En todo el mundo se publican alrededor de 2,2 millones de libros anualmente según la UNESCO, de los cuales, más de 304.000 son lanzados en Estados Unidos, unos 74.000 en España y cerca de 24.000 en México entre novedades y reimpresiones. Y la verdad es que solo unos cientos de cada año consiguen alzarse como superventas, bestsellers, un éxito que garantiza a los lectores interesados en su lectura que no les costará dar con ellos. Pero **hay ocasiones extrañas en las que obras de novelistas muy conocidos, que se venden siempre a montones, están descatalogadas y las editoriales que compraron sus derechos de publicación no tienen intención ninguna de reimprimirlas**, lo que hace por completo imposible que se puedan adquirir en nuestra librería predilecta, con local físico o de internet, a día de hoy.
Aunque pueda resultarnos increíble, es tal **el caso de Rabia, escrita por el estadounidense Stephen King durante su paso por el instituto y publicada en septiembre de 1977 con el pseudónimo de Richard Bachman*, como La larga marcha (1979), Carretera maldita (1981), El fugitivo (1982), Maleficio (1984), Posesión (1996) y Blaze* (2007), y a una cuantía de cientos de dólares en Amazon. Se trata de una novela de terror psicológico que describe el tiroteo y toma de rehenes protagonizados por Charlie Decker en su escuela secundaria de Maine, una historia francamente interesante, de gran profundidad psicológica y tan verosímil que sirve como reflejo de las matanzas parecidas que suelen ocurrir de vez en cuanto en Estados Unidos y que, una y otra vez, reavivan la polémica sobre la posesión general de armas de fuego en el país.
El libro estuvo dos décadas disponible para su compra, hasta que el autor pidió a sus editores que lo descatalogaran. ¿El motivo? Varios adolescentes yanquis responsables de masacres estudiantiles o conatos de ello lo habían leído y fue encontrado entre sus pertenencias después de los crímenes. Para empezar, en abril de 1988, Jeffrey Lyne Cox mantuvo encerrados durante media hora, y a punta de rifle, a sesenta compañeros en un aula de humanidades del instituto al que asistía en la localidad californiana de San Gabriel, y disparó contra tres de ellos cuando pretendían escapar. Y un amigo de Cox declaró más tarde que este se había inspirado en el secuestro del vuelo 422 de Kuwait Airways ese mismo mes por parte de Hezbolá y, sí, en Rabia, que había releído con insistencia porque se sentía muy identificado con Decker.
Dustin L. Pierce, armado con una escopeta y dos temibles pistolas, tomó como rehén en septiembre de 1989 a una clase entera de Historia Universal en la escuela secundaria del Condado de Jackson, en McKee (Kentucky), a la que soltó tras nueve horas de enfrentamiento con la policía. Y los agentes descubrieron luego la novela en su dormitorio, por lo que especularon sobre su influjo sobre Pierce para lo que hizo. Y en enero de 1993, un joven que estudiaba en el instituto del Condado de Carter del Este, sito en Grayson (también Kentucky) y que respondía al nombre de Scott Pennington mató con el revólver de su padre a la profesora Deanna McDavid y al conserje Marvin Hicks, y retuvo a su clase durante veinte minutos. Todo ello porque había sabido justo antes que McDavid había calificado su análisis de Rabia con un suficiente.
Al principio se atribuyó a la novela una frase de Barry Loukaitis en el tiroteo que, en febrero de 1996, había desatado en la escuela media Frontier de Moses Lake (Washington), durante el que asesinó a Leona Caires, profesora de Álgebra, y a dos alumnos, pero Decker no dice en ninguna línea: “Esto supera al álgebra, ¿no es así?”. Antes bien, el incidente que colmó el vaso de la paciencia del novelista fue el sucedido en el instituto Heath de West Paducah (otra vez Kentucky) en diciembre de 1997: el estudiante Michael Carneal mató a tres chavales de un grupo de oración, hiriendo a otros cinco con sus disparos, y un ejemplar de Rabia se halló después en su taquilla. *“Eso fue suficiente para mí”, asegura Stephen King en su ensayo Guns, publicado como ebook y audiolibro en enero de 2013*.
Ahí expone por qué decidió retirar Rabia de las librerías: **“Mi libro no quebró a Cox, Pierce, Carneal o Loukaitis, ni los convirtió en asesinos. Encontraron algo en mi libro que les habló porque ya estaban rotos. Sin embargo, vi a Rabia como un posible acelerador, razón por la cual lo saqué de la venta”. Y, si más arriba había explicado que “eran niños infelices con profundos problemas psicológicos, niños que fueron acosados en la escuela y magullados en el hogar por la negligencia de sus padres o por abusos”, remata su argumento así: “No dejas una lata de gasolina donde un chico con tendencias incendiarias pueda ponerle las manos encima”. Pero, si uno es consciente de que la ficción de novelas, películas, videojuegos o canciones nunca es el origen de la violencia desatada, King debería suponer que Carneal y compañía habrían nutrido su psicosis con cualquier otra obra**.
“Sin embargo, la retiré con verdadero pesar”, reconoce al tiempo. “No porque fuera gran literatura (…), sino porque contenía un desagradable centro de verdad que era más accesible para mí como adolescente”. Y continúa más adelante de esta forma: “Las acciones violentas y las emociones retratadas en Rabia fueron extraídas directamente de la vida de la escuela secundaria que vivía cinco días a la semana, nueve meses del año. El libro contaba verdades desagradables, y cualquiera que no se sienta arrepentido de haber echado una manta sobre la verdad es un imbécil sin conciencia”. Además, su página web indica lo que sigue: “Todas las ganancias de Guns beneficiarán a la Campaña Brady para Prevenir la Violencia con Armas de Fuego”. Pero **uno querría que Stephen King se reconciliase pronto con Rabia y permitiese su comercialización otra vez. Porque tal muestra de su talento juvenil merece ser leída**.