Una de las preguntas que los seguidores de las peripecias de los superhéroes marvelitas en el cine se han podido estar haciendo desde su inicio —y no serán pocas, en gran medida gracias a las escenas poscréditos— son las razones por las que el actor estadounidense Edward Norton (Fight Club) no volvió a encarnar al doctor Bruce Banner ni a su Mister Hulk después de la segunda película en el Universo Cinematográfico de Marvel, The Incredible Hulk (Louis Leterrier, 2008), y de que fuera sustituido por su compatriota Mark Ruffalo (Eternal Sunshine of the Spotless Mind), que ha repetido en el papel cinco veces tras Los Vengadores (Joss Whedon, 2012): en Iron Man 3 (Shane Black, 2013), Vengadores: La era de Ultrón (Whedon, 2015), Thor: Ragnarok (Taika Waititi, 2017), Avengers: Infinity War (Joe y Anthony Russo, 2018) y en la próxima Avengers: Endgame (Hermanos Russo, 2019).
Según cuenta Ana Dumaraog en Screen Rant, resulta que Marvel Studios sorprendió a todos poco antes de que comenzaran con Los Vengadores en 2010 declarando que no volverían a trabajar con Norton porque buscaban a “un actor que encarnara la creatividad y el espíritu de colaboración de sus otros miembros talentosos del elenco” y que, por tanto, esta inesperada decisión no se basaba “en factores económicos”. Palabras gruesas en su ironía, sin duda; y probablemente relacionadas con los desencuentros entre Norton, el productor Kevin Feige y compañía en la posproducción de The Incredible Hulk: le habían prometido al intérprete que podría reescribir el guion de Zack Penn (Ready Player One) y, luego y para su disgusto, rechazaron las escenas añadidas por Norton en el proceso de montaje y no recibió crédito alguno ni por sus modificaciones en los diálogos que sí permanecieron.
Los portavoz del actor, tras el anuncio de que iban a prescindir de él en aquellos términos, los negaron categóricamente por ofensivos y aseguraron que hubo conversaciones en las que Norton replanteaba los detalles su papel de Hulk en Los Vengadores, que no le faltaba entusiasmo ninguno para unirse a las demás estrellas para el filme de Joss Whedon y que, a pesar de todo, “después de varias semanas de discusiones civilizadas y no controvertidas, un delegado de Marvel llamó para decir que habían decidido ir en otra dirección con su parte”, por lo que la tesis financiera les parecía la más creíble y no podían tolerar “los comentarios maliciosos y acusadores de Feige”. Y estas desavenencias se fueron a un segundo plano cuando Mark Ruffalo se presentó como el nuevo Hulk en la Comic-Con de San Diego de julio de 2010 y dijo que tenía una buena amistad con Norton y consideraba que le había legado el papel.
No obstante y con el transcurso del tiempo, el intérprete original ha racionalizado a su manera lo ocurrido y, en 2014, explicó lo que sigue con estas palabras: “Tal vez, a algún nivel inconsciente, no quería asociarme con una cosa que, de cierta manera, degradara mi efectividad como actor, con los personajes. Creo que puedes hacer cualquier cosa una vez pero, si lo haces demasiadas veces, puede convertirse en un traje que es difícil de quitarse a los ojos de otras personas”: en resumen, que se le antojaba posible que le hubiera venido bien perder la oportunidad de reencarnarse como el buen doctor y el incontenible Hulk para evitar un encasillamiento poco provechoso para su carrera. Pero, dada su versatilidad y su dignísima trayectoria en el mundo de la interpretación de Hollywood, no se diría que estos melindres tuvieran mucho sentido. Será que Edward Norton es de los que suponen que el que no se consuela es porque no quiere.