Los seres humanos estamos profundamente adaptados a vivir en las condiciones del planeta Tierra. Precisamente por ello, cuanto más avanza la exploración espacial, más conscientes somos de las alteraciones que experimenta el cuerpo humano al vivir en un ambiente tan diferente del planeta azul. De hecho, las principales barreras para viajar a otros lugares remotos como Marte no son solo tecnológicas, sino biológicas. Nuestra propia biología se resiente en el espacio exterior, expuesta a la microgravedad y a los rayos cósmicos. No es ninguna sorpresa: los seres humanos jamás experimentarían algo así bajo el refugio protector del planeta Tierra. Toda aventura conlleva sus riesgos y la exploración espacial no está precisamente exenta de ellos.

Desde hace varios años, agencias espaciales como la NASA investigan con detalle los efectos sobre la salud de los astronautas que viven durante cierto tiempo en el espacio, como por ejemplo en la Estación Espacial Internacional. Como explicaba con detalle en "¿Cómo afecta a los astronautas vivir en el espacio?", los cosmonautas pueden sufrir una gran variedad de trastornos al vivir más allá de las fronteras de nuestro planeta: aumento de la temperatura corporal, pérdida de visión, modificaciones genéticas, descalcificación de los huesos, incremento de la altura, atrofia de los músculos, incremento del riesgo de padecer cáncer y enfermedades degenerativas, alteraciones del sueño y del ritmo circadiano...

Y lo peor es que todavía desconocemos multitud de alteraciones que podrían ocurrir en los humanos al alargar el tiempo de estancia en el espacio. Nadie ha estado ahí fuera más de dos años y, por el momento, el número de astronautas que ha vivido durante varios meses o años en el espacio es muy reducido. Un nuevo estudio publicado recientemente por la NASA en la revista _Frontiers in Microbiology_ pone de manifiesto otro nuevo problema que añadir a la lista: los virus durmientes en el cuerpo humano se despiertan en el espacio exterior y, en ocasiones, atacan.

Pongámonos ahora un poco más técnicos y menos melodramáticos para explicar qué ocurre exactamente con estos virus. Lo que los científicos han descubierto es que los virus de la familia herpes se reactivan en más de la mitad de la tripulación del transbordador espacial, Space Shuttle, (53 %) y de la Estación Espacial Internacional (61 %).  Dentro de la familia herpes virus existen 8 tipos de virus diferentes que, en su conjunto, infectan a nada menos que al 70-95 % de la población mundial. Así que, muy probablemente, tú también estás infectado por alguno de ellos.

Los virus herpes más conocidos son el herpes simple y la varicela. En "Virus jugando al escondite en nuestro interior" se narran las habilidades especiales que tienen estos virus: una vez que infectan a una persona, se quedan allí para siempre, siguiendo al pie de la letra la expresión “juntos, hasta que la muerte nos separe”.

Y es que hay determinados virus que son más fieles que cualquier pareja o mascota y que nos acompañarán en la riqueza y en la pobreza y en la salud y en la enfermedad, todos los días de nuestra vida a cambio de un evidente interés. Así, si has pasado infecciones por herpes virus como la varicela o el herpes labial, debes saber que tienes a unos infatigables compañeros microscópicos de por vida, justo como muchos de los astronautas que viajan al espacio exterior. Esto se debe a que los virus de la familia herpes son capaces de esconderse en ciertos lugares del cuerpo humano llamados "santuarios", a buen refugio de nuestro sistema inmunitario, tras la primera infección.

El gran problema es que estos virus escondidos en el cuerpo humano pueden despertarse repentinamente por multitud de factores (estrés, exposición al sol, ejercicio físico intenso, sistema inmunitario debilitado...) y provocar enfermedades. Los autores del estudio apuntan al elevado estrés al que se enfrentan los astronautas durante los vuelos espaciales y la estancia fuera del planeta Tierra como una explicación de esta reactivación de los virus del herpes. Así, la estimulación del sistema nervioso simpático y el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal incrementa la liberación de hormonas típicas del estrés, como la adrenalina o el cortisol lo que desencadena una disminución de la inmunidad mediada por células. Ante estas defensas bajas, los virus dormidos del herpes aprovechan la oportunidad para despertar en los astronautas.

Para detectar esta reactivación, los investigadores analizaron los fluidos corporales (saliva y orina) de los cosmonautas en busca de ADN de los herpes virus, señal de que los virus habían salido de sus santuarios. Concretamente, buscaban ADN del virus de Epstein-Barr, de varicela-zóster y de herpes simple tipo 1 en saliva y ADN del citomegalovirus en orina.

Los científicos observaron que se producía un incremento significativo del ADN viral durante la estancia en el espacio en comparación con antes y después de esta etapa. De hecho, también observaron que cuanto más tiempo llevaban los astronautas en el espacio, más carga de ADN viral y con mayor frecuencia se encontraba en dichos fluidos. Incluso, en ocasiones, se producía la reactivación de más de un tipo de virus al mismo tiempo. Por suerte, la mayoría de los astronautas no llegó a padecer síntomas, excepto un pequeño grupo de ellos que sufrieron síntomas de escasa gravedad como ampollas en la piel o dermatitis.

Mitos y realidades del herpes zóster

Aun así, esta reactivación de los virus del herpes en astronautas puede ser un grave peligro para los astronautas que se enfrenten a misiones de larga duración, como un viaje de exploración a Marte. Dado que la reactivación viral es mayor cuanto más tiempo pasan los astronautas en el espacio, los autores del estudio plantean que esto podría desencadenar graves riesgos para salud a largo plazo como daños en ciertos órganos o pérdida de visión u oído. De hecho, otras investigaciones han documentado varios casos de astronautas que han padecido herpes zóster (reactivación del virus de la varicela), sufriendo dolor y ampollas en regiones concretas de la piel. También se sabe que otro tipo de virus de la familia herpes, como el citomegalovirus, produce inmunodepresión cuando se reactiva y quizás esto podría estar detrás de la disfunción del sistema inmunitario que se ha observado en algunos astronautas.

Visto lo visto, la ciencia va a tener que vigilar con atención a los herpesvirus en el espacio exterior para saber bien a qué se enfrentan los astronautas. Puede que, como otros muchos adelantos, las investigaciones espaciales ayuden también a desarrollar tratamientos que eviten estas reactivaciones en cualquier persona. Sería un especial alivio para las personas inmunodeprimidas, como las que se someten a trasplantes, que son las que más sufren los estragos de estos virus ocultos y traicioneros.

Recibe cada mañana nuestra newsletter. Una guía para entender lo que importa en relación con la tecnología, la ciencia y la cultura digital.

Procesando...
¡Listo! Ya estás suscrito

También en Hipertextual: