En el pasado, nuestros ancestros tuvieron que enfrentarse a todo tipo de animales peligrosos, desde grandes depredadores que podrían matarlos de un solo zarpazo hasta pequeños insectos transmisores de enfermedades peligrosas, pasando por una amplia gama de especies venenosas. Por eso, no es extraño que les temieran; ya que, al fin y al cabo, el miedo es un instinto de supervivencia que nos incita a evitar todo aquello que nos puede matar.

Las cosas han cambiado mucho en la actualidad. No tenemos que salir a cazar animales a pecho descubierto para alimentarnos, ni estamos continuamente en contacto con criaturas que podrían matarnos con su mordedura ponzoñosa. Sin embargo, ese miedo ha quedado latente en nuestro interior, especialmente en algunas personas, en las que puede convertirse en toda una fobia. Pero no todos los animales nos provocan el mismo miedo. Lógicamente, una anaconda y un tierno gatito generan sensaciones muy diferentes. Con el fin de saber cuáles son los más temidos, un equipo de psicólogos del Instituto Nacional de Salud Mental de la República Checa ha llevado a cabo un estudio, publicado en British Journal of Psychology, en el que se clasifican varios animales, en función del miedo que generaron a los voluntarios participantes. Los resultados son bastante curiosos, aunque el cabeza de ránking no resulta demasiado sorprendente.

Las ocho patas del terror

En este estudio participaron 2.000 voluntarios procedentes de Eslovaquia y la República Checa, a los que se realizó una serie de encuestas a través de Facebook. En ellas tenían que puntuar del 0 al 7, según el miedo y el asco que les provocaban las imágenes de 24 animales que normalmente generan miedo y también la de otro utilizado como control, por no soler causar miedo: el adorable panda rojo. A continuación, los resultados se reclasificaban a través de un nuevo método de puntuación, que los situaba del 0 al 5, también para las dos mismas sensaciones.

De todos ellos, solo 10 recibieron una puntuación media por encima del 3, tanto en asco como en miedo.
En la parte más alta de ambas clasificaciones se encontraba la araña, con un 4’39 en miedo y un 4’47 en asco. Es bien sabido que el terror a las arañas es una de las fobias más extendidas, por diferentes razones. Por lo general, los científicos apuntan a que puede deberse al aspecto amenazador de sus patas, a su posibilidad de moverse rápida e impredeciblemente y al hecho de que se encuentran habitualmente en nuestros hogares, vivamos en el país que vivamos. Todo eso sin tener en cuenta que también tienden a ocultarse en lugares oscuros y que, para colmo, algunas pueden causar reacciones muy dolorosas, e incluso la muerte. Esto último es lo menos común, pero para muchas personas es inevitable sentir miedo por ello.

Los arácnidos que viven en tu cara

Siguiendo con el miedo al veneno, la imagen de una víbora fue la siguiente más temida, con un 4’39, aunque en asco solo recibió un 2’83. Curiosamente, justo después se situó el toro; que, a pesar de no soler estar en contacto frecuente con las personas, resultó tener un 3’84 en miedo, pero solo un 1’62 en repugnancia.

Los que más asco dieron a los participantes fueron en su mayoría parásitos, como la tenia, con un 4’83 en asco y un 3’60 en miedo, y los piojos, con un 4’83 en disgusto y un 3’58 en temor.

En cuanto a la parte más baja de la clasificación, si bien cabía esperar que el control fuese el que tuviese las puntuaciones más bajas, otros animales como el gato, el pez o incluso la lagartija generaron menos miedo, con puntuaciones respectivas de 1’24, 1’15 y 1’46, algo inferiores al 1’57 del panda.

Polák et al.

Aunque algunos de sus resultados coinciden claramente con lo que solemos ver entre nuestro círculo de familiares y amistades, los propios autores del estudio admiten que fueron recogidos de modo que no deben considerarse definitivos. Por un lado, esto se debe a que la autoinformación (cuando es el propio voluntario el que habla de sus miedos), puede conducir a errores. Por otro, el hecho de que las imágenes que tuvieron que evaluar fueran estáticas también puede influir, ya que algunos animales provocan mucho más miedo y disgusto cuando se observan en movimiento. No hay más que imaginar una araña quieta y luego pensar en ella corriendo hacia nosotros o incluso en dirección contraria. En ambos casos es posible que un escalofrío recorra nuestra espalda, pero en el segundo será, sin duda, mucho más intenso.

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