Aunque la mayoría de seres humanos tenemos más que asumida la existencia del calentamiento global y el cambio climático, a veces son necesarias cifras concretas para aumentar aún más la concienciación en torno a este tema. Por eso es tan importante que se conozcan los datos que acaban de publicar la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA), la NASA y la Met Office, de Reino Unido.

Todas estas instituciones coinciden en que 2018 fue el cuarto año más cálido registrado en la Tierra. Pero no hay que retroceder mucho en el tiempo para encontrarse con los tres anteriores; ya que, de más a menos caluroso, fueron 2016, 2015 y 2017. Aunque los métodos de medición no son los mismos y, por lo tanto, las cifras de temperatura son ligeramente diferentes, las conclusiones son las mismas. El abuso de combustibles fósiles está aumentando a un ritmo vertiginoso las temperaturas del planeta y las consecuencias pueden ser muy peligrosas.

La preocupante calidez del siglo XXI

Este tipo de mediciones comenzaron a tomarse en 1880. Desde entonces, nueve de los diez años más cálidos sucedieron después de 2005. Además, en lo que llevamos de siglo se ha comprobado que los niveles de gases de efecto invernadero, principalmente originados por la actividad humana, han llevado a que se obtengan cifras de dióxido de carbono no vistas en los últimos 650.000-800.000 años.

Este aumento en los niveles de dióxido de carbono está conduciendo a un inusual aumento de las temperaturas, que supera con creces la tendencia iniciada en el siglo XX. Este incremento ha sido traducido a números por la NOAA, el Instituto Goddard de Estudios Espaciales y la Met Office de Reino Unido. Según los primeros, la temperatura promedio de 2018 fue 0’70ºC más alta que la media del siglo XX. Más pesimistas aún son las conclusiones del Instituto Goddard, que midieron 0’83ºC por encima de las cifras del siglo pasado. En cuanto a la oficina meteorológica de Reino Unido, obtiene datos similares, que también sitúan al año pasado como el cuarto más cálido.

Pero no solo han medido cómo han cambiado las temperaturas en un año, sino que han prestado atención a su evolución en el último periodo. De este modo, han comprobado que, si bien desde 1880 la temperatura anual promedio ya se incrementaba en 0’07ºC, desde 1981 se ha más que duplicado, al aumentar 0’17ºC cada diez años.

Puntos calientes

Aunque todos estos datos hacen referencia a temperaturas globales, las variaciones detectadas no son iguales en todo el planeta. De hecho, todas estas instituciones han comprobado que en el Ártico el cambio se está desarrollando mucho más deprisa. Tanto que la velocidad de deshielo es cada vez más preocupante, por las implicaciones que puede tener en fenómenos como el aumento del nivel del mar.

Rozando el acuerdo de Paris

A partir de sus propias mediciones, la Oficina Meteorológica de Reino Unido ha concluido que, a este ritmo, se podría alcanzar muy pronto el primer escalón establecido en el Acuerdo de París.

Dicho acuerdo, tomado en 2016 con el fin de tomar medidas para frenar el calentamiento global, establecía que los países firmantes deben tomar las medidas adecuadas para que la temperatura global no supere los 2ºC por encima de las temperaturas preindustriales y, a ser posible, tampoco los 1’5ºC.

Lograr el objetivo del Acuerdo de París es una utopía (y no solo por culpa de Trump)

En el año más cálido, el 2016, el planeta ya alcanzó los 1’11ºC. Está por debajo del límite, pero si se sigue al mismo ritmo de calentamiento este podría rebasarse con creces muy pronto. Ahora, los autores de este último informe calculan que con un 10% de probabilidad se podría alcanzar ya los 1’5ºC, antes de 2023. La razón, entre otras, podría ser la combinación del calentamiento generado por el Niño, con el procedente de la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera.

Por este motivo, las medidas ya puestas en marcha en muchos de los países firmantes deberían reforzarse, igual que aquellos que se han quedado rezagados tendrían que comenzar a “ponerse las pilas”. Aún hay margen, pero es necesario trabajar en ello. Si no, las cifras acordadas en París podrían fulminarse en poco tiempo y la agonía del planeta se convertiría en una realidad cada vez más difícil de paliar.