La polémica respecto al sexismo ha vuelto a instalarse en la celebración del Mobile World Congress en Barcelona. De aquí a unos años, el mundo se ha volcado en contra de las prácticas que posicionaban a la mujer como un mero espectáculo dentro del mundo de la tecnología. Miles de hombres de negocios haciendo su trabajo, mientras la mujer estaba encargada de las tareas de azafata. Cortas de ropa o haciendo coreografías; este era su cometido en la industria tecnológica.

El cambio llegó, pero no contentó al mundo. Especialmente entre 2017 y 2018, la paridad comenzó a llegar a los stands de la Fira. Hombres y mujeres, más o menos en igualdad de condiciones trabajando como ayudantes para que el congreso pueda realizarse sin problema. Sin embargo, algo fallaba en esta situación: una triste realidad y una equivocación en el concepto de paridad. No era solo cosa de quitar a la mujer como objeto dentro del MWC, también era cosa de ponerla como co-protagonista. Precisamente el año en el que más igualdad se demostraba en el sector de la mujer, esta solo tenía un 25% presencia en las keynote del evento. Cifras algo mejores que en ediciones pasadas, pero altamente insuficientes que sí bien alargaba el largo de la falda de las presentes, también las escondía en la parte de los negocios.

El MWC ‘tapa’ a sus azafatas, pero sigue escondiendo a la mujer de negocios

Como no podía ser de otra manera, la edición de 2019 ha tenido también polémica. La Inspección de Trabajo ha abierto un expediente a raíz de una serie de denuncias depositadas en UGT; dichas denuncias abogan por una discriminación a la hora de elegir al personal laboral de la feria. En este punto, es tarea de la Consejería de Trabajo investigar si se ha producido tal discriminación y, si se ha producido, tomará las medidas necesarias.

Desde UGT ya se puso sobre la mesa la situación laboral de las empleadas en la Feria. Denunció la precariedad de los contratos, pero especialmente discriminatorios y altamente sexistas, asegurando que en muchos de los requisitos se exigía una talla 36/38, faldas cortas (incumpliendo la norma de rigor en la vestimenta impuesta por la GSMA), altura de 1,75 y maquillaje. El sueldo, además, iría en función de la altura de las candidatas y de su inteligencia.