Pasar tiempo en el hospital, sea por el motivo que sea, ya es bastante incómodo de por sí, pero lo es aún más cuando el recinto tiene demasiada “pinta de hospital”. Es cierto que por lo general el personal intenta que los pacientes se sientan lo más cómodos que puedan, pero a veces la frialdad que rezuman estos edificios no hace más que aumentar la ansiedad que ya supone estar en un sitio como ese.

Por eso, cada vez son más los centros sanitarios que recurren a diseñadores que les ayuden a conformar un espacio agradable, en el que los enfermos puedan evadirse en parte del lugar en el que están y la razón que les ha llevado hasta allí. Entre los profesionales que hacen esto posible se encuentran el diseñador de interiores Rai Pinto y el diseñador gráfico Dani Rubio. Aunque cada uno cuenta con su estudio independiente, ambos llevan varios años encargándose juntos de “humanizar” espacios como el Hospital Materno Infantil San Juan de Dios, de Barcelona, o varios centros sanitarios del extranjero.

Entre sus obras más recientes se encuentra el Hospital de Oncología y Hematología de Manresa, perteneciente a la Fundación Althaia. Este centro, en el que se da cobertura a casi toda Cataluña central, fue estrenado el pasado mes de mayo, decorado con motivos que llevan a su interior un poco del paisaje que lo rodea, para que los pacientes puedan sentir en cierto modo el aire fresco de la naturaleza, a pesar de las circunstancias tan terribles que atraviesan.

Crédito: Pol Viladoms

Quimioterapia con vistas a la naturaleza

“El objetivo de proyectos como este es que las personas que tengan que pasar tiempo en el lugar a reformar tengan más la sensación de estar en un centro de bienestar que en un hospital”, cuenta a Hipertextual Rai Pinto. “Se intenta poner un granito de arena a través del espacio para que los pacientes afronten los tratamientos con más ánimo”. Coincide con él también Dani Rubio, quien incide en la importancia de que el paciente tenga un estado de ánimo positivo para afrontar los tratamientos:

En la relación que mantiene un hospital con sus usuarios hay un factor asistencial, que evidentemente es el central, pero cada vez más se está teniendo en cuenta el factor experiencial, es decir, todo aquello que le sucede a una persona desde que entra en el centro hasta que sale, más allá del diagnóstico y el tratamiento. Obviamente, un estado de ánimo positivo en general ayuda a la mejora de un paciente o a que este tenga una mejor predisposición ante un tratamiento, por ejemplo. Sin embargo, pienso que el objetivo principal, en lo que al paciente se refiere, es menos ambicioso: es contribuir a que las personas tengan una experiencia lo más positiva posible en una situación en la mayoría de casos poco deseable, como es pasar por un hospital.

Para lograr estos objetivos, ambos diseñadores dan mucha importancia a los deseos del personal médico y los pacientes, que al fin y al cabo serán los que pasarán más tiempo ahí. “En primer lugar hay una fase de análisis con la ayuda de los propios hospitales, personal, pacientes, arquitectos, equipos técnicos, etc. con el fin de tener una visión lo más amplia posible de las necesidades y características del caso”, explica Rubio. En este caso concreto, observaron que los pacientes pedían tener vistas a la naturaleza, especialmente durante la quimioterapia. “Cuando hicimos las primeras reuniones los pacientes preguntaban si habría ventanas para ver las vistas”, añade Pinto. “En esta ciudad la cresta de las montañas es muy característica, por eso decidimos utilizar este recurso, ya que aporta conexiones agradables para las personas que viven en la comarca”.

Lógicamente, en el hospital había ventanas. El problema es que los sillones de quimioterapia no podían estar enfocados hacia ellas, sino hacia el control central en el que se encuentran todos los profesionales sanitarios. De este modo pueden tener un contacto visual con los pacientes, para asegurar que todo va bien. Esta necesidad conlleva que las vistas al exterior se encuentren a las espaldas de los sillones. Por eso, se trasladó la idea de paisaje a ese contenedor central, de modo que puedan ver las montañas también durante el tratamiento. Igualmente, los separadores situados entre los sillones también siguen la misma dirección ornamental.

“En este tipo de proyectos nos gusta buscar un concepto, de modo que todo gire en torno a él”, aclara el diseñador de interiores al otro lado del teléfono. “Por ese motivo también hemos añadido por las paredes poesías, anagramas y adivinanzas relacionadas con la naturaleza, creadas ad hoc por la escritora y música Laia Malo”.

Incluso el color de las paredes está cuidado al detalle, con degradados que pretenden imitar la luz de una puesta de Sol sobre las montañas de Manresa.

«Cortan las piernas» al cáncer para evitar que se extienda

El resultado, según han declarado a este medio ambos diseñadores, aporta al hospital una identidad propia, que se puede reconocer en cualquiera de sus rincones. En este caso, la selección de la naturaleza como sello particular ha sido sin duda un gran acierto. Y es que, para muchos de los pacientes que pasan por este centro, esas montañas cuyos picos se reflejan en él han sido testigos silenciosos de toda su vida: su infancia, su primer amor, sus primeros logros personales y profesionales... Ahora podrán ser también testigos de su batalla contra el cáncer y las enfermedades hematológicas. Lógicamente, los tratamientos que allí les administran son la mejor arma que tienen para luchar contra la enfermedad, pero sentirse como en casa les dará las fuerzas que necesitan para esgrimirla. Y eso también es muy importante.

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