de tejido colocada incorrectamente durante el desarrollo embrionario, de modo que bloquea la entrada a la vagina.

Las mujeres que la tienen no suelen ser conscientes de ello hasta empezar a mantener relaciones sexuales o cuando, con el paso de los años, empieza a ser raro no haber tenido su primera regla. Y en realidad sí la han tenido. Lo que ocurre es que tanto la sangre como los restos de tejido desprendidos del útero se acumulan sobre el tabique, provocando de forma cíclica el dolor que reportó la paciente pakistaní.

Detectado el problema, los médicos optaron por someter a la joven a una cirugía consistente en la retirada del tabique y la colocación de un injerto de amnios. Este es un tipo de tejido presente en la capa más interna de la placenta, que puede ser donado tras el parto para su utilización en injertos de piel en diferentes patologías. En este caso, que ha sido descrito recientemente en BMJ Reports, el objetivo era evitar la estenosis o, lo que es lo mismo, un estrechamiento posterior del conducto recién abierto.

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La intervención fue un éxito y la paciente pudo comenzar a mantener relaciones sexuales sin dolor solo tres meses después. Además, a los siete meses quedó embarazada y terminó dando a luz a un niño sano, mediante cesárea.