‘Big Little Lies’ fue uno de los grandes éxitos de HBO el pasado año y regresa ahora con una ambiciosa segunda temporada que nos mete de lleno en las intrigas de una población de la costa californiana a través de 7 episodios de casi una hora de duración. En esta reseña abordamos sin spoilers la segunda temporada de la serie, pero es mejor que no sigas leyendo si aún no has visto la primera.

Como ya es habitual en series como ‘Las escalofriantes aventuras de Sabrina’, la segunda parte de ‘Big Little Lies’ retoma la numeración de los episodios donde se quedó la anterior, en lugar de iniciarlos desde cero. Así, la serie consigue trasladar una sensación de continuidad muy sólida. No son dos temporadas independientes, sino la continuación de una historia que aún no han terminado de contar.

Después de arrasar en los Emmy y los Globos de oro, ‘Big Little Lies’ dejó el listón muy alto para la segunda temporada. Por si fuera poco, la trama quedaba casi completamente cerrada y dibujaba un arco de personajes que completaba a la perfección el ritmo de la serie y nos daba un perfil claro de sus protagonistas. Continuar la historia era un reto. No obstante, lo tenían —casi— todo a su favor: pocas cosas pueden salir mal cuando cuentas con actrices de la talla de Nicole Kidman, Reese Whiterspoon y Laura Dern. Si faltaba algo en esta fórmula del éxito esa era Meryl Streep.

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La veterana actriz se une al espectacular elenco como Mary Louise, la madre del recién fallecido marido de Celeste (Kidman). Movida por la firme intención de averiguar la verdad, se muda a la ciudad para ayudar a su nuera con los niños y, ya de paso, investigar por su cuenta. Meryl Streep roba todo el protagonismo en los primeros capítulos de la temporada con una actuación sincera y excéntrica, a la altura de su personaje. No podía ser de otra forma cuando Liane Moriarty, autora de la novela que inspiró esta serie en primer lugar, escribió el personaje pensando en ella. Solo durante el tiempo que no está en pantalla podemos centrar nuestra atención en las demás: cinco mujeres unidas por un secreto y un vínculo de amistad que, dadas las circunstancias, incluso podríamos tildar de sorórico.

Nuevos comienzos

La temporada comienza con un paralelismo con la anterior y nos sitúa de nuevo en el inicio del curso escolar, con el colegio siempre como núcleo social. Sin embargo, nada es igual que un año antes. Mientras Bonnie (Zoe Kravitz) está ausente, corroída por el peso de la culpa, Jane (Shailene Woodley) abre la puerta a una posible pareja y la vida personal de Renata (Dern) se desmorona poco a poco. Madeline (Whiterspoon) no es capaz de avanzar en las constantes discusiones con su hija mayor y Celeste (Kidman) vuelve a terapia para aprender a procesar sus sentimientos por el que fuera su maltratador. La primera temporada nos contó cómo se forjaron esas pequeñas grandes mentiras, y ahora la segunda nos muestra cómo van saliendo a la luz. Nadie está a salvo de la verdad en Monterey, aunque su mayor secreto siga bajo llave en la mente de una inestable Bonnie.

Es, si cabe, una temporada más valiente que la anterior. Aborda sin pudores las secuelas que la violencia de género ha dejado en Celeste y centra la atención en sus hijos. Los niños están inmersos en una espiral de emociones contradictorias sobre su padre y Celeste no puede evitar ver en ellos el reflejo de la violencia de su marido. La serie sigue mandando un mensaje contundente contra aquellos que piensan que un maltratador puede ser un buen padre y en esta temporada se ve con más claridad aún. Además, observamos su dificultad para procesar el trauma por culpa de Mary Louise (Streep), que pone constantemente en duda su testimonio y no escatima en halagos hacia su hijo.

A riesgo de mencionar en exceso la actuación de Meryl Streep, es necesario volver a remarcar la importancia de su personaje en esta temporada. Por un lado, su perspectiva nos ofrece una cara más del poliedro de emociones que se retratan en ‘Big Little Lies’ alrededor del —no tan— accidente del marido de Celeste. Si la primera temporada nos explicaba las causas, ahora nos quedamos con las consecuencias, que son todavía más dramáticas. Más aún para una madre que se acaba de enterar de que su hijo “perfecto” era un maltratador y un violador.

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Por otro lado, la personalidad de Mary Louise es un soplo de frescura entre un grupo de personajes que ya no son una sorpresa. Se trata de una mujer resiliente, que no tiene miedo de decir lo que piensa, aunque pueda llegar a resultar maleducada, pero que no pierde las formas en ningún momento. Por eso mismo, sus interacciones con otros personajes de carácter fuerte, como Madelaine o Renata, crean una tensión explosiva.

También cabe resaltar el papel de Jane (Woodley), que, gracias a un posible interés romántico, debe enfrentarse por primera vez a las secuelas de su violación. La serie refleja con mucha sensibilidad su experiencia a través de los flashbacks, el miedo y la ilusión de volver a empezar. Por otro lado, vemos cómo ha cambiado su relación con las demás a raíz del accidente y el nuevo vínculo que forma con Celeste.

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Una temporada a la altura de la anterior

Si algo ha demostrado 'Big Little Lies' es que sabe jugar con el ritmo y la tensión. Podemos sentir cómo va creciendo capítulo a capítulo, tal y como lo hacía en la segunda temporada. No obstante, sí se nota una falta de objetivo en los primeros momentos. En la primera temporada, sabíamos que alguien había muerto, y todo el misterio de la trama se dirigía en esa dirección, mezclando escenas del pasado y el presente. Ahora, sin embargo, no tenemos ese objetivo final, sino que vagamos a la deriva entre las vidas de las protagonistas, esperando el momento en que algo explote.

En todos los aspectos, ‘Big Little Lies’ mantiene su esencia y el protagonismo indiscutible de los personajes femeninos sobre los masculinos. La serie sigue apostando por un viaje al epicentro de las inseguridades que atemorizan a estas mujeres y que las hace humanas, alguien con quien sentirse identificada. Pocas cosas hay más reales que un grupo de amigas sacudidas por la violencia patriarcal de una u otra forma.

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