Un buen método anticonceptivo debe reunir varios factores, más allá de lo lógica capacidad de prevenir el embarazo, causando los mínimos efectos secundarios posibles. Es importante que sea cómodo, indoloro, barato y fácil de usar.
Una de las opciones más utilizadas es el preservativo. Sin duda es un método eficaz, siempre que se use correctamente, pero para muchos resulta incómodo y, además, a la larga supone un gasto económico elevado, especialmente en los países menos desarrollados, en los que el mero acceso a estos productos es bastante complicado. Otras técnicas, como la píldora anticonceptiva, resultan mucho más cómodas a la hora de tener relaciones, pero requieren unos pasos muy concretos para que su eficacia pueda considerarse máxima. Es importante que la usuaria la tome todos los días y, por eso, los olvidos pueden salir muy “caros”. Por otro lado están el dispositivo intrauterino, o DIU, y los medicamentos que se inyectan cada cierto tiempo con agujas hipodérmicas. En este caso, una vez colocado, la paciente puede olvidarse durante un tiempo, pero es necesario que una persona cualificada se encargue de su administración; algo que, en las zonas del mundo con difícil acceso al personal médico, es bastante complicado. Además, la administración por inyección puede ser una pesadilla para las usuarias con miedo a las agujas.
El largo viaje hacia el anticonceptivo masculino
Por todo esto, muchos investigadores buscan un método de acción prolongada, que sea cómodo, barato y no requiera la intervención de personal médico especializado. Y aunque aún será necesaria más investigación para afirmarlo con seguridad, esta alternativa podría ser ya una realidad, gracias al trabajo llevado a cabo por científicos del Instituto de Tecnología de Georgia, con la financiación del proyecto Family Health, de la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos.
Cinco segundos de administración, un mes de protección
Este método, cuyo desarrollo se acaba de publicar en Nature Biomedical Engineering, consiste en un parche de microagujas que administran a la paciente el ya conocido anticonceptivo levonorgestrel.
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Los parches son una opción muy utilizada para prevenir el embarazo desde hace muchos años. Sin embargo, presentan algunas desventajas, como la poco estética necesidad de llevarlos siempre puestos o la posibilidad de que se despeguen, disminuyendo su efecto. Por eso, estos investigadores indagaron un método que ya se ha utilizado anteriormente para la administración indolora de vacunas: los parches con microagujas.
En este caso, utilizaron microagujas compuestas a base de un polímero biodegradable que con el tiempo termina reabsorbiéndose, sin causar toxicidad. También utilizaron un mecanismo de administración consistente en un conjunto de burbujas de aire que se ubican justo encima de las microagujas. De este modo, las agujas, que tienen el tamaño y la fuerza justa para presionar sobre la piel, terminan introduciéndose de forma indolora en ella después de que se tire levemente del parche hacia un lado. En ese momento, el parche puede descartarse, mientras que el fármaco ya se encuentra comenzando su función. En animales de laboratorio se consiguió un mes de protección frente al embarazo con solo cinco segundos de administración del parche. Ya se ha calculado la dosis exacta y el número de microagujas que se necesitarán para repetir el procedimiento en humanos; aunque aún no se ha comenzado el ensayo clínico.
Adiós a las agujas
La eficacia del levonorgestrel es más que conocida, por lo que se espera sobre todo comprobar que el parche no genere reacciones alérgicas en la piel de las mujeres que lo usen.
Una vez comprobado esto, los investigadores detrás del proyecto han reconocido que les gustaría ir más allá, desarrollando parches que prolonguen el efecto aún más, hasta los seis meses. Sería una opción especialmente útil en los países en vías de desarrollo, pues las pacientes no tendrían que acudir al médico para administrarse el fármaco y podrían desentenderse durante un periodo muy largo de tiempo. También tienen que calcular el coste económico que supondrá la producción a gran escala, aunque esperan que no sea muy alto.