A veces tendemos a visualizar a los neandertales como los primos poco espabilados de los humanos. Por eso, suele concebirse que no tenían los conocimientos necesarios para fabricar armas que les permitieran cazar a distancia, pero sí el arrojo suficiente para lanzarse sobre los animales con las rudimentarias lanzas que construían.
Sin embargo, esta concepción ha experimentado un interesante giro de tuerca, después de que un equipo de científicos de la Universidad de Londres haya publicado en Scientific Reports un estudio en el que se concluye que podían llegar con sus armas mucho más lejos de lo que se pensaba.
Lanzadores de jabalina poniendo a los neandertales a prueba
Para la realización de este estudio, se fabricaron réplicas de dos de las diez lanzas que fueron halladas entre 1994 y 1999 en una mina de lignito a cielo abierto en Schöningen, Alemania, junto con unos 16. 000 huesos de animales. Tanto estas, como el fragmento de otra lanza, con 400.000 años de antigüedad, descubierta en Clacton-on-Sea, Inglaterra, pueden visitarse en el Museo de Historia Natural, de Londres.
Para construir las réplicas se utilizaron herramientas de metal, con las que se tallaron fragmentos de madera de abetos noruegos, cultivados en la ciudad de Kent, en Reino Unido. Además, para emular los procedimientos llevados a cabo por sus verdaderos fabricantes, la parte final del tallado se llevó a cabo con herramientas de piedra, como las que ellos utilizaban. Las dos armas obtenidas pesaban 760 gramos y 800 gramos, exactamente igual que las halladas en la mina alemana.
Una vez obtenidas las lanzas, se les entregaron a seis lanzadores de jabalina, con el fin de ver cómo de lejos conseguían llegar con ellas. Podría haberse intentado reproducir el lanzamiento por parte de los investigadores, pero estos atletas podrían hacerlo con la misma fuerza que los cazadores neandertales.
Había pocas expectativas con respecto a la velocidad que alcanzarían, pues la masa de estos proyectiles prehistóricos parecía demasiado baja para viajar muy lejos. Sin embargo, finalmente comprobaron que se producía un equilibrio perfecto entre el peso y la velocidad e lanzamiento, que permitía que la lanza adquiriera la energía cinética suficiente para golpear y matar a sus presas. En cuanto a la lejanía del lanzamiento, se consiguieron alcanzar distancias de hasta veinte metros, el doble de lo que se creía que podían conseguir los cazadores neandertales.
Queda demostrado, por lo tanto, que los neandertales no eran tan torpes como creíamos y que la barrera que nos separa, si bien es bastante grande, no es tan abismal. Al fin y al cabo, nuestros antepasados no vieron ningún problema en tener “romances” con ellos.