La larga espera ha terminado. Después de casi dos años aguardando la llegada de este momento, tenemos en nuestras manos (más bien en nuestras pantallas) el primer capítulo de la octava y última temporada de Juego de Tronos. Al igual que en la pasada temporada, hemos disfrutado del episodio de forma simultánea con el estreno en Estados Unidos.

La gran guerra ha llegado, el muro ha caído y el ejército de los 'no-muertos' del rey de la noche marcha hacia Westeros con una idea muy clara. El final está aquí pero, ¿quién se sentará en el trono? —con esta escueta sinopsis nos venden los primeros 54 minutos de esta nueva entrega-.

El invierno más crudo ha llamado a la puerta de nuestros protagonistas y por desgracia ese invierno no solo conlleva frío, sino también muerte. Hay un largo abismo que separa la primera temporada de la serie con lo que vemos hoy en día. Lo que en un principio surgió de un capítulo piloto que tuvo que rehacerse porque nadie creía en este proyecto salvo los directivos de HBO, ahora se ha convertido en la mayor producción de los últimos tiempos, no solo por el dinero invertido, sino por el séquito de seguidores que tiene en su haber y la macro divulgación.

Episodio 01 (sí, el capítulo se llama así) tiene una duración aproximada de una hora, está escrito por David Benioff y DB Weiss y capitaneado por el director David Nutter. Tanto si eres de los madrugadores o trasnochadores que han decidido ver el capítulo a altas horas de la madrugada, como si eres de aquellos que aún no ha podido verlo, queremos dejar claro que este artículo puede contener spoilers.

En su inicio tenemos sentimientos encontrados, sentimientos que hacía más de año y medio que no recordábamos o que habíamos dejado guardados en un cajón. Con una extraordinaria potencia, el primer capítulo de la octava entrega podría considerarse la mejor apertura de temporada de toda la historia de Juego de Tronos. Literalmente no sabes de dónde te vienen los golpes en ningún momento, aunque cabe destacar que en el sentido exacto de la palabra, golpes es lo que falta. Quizá la emoción de la espera nos puede jugar una mala pasada o quizá nos hará disfrutar mucho más.

Adentrándonos de una vez en el capítulo, después de cada una de las temporadas que ha supuesto un cambio en la serie, este mismo cambio nos lleva hacia otro que más importante es la cabecera. El mítico himno aparece alzando el vuelo con una de las entradas más épicas y que mas pavor puede suponer para el espectador. Echarle un ojo a cada uno de sus detalles supone el no parar de pensar en teorías: ¿morirá este personaje?, ¿por qué aparece esta casa aquí y de esta forma?

Conversaciones, miradas, reencuentros, dragones, fuego, miedo, frío. Todas estas palabras podrían describir los 54 minutos que acabamos de dejar atrás. Esta capítulo podría describirse como un capítulo de sensaciones que en su gran mayoría se llevan a cabo en Invernalia. Parece que nos encontramos ante una calma dónde se augura que la tormenta llegará con el invierno pero nos han querido dejar claro durante todo momento que no podemos estar tranquilos, la amenaza ya ha llamado a nuestras puertas y está para quedarse.

La llegada de Jon y Daenerys con un ejército de sureños no cae bien entre ninguno de los habitantes del norte, quienes parecen recelar tanto de la que por derecho cree ser reina, como de aquel que había jurado lealtad y había sido nombrado Rey del Norte. Esta llegada y la anterior 'rendición' de Jon a la única Targaryen reconocida caen como un jarro de agua fría entre la familia Stark. La querida señora de Invernalia, Sansa Stark, no aprueba en ningún momento la llegada de Daenerys, a pesar de que le brinda el norte y todo lo que ello conlleva. Esta aparente enemistad puede convertirse en una de las tramas más importantes de esta serie. Si bien es cierto que ya hay suficientes tramas, ésta podría ser la mejor de la última temporada, pues todo podría desmoronarse en cuestión de minutos. Los Stark consiguen reunirse al completo y aunque el amor que unos sienten por otros es lo que destaca, la frialdad y desconfianza parece querer salir de cada uno de ellos.

Ahora todos los grandes protagonistas se encuentran en un mismo espacio físico y temporal, aguardando la llegada de los caminantes entre, como ya hemos dicho, reencuentros que pensábamos que no iban a llegar en ningún momento. Arya y Gendry, Tyrion y Sansa, o Arya y Jon son los que destacan sobre los demás.

Las más de 40 semanas de post-producción se notan en cada escena, cada minuto y cada segundo. Los hilos que unían todas las tramas parecían haberse forjado en la pasada temporada, pero ahora todo vuelve a deshilacharse de nuevo en un afán de darle más importancia a los intereses de cada uno que a la supervivencia. Algunos secretos son revelados con una intensidad que bien podríamos otorgársela a un final de temporada.

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Dos años de intenso trabajo cinematográfico

Su duración es bastante reducida para todo lo que quieren contar y para todo lo que deberían, algo que en nuestra opinión acabará pasando factura pues tal densidad no se puede explicar en un espacio tan corto de tiempo. Sin ninguna duda el aspecto cinematográfico que querían darle se nota a leguas; su producción ha mejorado a limites insospechados y la forma tan grotesca, tosca y detallada a la vez suponen una gran mejora. Este es uno de sus puntos fuertes, al igual que el aspecto visual y los efectos especiales.

A pesar de que Juego de Tronos destaca por sus largos diálogos, este capítulo no entraría en la lista de los mejores por este aspecto pero no lo necesita. Las imágenes hablan por si solas en todo momento y la profundidad, agudeza y acumulación narrativa consiguen expresarse de una mejor forma. La dificultad y la historia de cada personaje recae en todos los demás, debido a que han debido unirse por una fuerza mayor que les llevará a dejar atrás todo aquello que han aprendido, su moral y su ética; deberán arrodillarse o mostrar lealtad a personas a las que nunca querrían haber admirado.

El humor cobra un papel importante que quizá no había tenido anteriormente. Esto puede tener una explicación, y es que ante la densidad que se muestra en estos capítulos, el humor ayuda a romper el hielo para conseguir volver a atraer nuestra atención.

En resumidas cuentas, desde el primer minuto hasta el último el desarrollo sigue la misma estructura de las anteriores entregas; todos los personajes parecen haber movido sus fichas en un tablero donde perder conllevaría la muerte. Y esto es precisamente lo que nos preocupa más a todos ya que ha llegado un momento en el que la famosa frase "¿quién se sentará en el trono de hierro?" pasa a un segundo plano. Ahora lo importante es saber quién muere, quién no y qué pasará con los caminantes blancos. Éstos últimos son los grandes ausentes de un capítulo repleto de subtramas que acaban unidas por el destino, y quizá eso es lo que echamos en falta ante un capítulo al que no se le puede poner ninguna pega importante.

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